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CAPITULO VII
EL CADAVER
El inspector, seguido de dos agentés
> acompañado de. la señóra Francisca,
se presentó en la casa donde se había
- reclamado su presencia.
Llamaron repetidas .veces a la puerta
-. del cuarto segundo; se dejaron transcu-
rrir treinta minutos, y por último dis-
puso el inspector que se fuera a buscar
un cerrajero.
Poco después quedaba la puerta fran-
ca a la policía. Todos los balcones se ha.
llabáan' perfectamente cerrados. Francis-
ca, «por orden del inspector, y. como co-
nocedora de la casa, abrió primero la,
ventana del recibimiento, que tomaba las
luces del patio; luego el balcón de la
sala.
Entonces se vió un reguero de sangre
que al parecer salía del gabinete, que,
como las demás piezas, se hallaba tam
- bién a oscuras.
El inspector entró perdais, se-
guido de los agentes, la portera y doña
Ursula; pero apenas había avanzado dos
pasos cuando retrocedió: todos imitaron
el movimiento del que les : precedía en el
reconocimiento.
- En aquella pieza se había cometido un
crimen terrible, pues se hallaba 'una mu-
jer atada a una butaca con un puñal cla-
- yado en el nacimiento de la garganta,
- y «cubierta literalmente de sangre. -
- Doña Ursula y la portera lanzaron un
grito de terror.
—Es preciso» «dar parte al: Juzgado. Pe.
distrito—dijo el inspector—. ¡A ver!,
hombre al. cuarto, otro que se. coloque pa
la puerta: y que no Pa la' salida. a
nadie de la casa.
Estas órdenes fueron ejecutadas inme-
de 'diátamente, y. poco después se hallaba el
- juez del distrito y los individuos del
_ juzgado constituidos en la casa de -1a
cálle del Caballero de Gracia.
Reconocido el cadáver por los profeso-
res de elcaBlA, E resultó € ser el sb ua mu-
jér joven de veinticinco a veintiocho
añós de edad, de hermóso semblante Y
fino: cutis, pelo negro perfectamente péei-
nado, vestido. de terciópelo color marrón,
pendientes de brillantes, pequeñas y ele-
gantes manos, y un anillo de oro en €l
dedo del corazón de la mano izquierda.
En los bolsillos del vestido se encontró
un portamonedas con quinientos reales
entre monedas de plata y oro, un tarje-
tero de chagrén con broche de plata, y,
dentro de él algunas tarjetas y una carta,
Las iniciales del pañuelo eran M. Ri,
y las tarjetas con este nombre: Margá-
rita Ruiz, Recoletos..., tércero,
Era indudable que aquella desgracia-
da había acúdido a una cita amorosa:
era admisible que el autor de la carta
tuviera parte activa en tan terrible cri-
men.
El juez creyó ver claro en aquel asun-
to. Se reseñaron en la causa todos los
objetos, se dispuso que se condujera el
cadáver al Colegio de Ciencias Médicas,
para que los profesores practicasen la
autopsia, y se ordenó que se siguiera, la
pista al autor de la carta, don Ernesto
Roviralta, mientras el juez tomaba algu.
nas declaraciones a los vecinos, y en
- particular a: la' portera- y doña Ursula,
que eran' las que habían dado el aviso.
La portera dijo:
Que ella. no había caia nada has-
_ta:que doña Ursula, la vecina del'cua:
tercero, le manifestó la insistencia con
que su perro aullaba y olfateaba al' pa-
sar junto a la puerta del cuarto segnas
do; que como dofía "Ursula le «había. di
cho haber oído la noche anterior por d
veces gritos ahogados, «subieron y' La-
.maron, sin obtener respuesta alguna; Y
sólo entonces «recordó que* había encon-:
trado descorrido el cerrojo de la puerta
dela calle, y que éste tenía al parecer
E
una mancha de sangre, somo asimiéina