Full text: Tomo 2 (002)

  
    
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BIBLIOTECA DE 
oh, 
EL. IMPARCIAL 
PAD EDO 
  
A 
1 
El condese seutó á una mesa, tomó recádo 
de escribir y dijo subordinadamentes : 
—ESpera d: 
La condesa dictó: A 
«Señor barón de Neubourg:. : 3] 
»Sois un cumplido caballero y comprende- ] 
reis perfectamente quehay nocesidades crueles 
á que es preciso someterse. : 
»No puedo batirme con vos esta tarde...» . 
> —¿Cómo?—preguntó el conde interrumpión- 
0S6. ] 
—Escribe—dijo la condesa con autoridad, 
Y siguió dictando: . 
«Al volver á mi casa encuentro 4 mi hijo. 
enfermo y á mi esposa desesperada de dolor. 
-.»03 pido un plazo de veinticuatro horas. | 
—Firma—dijo la condosa,—Gontrán es un, 
cumplido cabxullero, como acabas de escribir, y 
te creerá seguramente, : 55048 
—Pero, en fín —preguntó el conde—¿para qué | 
este plazo? 
- «(Quiero tener siquiera tiempo para discu - 
rrir, En presencia de un. peligro como el que 
nos amenaza, veinticuatro horas son á veces la. 
galvación. ae Li 
—Yo hubiera preferido matarle en seguida, 
La condesa se sonrió. 
—En veinticuatro horas-—repuso-—acaso jen- 
ga que hacer Gontrán otra eosa más importan- 
te que batirse contigo, : 5 
—¿Qué quieres decir? ,s : 
—iós mi secreto, S ves 
Y se sentó enfrente de su esposo diciendo! .. 
—Dame la pluma, 
e. 
e. 
E 
Y escribió rápidamente otra carta de cuatro | > 
líneas, que cerró, reservándose su contenido. . 
Después dijo; 
—Ve á buscar al mandadero de la esquina y 
que lleve sin demora tu carta á:su destino, 
—¿Y esa otra? —preguntó el conde indicando 
la que su esposa tenía en la mano. . 
. De ésta me encargo yo; 
. - En cuanto salió el conde, la condesa entró 
en su tocador y se vistió para salir, 
-— —"Enla escalera se dejó caer el velo, tan espe- | 
pen 
cda 
so que nadie podía conocerla y fué 4 ¿omar | 
Un carruaje, : 
,. —Calle Blanca, Y á prisa—dijo al cochero al 
pea la portezucla, ; 
. <XEl carruaje partió á escape 4 
tección. Ps E de mñn aquella A ] 
CAPITULO XXX 
Ea Sociedad de las Tres 
- Para compronder bien. el paso que intentaba 
Ja condesa de Estournelle, acaso sea necesario . 
,Fetroceder diez años, 
“e Jin 1844 tces bellas jóvenes rodeaban una 
¿Moche un velador tomando té en un gabinete 
«le la calle de San Lázaro. 
< Una de ellas iba á debutar en la Opera; otra ' 
tuna escena de gónero, y la tercera recibía los 
“homenajes de 'un barón alemán, que había 
  
¡Secogía todas las. moches ramos y coronas en. 1..-—Gontrán de Neubourgo 
par 
puesto á sus pies todas sus: rentas y el más 
brroso tronco de caballos irlandeses que 88 hti- 
biera visto nunca en París, AS 
La cantante no cantaba aquella noche; la 
actriz se había dado de baja por indisposición, 
y la baronesa alemana había dicho á su escla: 
Fi vo que iba á visitar 4 su familia. 
Una de ellas había hablado de una novela 
reciente que hacía furor en todas partes. , 
Era la Historia de los Trece, de Balzac. ¿ 
—Y bien, amigas mias—Jijo la dama del ha< 
rón alemán,—¿sabóis una cosa? ] 
—¿Qué?—preguntaron las otras dos, : 
—Que si tres mujeres como nosotras hicie- 
ran el juramento de los héroes de Balzac, irían 
auy lejos. 
—Acaso—contestó la actriz. 
—Sin duda—añadió la cantante, 
Y unas á otras se recibieron el juramento, 
Diez años después la cantante tenía treinta 
mil libras de renta,:la actriz pasaba de su teas 
trillo á la gran escena, y la dama del alemán 
“gra condesa. + 
Ahora bien, esta última era, como se adivi- 
na, la condesa de Estournelle, y el cupé de pla- 
za en que montó diez años más tarde la con- 
dijo á la calle Blanca, á la verja de un bello 
| phlacio de la propiedad de la cantante, 
Antes de llegar á esta calle, el cupé se había 
1 detenido un instante en la esquina de la calle 
de San Lázaro, y la condesa había entregado á 
j un mandadero la carta que había escrito poco 
antes, encargándole la llevara á su destino. 
Esta carta iba dirigida á la actriz Mlle, Olims 
po, y contenía estas palabras: 
«Topacio espera á Esmeralda para asunto 
urgente, en casa de Granate.» , 
Topacio, Esmeralda y Granate habían sido 
log misteriosos nombres de guerra de estos tres 
mosqueteros hembras, 
—Carlos—lijo la cantante á su criado al ver 
entrar á su amiga, -—no estoy ya en casa para 
nadie. 
Las dos amigas quedaron solas. 
Te necesito, mi querida Granate—dijo la 
condesa después de los saludos de intimidad, 
—Topacio, Esmeralda y Granate—contesió 
la otra—no son más que una misma persona, 
bien lo sabes, ; 
- La condesa se arrellanó en una butaca cos 
mo en su propia casa, 
—Sepamos—repuso la otra,—¿Qué quieres? 
¿Dinero? Tengo treinta mil francos en caga ¿Es 
necesario vender mis joyas? 
—No, h 
—Pues ¿qué quieres? 
—Desembarazarme de un hombre, y 
¿Quieres que le haga matar en dosafig? 
«NO; pero es menester confiscarle, z 
«Se procurará hacerlo, ¿Su nombre? 
  
 
	        
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