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CAPITULO VIII
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EN VEZ DE UNO SON DOS:
- Clotilde, acompañada de Loreto y Ro-
sa, paseó por el jardín hasta las diez. A
esta hora se retiró, hizo que la recogie- '
sen el pelo para dormir, y se acostó.
"¿Loreto cerró o fingió cerrar la puerta
dd del. dormitorio de su ama, mientras Rosa
colocaba la bujía y un vaso de agua en
la mesa de noche, coma tenía Por Cos-
tumbre,
“Colgada del techo del Mebíbetá. había
una lámpara, cuya
Coba.
' Las doncellas, después de o 188 pue-
- nas: noches a su ama, salieron por la
puerta de escape de la alcoba.
- El dormitorio de Rosa se hallaba si-
-tuado cerca del de su ama. Loreto habi-
taba un cuartito del piso bajo.
-—Esta noche tengo mucho sueño, que-
_rida Rosa—dijo Loreto cuando llegaron
al cuarto de aquélla.
- —Pues yo puedo asegurarte: que no
tardaré mucho en dormirme,
- —Buenas noches.
_—Que descanses..
Loreto bajó la one dejando. entor- |
es drón hasta. el pd de su pr
| paso, y entró en su
Una vez allí, dej:
a tenue luz no era'mo-
lesta, pues llegaba débilmente a la! al
ningún temor, pues todos los de la casa
sabían su muerte,
Cuando el reloj del comedor. dió las
once y media, Loreto creyó que había '
llegado la hora de acudir a la cita.
- Como hemos dicho, la habitación de
Loreto se hallaba situada en el piso ba-'
jo. Se recogió el vestido, y saltó: son bd
gereza por la ventana.
Entonces se arrimó todo cualitb ndo
a la tapia, y esperó, temiendo ser sor-
prendida. :
No se oía: mada: sólo el Aba e de
de hojas de ios árboles impelidas Por Le
suave brisa de la noche.
Persuadida de que ella únicamente se
hallaba en vela, se dirigió hacia la ta-
pia, tomando todas las procanemeS :
- oportunas.
Cuando llegó al árbol se detuvo, e
La luna estaba en creciente. En el cie-
lo se veía la claridad del astro de la
noche, que 'reflejaba melancólicamente
en las movibles copas de los árboles.
Un ruiseñor despedía al viento las no-
tas de su privilegiada garganta.
El canto de la avecilla molestaba.
Loreto, como molesta. e “inquieta al la»