Full text: Tomo 2 (002)

36 pp: UETIN DE El 
”mERCA 
IL VALEMAIANO 
  
cede. Empecemos el sacrificio. Mi padre, 
al abandonar esta casa en donde tantas 
adulaciones recibió nuestro oro, es JUus- 
to que no deba nada a nadie. Debo, pues, 
ayudarle 'a pagar a sus acreedores. 
Clotilde se dirigió hacia la consola, 
sacó del cajón un elegante joyero de ná- 
can, y. mé guardando cuidadosamente + 
ven él todás las alhajas de aleún valor 
que se hallaban esparcidas por los di- 
ferentes muebles del gabinete. 
Los pendientes que. llevaba, que eran 
dos rosas de diamantes, los guardó tam- 
bién en el joyero, y después se puso unos 
aretes sencillos. con una pequeña perla. 
Se dejó en el dedo una sortija de poco 
valor, y colocó ctra con una esmeralda 
sobre el velador, porque la tenía desti- 
nada a sú' doncella, 
—Estas joyas — se 
nos miles de duros. Siendo mi padre po- 
bre, no debo conservarlas, Se las remi- 
“tiré con una carta. edit 
Y se puso a escribirla, 
He aquí el contenido: 
«Padre mío: Tal vez lo que te remito 
por conducto de una doncella te puede 
ser útil vendiéridolo. Yo para nada ne- 
cesito los diamantes. Acepta el ofreci- 
miento de tu hija, y en ' ello le causarás 
un y er dadero placer. y» 
Hsórita: la carta, 
la campanilla y dijo a su doncella: 
—Querida Rosa: Aen la bondad de lle- 
vara mi padre esta carta y esta caja. 
Vuelve al mio nde pues tengo q. 2. 
larta 
Pocos momentos Aoepála: volvió. Rosa. 
El señor no estaba solo — dijo —; 
se hallaba con el conde de San Pablo. 
—Pero le bi entregado ha carta , el 
-cofrecilo? 
dijo — valen algu- 
tiró del ústndio: de 
- estoy 
haré, y no quiero. 
tancia especial e inesperada, tiene qué 
despedirla... 
—;¡Cómo! ¿Va usted a despedirme? 
—Sí, querida. 
—¿Y por qué, señorita? 
—Sencillamente porque ya no puedd. 
tener criados. 
—¡Quél 
Esta exclamación de Rosa hizo sonreir. 
a Clotilde, 
—Voy a despedirlos a todos. Tanto mi 
padre como yo no necesitamos ninguno. 
¿Van ' ustedes a marcharse de Ma- 
drid? 
—No. 
Entonces... 
—Es, hija mía, que somos pobres. 
—¡Bahi Eso no és posible, | Y 
Desgraciadamente lo es; y como O. 
mos pobres, no podemos mantener cien 
dos. 
Rosa palideció. Lo que le decía su ama: | 
parecíale un sueño o una broma; asi e3 
que después de un momento de vacilante 
inquietud, soltó una carcajada, que re”: 
primió al momento temiendo. que su 
ama lo atribuyera a falta de respeto, 
Veo, Rosa, que te. cuesta trabaj 
creer lo que te digo, uu 
Mucho, señorita. 
-—Pues basta que yo te lo diga. Somo 
pobres. Mi buen padre ha perdido toda 
su fortuna. Conque ya ves que no. «deb 
tener doncella. Yo no te hubiera de=p- 
dido núnca. Toma, pues, este recuerdo, 
y escoge de mi guardarropa el vestido 
que más te guste; es todo cuanto puedo 
darte como prueba de lo agradecida que 
a tus buenos servicios, 
Los ojos de Rosa se llenaron de 1 ágr 
- mas, 
“Maquinalmente eueló la sorlija de. 19 
esmeralda que le daba Clotilde, y con- 
tinuó llorando. 
—Pero aunque así sea — dot 1a 
“doncella —, ¿por qué me tengo que 40 
Yo no quiero separarme de usted, señor 
ta. Por pobre que sea el señor, neces 
rá una criada que vaya a la compra, 
. guise, 
y que lave la ropa; todo eso no 
usted hacerlo; pues bien, yO 
sueldo ninguno 
cuanto a la comida, no soy, gracias * 
puede 
" Dios, muy tragona; y como no seré 
Carga enojosa,. nO creo que se me d 
- despedir. 
Clotilde abrazó a Rosa, porque vio 9% 
'  plla, a una de esas mujeres que sin ' 
los ss Pain nada de lo8.8 amos a aoleAda] 
 
	        
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