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FOLLETIN DE EL MERCANTIL VALENDIANO,
nora por más que se busca con afán ese
precioso metal.
—¿Es usted también desgraciado?
Como todo el que ambiciona un jm-
posible,
—Es verdad; el deseo no es otra. cosa
fue el desgastador de la vida. .
Aquí Margarita volvió a mirar a An-
tonio con tal ternura, que el joven $6.
decidió a dirigirle esta pregunta bajando
la vOZzi pa A
——¿Sufre usted, señora?
Los labios de Margarita se entreabrie.
ron para dejar paso a una sonrisa me-
lancólica. :
-—¿Qué otra cosa puede suceder a la
mujer que se encuentra en mis circuns-
tancias? Mis padres creyeron que la 1e-
licidad consistía en el dinero...
- “Antonio comprendió lo que quería Je-
- cirley pero un movimiento de ojos de
“Margarita le indicó que tuviera pruden-
cia, pues no estaban solos,
En este momerto $e levanté el telón.
“Antonio se despidió de Margarita, ad-
'virtiendo al estrecharle la mano que $e
estremecía. | e
“Durante él intermedio del segundo ac
to, Antonio subió al palco.
Entonces la conversación se basó en el
triunfo que aquella noche aleanzaba Ju-
A RS
Las palabras se ocupaban del cálebre
actor; los ójos, de sus corazones.
- Cuando se despidió al comenzar el ac
lo tercero, Antonio estrechó la Mano de
Margarita; pero ésta advirtió que depo-
sitaba disimuladamente un pequeño par
pel entre las suyas: * “ e
Sin conmoverse, sin que lo advirtiera»
la doncella que se hallaba en el fondo
del pálco, guardó el papel en el bolsillo.
Una: hora después, al,encerrarse en su
dormitorio, sacó el papel que le había
dado Antonio.
Estaba escrito con lápiz; era una hojd
- de la cartera, : 1
Decía así:
«Usted sufre, Margarita... y es tanto
el interés que me inspira, que me atrevo
a suplicarle me conceda una entrevista,
pues sería para mí una gran felicidad
el merecer su confianzá; haciéndome de-
_positario de sus penas, porque entoncéd
yo podría a mi vez confiarle las mías.
Mañana por la noche, y por el mismo
conducto que yo he empleado, espero que
me indicará usted el modo de que poda-
mos hablar sin testigos.
¡Qué largo va a parecerme el tiempol=.
Antonio.» |
- Margarita, después de leer la carta, $0
sonrió, y mientrasela quemaba a la 1uZ.
de la bujía, dijo hablando consigo mis-
ma: Pa ME
¡Pobre chico! ¡Tiene el corazón en la
mano. ¡Ah! ¡Quién sabe si algún día po-
drá serme útill cad ed
Y se acostó, pensando en el divorció
propuesto aquella mañana a su espuso.