CAPITULO VI.
LAS SOSPECHAS
Vivía en el cuarto tercero de la casa
donde tuvo lugar el crimen que hemos
- Narrado una viuda de un intendente,
tan aficionada a leer novelas y a espiar
las acciones de sus vecinos, que nadie
estaba libre de 'sus ojos y sus oídos.
Llamábase doña Ursula, y tenía un
perrito americano en quien había pues-
to todo su amor, si,bien de vez en cuan-
do solía compartirlo con los héroes de
las novelas que llevaba entre manos.
Doña Ursula se acostaba tarde, sobre
todo cuando era interesante la lectura;
por esoa las ocho y;¡media' de la noche,
hora en que salía seguida de su querido
perro y su doncella, pues tenía la .cos-
Úmbre de concurrir a un café cantante,
- creyó Oír una especie de gemido al pa--
sar por delante. de la puerta. del piso se-
gundo. dog
El primer inoitiniento de dóña Ursula
fué detenerse pára enterarse mejor; pe-
ro dos minutos de profundo silencio la
convencieron de que podía continuar ba-
jando-:la' escalera, Alea no sucedía náda
de nuevo.
Cuando regresó a su casa serían poco
más de las once, y ¡cosa, particular, tra-
ándose de una señora tan amiga de en-
trometerse en lo que no le importabal,
al pasar por delante de la susodicha
puerta del cuarto segundo, resonó en sus
oídos otro lamento, otro gemido e se-
mejante al anterior...
Volvió a detenerse; pero esta. vez no
ra.
introdujo la punta del hocico. por el qui-
cio de la puerta, y comenzó a olfatear del
mismo. “modo que si estuviera lesa
u a codorniz. :
Doña Ursula' se convenció odia de
ún momento que no Se oía nada, y subió —
a su habitación, donde quitándose las
vi tosas. Y. alegres galas con' «ue suele -
j ridícula - de algunas
tió en la cama y cogió.
.ella sola la curiosa, pues el: perrito
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una novela, titulada íSiete generaciones
de verdugos».
A la mañana siguiente, a eso de las
doce, doña. Ursula tuvo que salir a. ha-
cer algunas compras y a llevar la moña
a su peluquero para que se la peinara..
Cuando pasó por delante de la puerta
del cuarto segurído, «Jazmín» (éste era el
nombre del perrito de la viuda) volvió a
meter el hocico por el quicio de la puer-
ta con una tenacidad da llamó la aten-
ción de su ama,
«Jazmín», después de olfatear un se-
gundo, comenzó a dar aullidos desespe-
rados. dl
—Pero, ¿qué diantre tienes, «Jazmín»?
—le preguntó su ama.
-El perro, que tenía una imposibilidad .
material en la garganta que le vedaba
contestar con, la palabra a las pregun-
tas de su ama, continuó ladrando y,
oliendo por debajo de la puerta,
—¡Es extrañol ¿Qué habrá en qemas?
—se dijo doña Ursula.
Y continuó bajando.
La viuda se detuvo delante de la: ahi
ta de'la portería. La portera se llamaba
la señora Francisca, y era muy comuni
cativa y servicial con los inquilinos, y.
mucho más con: dóña Ursula, a cuyo
cuarto gubía de vez en cuando a oír leer
novelas. :
—¡Hola! ¿Cómo : tan tempraniot—pre-
guntó la portera.-
- Como Madrid es la capital más tras
-nochadora del universo y la más holga-
zana, mucha gente llama «temprano» a
las doce del día. E
. —Voy a tiendas; tengo que hacer mu- $
chas comPras,, y como el día está bue= de
mo. Pero: diga usted, señora Francisca,
¿quién vive en el cuarto segundo? q
—Un pintor Mamado. don cdi ba
¿Roviralta. A o
— ¿Y Vive SolOr
“La portera hizo un guiño 2 indica
ba malicia, y contestó:
E Ran de los Pobres. —T, 1.5
da