162
rita, que el amor comenzó desde aquel
momento a echar raíces en mi alma.
-—¡Oh! Eso no es posible—exclamó Mar-
garita esforzándose por sonreirse,
Carlos hizo un movimiento de hom-
bros, demostrando la más perfecta natu-
ralidad, y añadió:
—Es tan natural que parezca a usted
extrafía mi revelación, que no seré yo el
que me ofenda. La vi a usted y la amé,
- encerrando el amor en mi pecho como
un precioso secreto del que se siente uno
avaro por conservarle, pues teme que la
publicidad le marchite, le degrade. Yo,
señora, no soy uno de esos amantes rO-
mánticos de largas melenas, pálidas me-
jillas y mirada torva, ni un enamorado
platónico que se pasa la noche suspiran-
do; sóy ante todo hombre dueño de mi
- voluntad, Amé a usted en silencio, por-
que respeto siempre la propiedad ajena.
Tal vez esto sea techado por alguno de
ridiculez; pero no me importa: yo sigo
siempre adelante el camiño que me, he
impuesto, sin ocuparme del qué dirán.
Por eso, al saber que usted se había di
=vorciado, que ningún: lazo , unía. con
don Jaime, he venido a revelarle lo que
hace tres años ha sido un secreto para
todos. Ahora, Margari
puede usted im-
ponerme si gusta el más terrible de los
- castigos: que no vuelva a esta casa. ,.
se ligeramente, esperó su sentencia,
largarita se sintió conmovida; lo que
cababa de oír le asombraba, de
ó conde de San Pablo era para ella
un hombre de ideas tan, elevadas, gue
er echa en él una farsa.
r vaciló, y esta vaci
rlos, guiado por un fin noble,
: n rar a una Mujer
$54 Yr jo
Y el conde, con una naturalidad lena
distinción, se puso en pie, e inclinán-
- Cisipándose
FOLLETIN DE EL MERCANTIL VALENCIANO
Margarita, revelando a pesar suyo el es-
tado intranquilo de su espíritu, :
—¿Arrepentirme de amar a usted?...
¡Ah! Nada de eso, señora. Hace tres años
que la amo; pero temo no ser correspób»-
dido, o, por mejor decir, temo haber lo"
gado: tarde, temo que otro hombre mas
feliz se haya apoderado del corazón de
usted. : » ]
—¿Y si eso no fuera cierto, Carlost.:
Margarita balbuceó las anteriores P-
labras, dirigiendo una mirada que €
hombre más incrédulo hubiera tomado:
por una esperanza.
—Entonces me creería el más feliz de.
los hombres, exigiendo antes una expli:
cación de las misteriosas visitas que 00”
das las noches hace a usted Antonio Gu-
tiérrez, ' p
- Margarita se llevó las manos a la frenb-
te. Las palabras, las miradas del conde,
“comenzaban a trastornarla.
Durante muchos meses, su único dese
había sido verse amada por el conde de
-San Pablo, por el joven extraordinario
por el hombre a la moda, por el viajero
- infatigable, que tan pronto se hallaba €
Africa cazando leones, como en el Sene-
ga! persiguiendo a las indómitas pante-
Tas. ES : EN
Cuando algún periódico, con ese afán
de contarlo todo, traía alguna anécdota,
alguna aventura cuyo héroe era el con-
de de San Pablo, Margarita guardaba ' J
periódico para leerlo en sus horas de só-
.ledad, y comparando al hermoso y aven-
turero joven con su marido, no podía
“contener los suspiros que brotahan: 4
E A E a IAE
Aquellos sueños queridos habían '
poco apoco de' su ment
undo era; pues, su asombrI9
pronto amada por Carlos,
cuando tenía 4 Antonio
ndole palabras: de amó