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FOLLETIN DE EL MERCANTIL VALENCIANO
Entonces abandonó la silla sin meter
ruido. Salió de la alcoba y luego de la
habitación, y cruzando un corredor en-
tró en una pieza que servía de antesala
al gabinete donde se hallaba el marqués
de Bonato.
Allí, sentados cerca de la chimenea y
medio dormitando, estaban don Tomás,
el viejo mayordomo del marqués de Bo-
nato, y don-Prudencio el médico.
Ana fué a. sentarse cerca de la alcoba
en una butaca.
El herido dormía al parecer. Ana po-
día verle desde el sitio que ocupaba.
—¡Calla! ¿Ya está usted aquí?-—pregun.
¿ó el médico viendo a Ana.
—Sí, señor. Si ustedes quieren descan-
gar...
- «—Péro dígame usted, señora—repuso
el médico en voz baja—: ¿usted, cuándo
duerme? :
Ana se sonrió, porque aquella pregun-
la, aunque hecha con una entonación un
pocó brusca, le demostraba las simpa-
tías, el interés que por ella se tomaba
el viejo facultativo.
—He dormido tres
Ana.
—Eso no valé nada: el cuerpo humano
necesita por lo menos dormir seis,
—¡Pero si yo tengo" bastante!..,
acostumbrada...
—¡Bah! ¡bah! Lo que usted hace es ju-
gar con la salud, y tenga entendido que
suelo perderse fácilmente y Cuesta lue-
go mucho de encontrar.
- «—¿Va usted a enfadarse conmigo, se.
fñor don Prudencio?
—Y con razón. Tiene usted dos hijos...
y no debe usted olvidar que los hombres
son ingratos... más que ingratos... infa-
“mes, pues con la mayor “tacilidad del
mundo olvidan los beneficios y hasta sus
deberes.
Ana inclinó la frente sobre el pecho.
Su semblante melancólico se entristeció,
y sus labios dieron paso a un suspiro.
—¡Tiene usted unas cosas, señor don
Prudencio!...—dijo el mayordomo en Voz
- baja al médico.
horas — respondió
Estoy
—Digo lo que siento... pronostico lo.
que por desgracia saldrá verdad. En
cuanto Roberto recobre el conocimiento,
- es mu,” probable que...
—Señor don Prudencio, repare usted
que puede oírnos esa infeliz.
Tiene usted razón: ella no tiene la
culpa de las infamias del marqués,
El médico calló.
Ana, que había observado que habla»
ban acaloradamente, pero en voz bajas
preguntó llena de inquietud:
—¡Pues qué! ¿Por desgracia se halla.
peor el marqués? ¡Oh! No me oculten us-
tedes la verdad.
—Al contrario, hija mía--contestó el
mayordomo—; el señor marqués se halla
mejor, y dice don Prudencio, que espera
de un momento a otro que termine la ca-
lentura y los delirios que le tienen sin
conocimiento; y entonces, cuando aj tor”
nar a la vida la véa a usted a su lado,
cuando sepa el interés, los afanes y des-
velos que usted ha pasado por él, tal vez
arrepentido de su culpa, premie a usted
cómo se inerece.
—Doy a ustedes las gracias por él in-
terés que les inspiro, Bien sabe: Dios qué
nada quiero para mí... Sólo mis pobres
hijos... Por ellos existo, por ellos sufro
con resignación todas las amargutas, t0-
das las penalidades que me rodean hace
seis años. Si al recobrar el conocimiento
el señor marqués; si cuando abandone
ese lecho, fuera de todo peligro, quiere
asegurar el porvenir de sus hijos y no
quiere compadecerse de mi infortunio,
yo me marcharé... no volverá a verme
más... no le causaré ninguna molestia...
Nada quiero para mí. Pero, ¡es tan justo
que una madre pida para sus hijos!...
—Vamos, señora, es preciso tener cón-.
fianza, no pensar siempre lo peor,.. Lo3
hombres delinguimos, pero también te-
nemos nuestro arrepentimiento—dijo don
Tomás, que se tomaba un vivo interés
por aquella pobre madre—. Yo conozcó
que el señor marquós ha sido un cala-
vera, pero confío que él se enmendará, .
El doctor, que comenzaba a sentirse
violento, pues nada esperaba del mar-
qués, miró la esfera de su reloj, y dijo?
Van a dar las doce... Puesto que es”
ta señora se empeña en dormir tan pocos
desc”nsaremos nosotros hasta las seis
Ahí tiene usted los dos nuevos medicas
mentos que se le han de dar de media
en media hora, alternados. Si ocurre al-
go, ya sabe usted que en la antesala sé
halla un criado de guardia, aunque y0
espero que esta noche terminará la €
Petit
El médico, antes de' esa) entró
en la: alcoba, estuvo observando el est
do del herido, y salió diciendo:
—Ma parece que le salvaremos. ha
una gran mejoría,
Y bajando la voz como si hablara. Cc
sigo mismo, se dijo:
«Un Padre de familia boñrede Y