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CAPITULO VIII
DONDE TOMAS SE ENCUENTRA ENTRE LA ESPADA Y LA PARED.
Como vulgarmente se dilo. al mayor-
domo del. marqués de Bonato, cuando
vió salir de casa de su amo a Ana y sus
E PE se quitó un enorme q As enci-
11 del corazón.
* Tómás era un buen hombre, pero un
tanto egoísta; efecto sin duda de los se-
senta inviernos que había cumplido.
A pesar de sus ahorros, temía que el
marqués le despidiera, creyéndose que
le sería imposible vivir en otra casa que:
en aquella donde había nacido.
- Paseábase, pues, por la antesala, dán-
dose en el fondo de su corazón la más
cordial enhorabuena por el desenlace de
aquella. conspiración, cuando vió entrar
al conde de San Pablo,
La presencia de Carlos le desorientó
un tanto.
—¿Cómo sigue el marqués? —preguntó
Carlos.
—Perfectamente bien, señor conde—
contestó Tomás empleando el tono más
-.zalamero que le fué posible. pe
- —¿De modo que, según ad se halla
fuera de todo peligro? in
—Sí, señor. IE
*
¿Y de nuestro asunto, se o ha “adelan-
tado algo? ... + Ll
Aquí “soltó Un ritilóso suspiro el ma-
yordomo, viendo que la conversación se
encaminaba sin rodeos al punto más
desagradable para él.
¿Por qué suspira usted?
+ —Porque tiró el diablo de la manta y
se descubrió el pastel... 05. Lo ep
-—¿Qué la sucedido? A
: —Lo que yo me temía. El Motor mar-
-qués, al día siguiente de recobrar el co-
nocimiento, quiso enterarse de quién era
la. enfermera que le asistía; y cuando la
vió, la habló y la reconoció, la; ¡puso sia
más miramientos de patitas en la calle,
-—¡Ah! ¿Luego ha tenido bastante ya-
0% para arrojarla de su casal
PAS A señor condo E
—Pero ese hombre es un miserable.
-— Tomás suspiró.
—¿Y dónde está Ana? ¿Por qué no na
esperado que yo viniera ?—preguntó Car-
los con torio imperativo.
—Como el amo dispuso que saliera de
casa inmediatamente.. .—contestó Tomás
sin atreverse a mirar al conde, cuyos
ojos despedían chispas de indignación; No
—¡Señor Tomás! — exclamó Carlos—*
veo que en esta casa, en donde el amo
es un villano, un infame, todos sus ser”:
vidores se han. contagiado.
—¡Señor conde! '
—;¡Sí, todos!, incluso asiba de quien!
yo había formado una opinión distinta;
usted, que no debía haber dejado salí
a esa infeliz madre hasta que yo viniera.
—¡Pero si se empeño en marcharse!
del culpa tengo yo? . > E
—Nada de contemplaciones -- añadió
el conde verdaderamente indignado—+
_ Puesto que mis planes quedaron "destrul-
dos por ese villano que se llama marqués
de Bonato; puesto que ha sido tan in
me que ha tenido valor para arrojar d
-su casa a la madre de sus hijos; puest :
“que yo le brindaba con una reconcilia”
ción amistosa y prudente, y la rechazd
con su incalificable conducta, apelaremos
a los tribunales, habrá escándalo, Suy%
será la culpa, y no mía. Y en cuan
a usted, señor 'Tomás, lo mismo que
médico que le asistió, tendrán que des
clarar la verdad ante 'el juez; y como '
- Código señala su pena a los perjurof
pa)
espero que no lo echará usted de la
- moria cuando llegue la ocasión.
El viejo mayordomo estaba aturdi
las amenazas del conde le atronaba
cabeza. 0
: SOL. ¿Yo ante. a tribunales
-clamó—.
mi amo? Usted cocida e pit!
¿Yo declarando en contra
condes