Full text: Tomo 2 (002)

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FOLLETIN DE EL MERCANTIL VALENCIANO 
  
Entonces abandonó la silla sin meter 
ruido. Salió de la alcoba y luego de la 
habitación, y cruzando un corredor en- 
tró en una pieza que servía de antesala 
al gabinete donde se hallaba el marqués 
de Bonato. 
Allí, sentados cerca de la chimenea y 
medio dormitando, estaban don Tomás, 
el viejo mayordomo del marqués de Bo- 
nato, y don-Prudencio el médico. 
Ana fué a. sentarse cerca de la alcoba 
en una butaca. 
El herido dormía al parecer. Ana po- 
día verle desde el sitio que ocupaba. 
—¡Calla! ¿Ya está usted aquí?-—pregun. 
¿ó el médico viendo a Ana. 
—Sí, señor. Si ustedes quieren descan- 
gar... 
-  «—Péro dígame usted, señora—repuso 
el médico en voz baja—: ¿usted, cuándo 
duerme? : 
Ana se sonrió, porque aquella pregun- 
la, aunque hecha con una entonación un 
pocó brusca, le demostraba las simpa- 
tías, el interés que por ella se tomaba 
el viejo facultativo. 
—He dormido tres 
Ana. 
—Eso no valé nada: el cuerpo humano 
necesita por lo menos dormir seis, 
—¡Pero si yo tengo" bastante!.., 
acostumbrada... 
—¡Bah! ¡bah! Lo que usted hace es ju- 
gar con la salud, y tenga entendido que 
suelo perderse fácilmente y Cuesta lue- 
go mucho de encontrar. 
- «—¿Va usted a enfadarse conmigo, se. 
fñor don Prudencio? 
—Y con razón. Tiene usted dos hijos... 
y no debe usted olvidar que los hombres 
son ingratos... más que ingratos... infa- 
“mes, pues con la mayor “tacilidad del 
mundo olvidan los beneficios y hasta sus 
deberes. 
Ana inclinó la frente sobre el pecho. 
Su semblante melancólico se entristeció, 
y sus labios dieron paso a un suspiro. 
—¡Tiene usted unas cosas, señor don 
Prudencio!...—dijo el mayordomo en Voz 
- baja al médico. 
horas — respondió 
Estoy 
—Digo lo que siento... pronostico lo. 
que por desgracia saldrá verdad. En 
cuanto Roberto recobre el conocimiento, 
- es mu,” probable que... 
—Señor don Prudencio, repare usted 
que puede oírnos esa infeliz. 
Tiene usted razón: ella no tiene la 
culpa de las infamias del marqués, 
El médico calló. 
Ana, que había observado que habla» 
ban acaloradamente, pero en voz bajas 
preguntó llena de inquietud: 
—¡Pues qué! ¿Por desgracia se halla. 
peor el marqués? ¡Oh! No me oculten us- 
tedes la verdad. 
—Al contrario, hija mía--contestó el 
mayordomo—; el señor marqués se halla 
mejor, y dice don Prudencio, que espera 
de un momento a otro que termine la ca- 
lentura y los delirios que le tienen sin 
conocimiento; y entonces, cuando aj tor” 
nar a la vida la véa a usted a su lado, 
cuando sepa el interés, los afanes y des- 
velos que usted ha pasado por él, tal vez 
arrepentido de su culpa, premie a usted 
cómo se inerece. 
—Doy a ustedes las gracias por él in- 
terés que les inspiro, Bien sabe: Dios qué 
nada quiero para mí... Sólo mis pobres 
hijos... Por ellos existo, por ellos sufro 
con resignación todas las amargutas, t0- 
das las penalidades que me rodean hace 
seis años. Si al recobrar el conocimiento 
el señor marqués; si cuando abandone 
ese lecho, fuera de todo peligro, quiere 
asegurar el porvenir de sus hijos y no 
quiere compadecerse de mi infortunio, 
yo me marcharé... no volverá a verme 
más... no le causaré ninguna molestia... 
Nada quiero para mí. Pero, ¡es tan justo 
que una madre pida para sus hijos!... 
—Vamos, señora, es preciso tener cón-. 
fianza, no pensar siempre lo peor,.. Lo3 
hombres delinguimos, pero también te- 
nemos nuestro arrepentimiento—dijo don 
Tomás, que se tomaba un vivo interés 
por aquella pobre madre—. Yo conozcó 
que el señor marquós ha sido un cala- 
vera, pero confío que él se enmendará, . 
El doctor, que comenzaba a sentirse 
violento, pues nada esperaba del mar- 
qués, miró la esfera de su reloj, y dijo? 
Van a dar las doce... Puesto que es” 
ta señora se empeña en dormir tan pocos 
desc”nsaremos nosotros hasta las seis 
Ahí tiene usted los dos nuevos medicas 
mentos que se le han de dar de media 
en media hora, alternados. Si ocurre al- 
go, ya sabe usted que en la antesala sé 
halla un criado de guardia, aunque y0 
espero que esta noche terminará la € 
Petit 
El médico, antes de' esa) entró 
en la: alcoba, estuvo observando el est 
do del herido, y salió diciendo: 
—Ma parece que le salvaremos. ha 
una gran mejoría, 
Y bajando la voz como si hablara. Cc 
sigo mismo, se dijo: 
«Un Padre de familia boñrede Y 
 
	        
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