ME, 7 FOLLETIN DE El MERCANTÍL VALENCIANO
—¿Y hay hombres tán malos? — mur-
muró conmovida doña Agueda,
—Aun no lo he referido todo, señora.
El que pagaba con tan negra traición
mi proceder era un malvado, Si Dios
le libró aquella noche de la tempestad,
si existe todavía, yo lo encontraré, por-
que en mi memoria se halla su rostro
impreso, y no lo olvido a pesar de los
«años; yo respondo de ello.
«Pero, ¿con qué objeto cortó el cable
. 2quel hombre? — preguntó Antonio, que
no podía explicarse semejante conducta.
—Oiga usted, joven, y tal vez compren-
da por qué trató de dejarme aquel in-
fame a bordo de un buque próximo a
bondi en el abismo.
Repuesto inmediatamente de la sor-
presa que semejante proceder me había
causado, y observando que mi pobre
buque se hundía bajo mis pies, cogí el
cuchillo entre los dientes, puse el pen-
samiento en Dios, y me lancé al mar,
confiado en la robustez de mis brazos.
-—Nadé con desesperación, siguiendo el
rumbo de la lancha, que flotaba sobre
- las olas a cuarenta brazas del meo -..
_de yo nadaba.
De vez en cuando volvía la cabisa di
rigiendo miradas a mi pobre buque, a
quien vi sepultarse. para siempre. bajo
la rugiente espuma de una inmensa Ola,
El «Veloz» no existía; pensé, pues, en
mi, es decir, en abordar .a lancha, que,
careciendo de remos, navegaba a mer-
ced de la corriente y de las olas.
Alí, en medio de aquella soledad,
alumbrada de vez en cuando por la té-
-trica luz de esos relámpagos que duran
minutos enteros y que parece van a Mm.
pinta los mares, Pati una GA.
errible, espantosa,
Th dos viajeros, de pie en cele lancha,
- trabaron una lucha terrible; pero uno
de ellos tenía un puñal en la. mano, y
cogiendo por el cuello a su compañero,
se 6 hundió tres veces en el pecho, ex-
- clamando con una voz que llegó clara .
| y mis labios, agradecidos, pudieron b
sar la tierra inhospitalaria de Africa,
- y fatídicamente a mis oídos:
—Soy el más fuerte; lo tuyo. me doo
nece.
Esta escena, alumbrada por la luz ae Ñ
las exhalaciones del cielo, tenía algo de
náufrago al cl
mismo tiempo, llegué por un instante
“ción, continuó
infernal, Yo, espéctador y ni
a olvidar los peligros Tue. corría.
Lo vi todo perfectamente, € mo estoy
A viendo a esa lámpara que “nos alumbra. :
El Sueño de de a, a e AAóniDDS
sobre la popa de la lancha; de su pecho
herido brotaban tres caños de sangre.
Su asesino entonces le cogió por los pies
y le arrojó al mar, dirigiendo en derre.
dor suyo una mirada sombría.
Le oí respirar con fuerza, le vi pasar-
se la mano por la- frente y sonre:rse
como un condenado, sentándose por fin
en el banquillo, y coger la maleta, obje-
to sin duda de su increíble conducta,
La presencia de aquel monstruo, el
deseo de vengar tanta infamia reanimó
mis fuerzas, paralizadas un instante,
Nadé en dirección a la lancha, procu-
rando zambullirme, siempre que las olas
me elevaban, para que no me viera,
Por fin, después de media hora de in-
creíbles esfuerzos, pude coyer con la ma-
- no, izquierda el timón de la lancha.
En este instante me vió; yo, aprove=
chando su sorpresa, quise subir a la
lancha; pero el infierno ayudaba. a aquel
hombre, y rápido como un tigre se lan-
zó sobre mí, hiriéndome con bieen
en el rostro.
Lancé un grito, el puñal se soltó. de
mis dientes, me hundí en el agua para
resguardarmo de un segundo golpe, y.
al volver a salir a flote, como me encon»
traba desarmado, procuré huir de la
lancha, a quien una ola separó de e
algunas brazas...
Doña Agueda lanzó un grito; la na»
-rración de Juan Muro la tenía afectada.
Su noble, su generoso pecho no cotas:
prendía tanta maldad en el corazón me
mano.
El marino continuó, dirigiendo una
sonrisa a sus oyentes:
-—Pues sí, me hirió en el rostro, es
decir, en medio del ojo derecho, y afor»
-tunadamente la punta del puñal sólo
tuvo fuerza para vaciarle; y como no
perdí el conocimiento, si bien sentía ho-
rribles dolores, pude nadar por espacio
de mucho tiempo, hasta que por fin ch
qué contra un cuerpo duro,
Me hallaba sobre una roca de la costa, :
He aquí, señores, la primera parte del.
naufragio del bergantín «Veloz», y el
origen de haltarme tuerto del ojo Daiciets
ho... ea
Y Juan Muro, cambiando de entona-
(reo, vecino, que 1 me he hecho ac
dor a una segunda copa de ron,
antonio ' se le dead E servir e viejo