Full text: Tomo 1 (001)

ME, 7 FOLLETIN DE El MERCANTÍL VALENCIANO 
  
—¿Y hay hombres tán malos? — mur- 
muró conmovida doña Agueda, 
—Aun no lo he referido todo, señora. 
El que pagaba con tan negra traición 
mi proceder era un malvado, Si Dios 
le libró aquella noche de la tempestad, 
si existe todavía, yo lo encontraré, por- 
que en mi memoria se halla su rostro 
impreso, y no lo olvido a pesar de los 
«años; yo respondo de ello. 
«Pero, ¿con qué objeto cortó el cable 
. 2quel hombre? — preguntó Antonio, que 
no podía explicarse semejante conducta. 
—Oiga usted, joven, y tal vez compren- 
da por qué trató de dejarme aquel in- 
fame a bordo de un buque próximo a 
bondi en el abismo. 
Repuesto inmediatamente de la sor- 
presa que semejante proceder me había 
causado, y observando que mi pobre 
buque se hundía bajo mis pies, cogí el 
cuchillo entre los dientes, puse el pen- 
samiento en Dios, y me lancé al mar, 
confiado en la robustez de mis brazos. 
-—Nadé con desesperación, siguiendo el 
rumbo de la lancha, que flotaba sobre 
- las olas a cuarenta brazas del meo -.. 
_de yo nadaba. 
De vez en cuando volvía la cabisa di 
rigiendo miradas a mi pobre buque, a 
quien vi sepultarse. para siempre. bajo 
la rugiente espuma de una inmensa Ola, 
El «Veloz» no existía; pensé, pues, en 
mi, es decir, en abordar .a lancha, que, 
careciendo de remos, navegaba a mer- 
ced de la corriente y de las olas. 
Alí, en medio de aquella soledad, 
alumbrada de vez en cuando por la té- 
-trica luz de esos relámpagos que duran 
minutos enteros y que parece van a Mm. 
pinta los mares, Pati una GA. 
errible, espantosa, 
Th dos viajeros, de pie en cele lancha, 
- trabaron una lucha terrible; pero uno 
de ellos tenía un puñal en la. mano, y 
cogiendo por el cuello a su compañero, 
se 6 hundió tres veces en el pecho, ex- 
- clamando con una voz que llegó clara . 
| y mis labios, agradecidos, pudieron b 
sar la tierra inhospitalaria de Africa, 
- y fatídicamente a mis oídos: 
—Soy el más fuerte; lo tuyo. me doo 
nece. 
Esta escena, alumbrada por la luz ae Ñ 
las exhalaciones del cielo, tenía algo de 
náufrago al cl 
mismo tiempo, llegué por un instante 
“ción, continuó 
infernal, Yo, espéctador y ni 
a olvidar los peligros Tue. corría. 
Lo vi todo perfectamente, € mo estoy 
A viendo a esa lámpara que “nos alumbra. : 
El Sueño de de a, a e AAóniDDS 
sobre la popa de la lancha; de su pecho 
herido brotaban tres caños de sangre. 
Su asesino entonces le cogió por los pies 
y le arrojó al mar, dirigiendo en derre. 
dor suyo una mirada sombría. 
Le oí respirar con fuerza, le vi pasar- 
se la mano por la- frente y sonre:rse 
como un condenado, sentándose por fin 
en el banquillo, y coger la maleta, obje- 
to sin duda de su increíble conducta, 
La presencia de aquel monstruo, el 
deseo de vengar tanta infamia reanimó 
mis fuerzas, paralizadas un instante, 
Nadé en dirección a la lancha, procu- 
rando zambullirme, siempre que las olas 
me elevaban, para que no me viera, 
Por fin, después de media hora de in- 
creíbles esfuerzos, pude coyer con la ma- 
- no, izquierda el timón de la lancha. 
En este instante me vió; yo, aprove= 
chando su sorpresa, quise subir a la 
lancha; pero el infierno ayudaba. a aquel 
hombre, y rápido como un tigre se lan- 
zó sobre mí, hiriéndome con bieen 
en el rostro. 
Lancé un grito, el puñal se soltó. de 
mis dientes, me hundí en el agua para 
resguardarmo de un segundo golpe, y. 
al volver a salir a flote, como me encon» 
traba desarmado, procuré huir de la 
lancha, a quien una ola separó de e 
algunas brazas... 
Doña Agueda lanzó un grito; la na» 
-rración de Juan Muro la tenía afectada. 
Su noble, su generoso pecho no cotas: 
prendía tanta maldad en el corazón me 
mano. 
El marino continuó, dirigiendo una 
sonrisa a sus oyentes: 
-—Pues sí, me hirió en el rostro, es 
decir, en medio del ojo derecho, y afor» 
-tunadamente la punta del puñal sólo 
tuvo fuerza para vaciarle; y como no 
perdí el conocimiento, si bien sentía ho- 
rribles dolores, pude nadar por espacio 
de mucho tiempo, hasta que por fin ch 
qué contra un cuerpo duro, 
Me hallaba sobre una roca de la costa, : 
He aquí, señores, la primera parte del. 
naufragio del bergantín «Veloz», y el 
origen de haltarme tuerto del ojo Daiciets 
ho... ea 
Y Juan Muro, cambiando de entona- 
(reo, vecino, que 1 me he hecho ac 
dor a una segunda copa de ron, 
antonio ' se le dead E servir e viejo 
 
	        
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