FOLLETIN DE EL MERCANTIL VALENCIANO
Este nuevo dato afirmó más y más las
sospechas concebidas.
¿—Yamos—dijo,
-—¿Adónde?—preguntó Ernesto,
—Al Saladero. ;
El pintor hizo un gesto de repugnan-
cia; ¡pero inmediatamente practicó un
movimiento de hombros, y repuso:
—Suplico a usted que se me conduzca
en un coche.
El inspector hizo 1 un gesto afirmativo,
habló con uno de los agentes, que inme-
diatamente fué a buscar un carruaje.
Después de esto, tiró del llamador de
la campanilla, mandando que se presen-
tara el jefe de la fonda.
—Este cuarto—le dijo—, tan pronto Co.
ao salgamos nosotros lo cerrará usted
por su mano, entregándome la lave, y
nadie, sin incurrir en las penas consig-
adas en el Código, penetrará en él has-
ta que el juez lo disponga,
Y dirigiéndose a dos de los agentes,
continuó:
—Ustedes dos permanecerán junto 4
esa puerta hasta nueva orden,
—Pero, ¿qué es lo que ocurre?-——pre-
guntó el fondista.
—Sencillamente — contestó Ernesto—,
que este caballero me lleva preso. Cum-
pla usted sus órdenes.
—¡Preso! ¿Y por qué?-—repuso el fon-
dista extrañándose.
Ernesto estrechó la mano del dueño de;
la fonda, se sonrió y dijo:
—Me creerán sin duda criminal, Pero
nada temo: la equivocación se desvane-
cerá pronto.
Y volviéndose al agente, continuó;
Cuando usted guste, caballero,
Ernesto fué conducido al Saladero y.
encerrado en calabozo con orden de que a
no se le dejara hablar ni escribir; quedó.
incomunicado.