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BIBLIOTECA DE EL IMPARCIAL
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—Si—contestó Rocambole,
/
—¡Mi hija! ¿Dónde está mi hija?-—preguntó!
on angustia Pimoleon.
—Acude á las seis de la: mañana al ferroca- |
Juan el:
rril del Norte. En la estación hallarás 4
rarnicero,
—¿Y él me dirá dónde está?
—La tendrá en sus brazos y te entregará tu;
billete para Londres. Porque vas á salir...
—¿Me echais de París?
—No—dijo Rocambole;—pero te aconsejo que:
huyas... La policía.te busca.
—¡La policía... me busca á mil...
o si te quedas, te prenderán antes de ma-
ñana á la noche.
: —¿Pero de qué me acusan?—balbuceó: Timo-
eón.
que tú has querido en vano atribuir á los anti-
guos hombres de corazón,
Al decir esto, Rocambole que acababa da
sufrir tormentos infinitos, Rocambole, cuyo co-:
razón parecía aun querer: salírsele del pecho,
experimentó un arranque de súbita hilaridad,
—Nosotros valíamos más que todo eso, mi:
buen amigo—le dijo; —pero créeme, no pierdas,
tiempo, porque la. policía tiene una prueba irre-
eusable de tu culpabilidad, ]
—¿Una prueba?
4?
—Si-—afirmó Rocambole;-—la cartera robada :
á Mr. de Morlux, que se ha encontrado en tu
casa... Era menester que fueses castigado...
Timoleón lanzó un grito de rabia y echó á.
ferro oe noesn.criasa JOAO
A la sazón, salía la bella Marten gritando:
-—-¡ Venid... venid pronto!... ya vuelve en sí.
Agenor entró delante, precipitándose hacia |
camas,
Antonia se agitaba convulalvamente y mo».
"| brones.
vía los brazos y los labios
—De un robo de cien mil francos: cometido en |'
casa del señor vizconde Karle de Movlux;, robo. |;
Avuna seña de Rocambole, Vanda. la sentó
en la cama. E
Y todos la rodearon con:febril ansiedad,
De repente, los. labios: de Antonia: dejaron
«pasar algunos sonidos: confusos 6. inarticula-
¿dos; nego los sonidos fueron.más perceptiios
y se trocaron en palabras. :
—¿Estoy emel pariiso? —murmuró.
¡Abi —prorrumpió: Milon,—es-la. misma voz
de su madre.
Agenor se había arrodillado 4 las pies de la
cama y:llenaba! de besos! uná de las: manos de
Antontas
—¿Dónde estoy?—repetía: ellas
Mas sus ojos, permanecían cerrados, é inú-
tilmente 5ellevaba:ééllos:la: mano que Agenor
le dejaba libre. :
Después añadió: :
—Sí, estoy muerta; me: parece,.. mas como
era inocente, es imposible que no esté en.el.pa-
¿raÍsO. * mps : e
—¡Amtonial.. ¡Querida Antonial!...—murmu-
ró Agenor:
De: pronto: se abrieron: los párpados dela
«joven y fijó'en Agenor' su dulce y límpida mi-
rada. , 1iÓ 3
—¡Vosloomurmuróenidulte éxtasis.
—Ki, parsiso ha bajado: á.- la: tierra —dijo
Agenor., E :
—El pataiso es el armor; — repuso» Rocam-
bole,
y. WY'entonces se:alejaron lentam=- "9 de Amio-
(nia la:resucitada, que no vela ni»... más que
«su querido: Agenor; y se, reluglason en el rin-
cón más oscuro del cuarto, pálidos y som-
bríos comolos ángeles caídos desúe el cielo al
abismoO... >
La bella Marton,
Y Rocambole el presidiario;
Aquellos dos: réprobos; á quienes Dios ce-
rreba- el templo del armor con una Duerta de
EIN DEÍA PRIMERA PARTE,