Full text: Tomo 2 (002)

CAPITULO VI. 
LAS SOSPECHAS 
Vivía en el cuarto tercero de la casa 
donde tuvo lugar el crimen que hemos 
- Narrado una viuda de un intendente, 
tan aficionada a leer novelas y a espiar 
las acciones de sus vecinos, que nadie 
estaba libre de 'sus ojos y sus oídos. 
Llamábase doña Ursula, y tenía un 
perrito americano en quien había pues- 
to todo su amor, si,bien de vez en cuan- 
do solía compartirlo con los héroes de 
las novelas que llevaba entre manos. 
Doña Ursula se acostaba tarde, sobre 
todo cuando era interesante la lectura; 
por esoa las ocho y;¡media' de la noche, 
hora en que salía seguida de su querido 
perro y su doncella, pues tenía la .cos- 
Úmbre de concurrir a un café cantante, 
- creyó Oír una especie de gemido al pa-- 
sar por delante. de la puerta. del piso se- 
gundo. dog 
El primer inoitiniento de dóña Ursula 
fué detenerse pára enterarse mejor; pe- 
ro dos minutos de profundo silencio la 
convencieron de que podía continuar ba- 
jando-:la' escalera, Alea no sucedía náda 
de nuevo. 
Cuando regresó a su casa serían poco 
más de las once, y ¡cosa, particular, tra- 
ándose de una señora tan amiga de en- 
trometerse en lo que no le importabal, 
al pasar por delante de la susodicha 
puerta del cuarto segundo, resonó en sus 
oídos otro lamento, otro gemido e se- 
mejante al anterior... 
Volvió a detenerse; pero esta. vez no 
ra. 
introdujo la punta del hocico. por el qui- 
cio de la puerta, y comenzó a olfatear del 
mismo. “modo que si estuviera lesa 
u a codorniz. : 
Doña Ursula' se convenció odia de 
ún momento que no Se oía nada, y subió — 
a su habitación, donde quitándose las 
vi tosas. Y. alegres galas con' «ue suele - 
j ridícula - de algunas 
tió en la cama y cogió. 
.ella sola la curiosa, pues el: perrito 
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una novela, titulada íSiete generaciones 
de verdugos». 
A la mañana siguiente, a eso de las 
doce, doña. Ursula tuvo que salir a. ha- 
cer algunas compras y a llevar la moña 
a su peluquero para que se la peinara.. 
Cuando pasó por delante de la puerta 
del cuarto segurído, «Jazmín» (éste era el 
nombre del perrito de la viuda) volvió a 
meter el hocico por el quicio de la puer- 
ta con una tenacidad da llamó la aten- 
ción de su ama, 
«Jazmín», después de olfatear un se- 
gundo, comenzó a dar aullidos desespe- 
rados. dl 
—Pero, ¿qué diantre tienes, «Jazmín»? 
—le preguntó su ama. 
-El perro, que tenía una imposibilidad . 
material en la garganta que le vedaba 
contestar con, la palabra a las pregun- 
tas de su ama, continuó ladrando y, 
oliendo por debajo de la puerta, 
—¡Es extrañol ¿Qué habrá en qemas? 
—se dijo doña Ursula. 
Y continuó bajando. 
La viuda se detuvo delante de la: ahi 
ta de'la portería. La portera se llamaba 
la señora Francisca, y era muy comuni 
cativa y servicial con los inquilinos, y. 
mucho más con: dóña Ursula, a cuyo 
cuarto gubía de vez en cuando a oír leer 
novelas. : 
—¡Hola! ¿Cómo : tan tempraniot—pre- 
guntó la portera.- 
- Como Madrid es la capital más tras 
-nochadora del universo y la más holga- 
zana, mucha gente llama «temprano» a 
las doce del día. E 
. —Voy a tiendas; tengo que hacer mu- $ 
chas comPras,, y como el día está bue= de 
mo. Pero: diga usted, señora Francisca, 
¿quién vive en el cuarto segundo? q 
—Un pintor Mamado. don cdi ba 
¿Roviralta. A o 
— ¿Y Vive SolOr 
“La portera hizo un guiño 2 indica 
ba malicia, y contestó: 
E Ran de los Pobres. —T, 1.5 
da 
 
	        
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