CAPITULO IV
UN CONSEJO
lotilde ed darifioaamente a 'Loon>
la por la cintura y la. «condujo hasta un
Tá, en donde se sentaron ambas,
Supongo, amiga: mía, que ya sabrá.
d la inesperada desgracia que hemos
Ufrido, y que nos sume de Oporto en la
Obreza,
—Si—contestó Diontia con acento con-
Ovido--; el señor conde de San Pablo
16S lo ha participado, causándonos lá
tal nueva un profundo pesar,
Lo erco. Y ahora más que nunca
dezco la visita que usted me hace.
) reza no me espanta. tanto como el
amistad de Gstédes y la del conde de San
Pablo! :
Pero yo creo, Clotilde, que aun Pos
'dría remediarse esa desgracia,
—¡Ah! Es bastante difícil.
—Nada más sencillo, admitiendo el
ofrecimiento de mi madre.
—Amiga mía, grande es el consuelo
que me causan sus palabras; pero el con-
de de San Pablo ha dicho bien: nosotrog
no debemos admitir. +
—(Querida Clotilde, yo creo que esa no
es cuestión nuestra. Precisamente en este
momento mi hermano se balla hablando
con don Bernardo, y ellos se entenderán
somo god les lees ya en ashntos, de >