Full text: Tomo 2 (002)

  
  
  
      
232. 
- BIBLIOTECA DE EL IMPARCIAL 
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Mientras Víctor leía Ja carta en la puerta de 
la fonda, el humo del vapor se elevaba sobre el 
Loira á cien metros de distancia, E 
Era el Salmón, que se disponía á salir para 
Belle-1sle, cad 
Victor fué á bordo del vapor, olvidando un 
“momento al vizconde herido, : 
Pero la primera persona que vió sobra el 
suente le recordó muy luego su adversario de 
a víspera, 
Esta persona era Bellecombe, que daba sus 
últimas Órdenes, : 
Víctor se fué derecho á €l y le tendió la 
MANO. 
El marino le acogió con sonrisa afectuosa, 
—No vendróis á provocarme—le dijo, 
No tengo ya motivo, 
—¡Ahl : : 
—Sé ya el nombre que vos me ocultabais. 
El marino ahogó una exclamación de sor- 
hresa. 
P —Elleñador de Soloña—añadió Victor,—se 
Lama el vizconde de Cheneviere, 
—Y ¿cómo habéis podido averiguarlo? 
—El mismo me lo ha dicho esta mañana, 
—¡Abil ¿Le habéis visto? : 
-—Me he batido esta noche con él yo. 
Victor lé refirió la ocurrencia, 
—¡Pardiezl —exclamó el marino con pesar, 
Pero el vizconde—repuso Víctor,—me ha 
dicho demasiado, y sin embargo, no me ha di- 
cho bastante. 
pe OS 
íctor miró 
tinuó: 
—Me ha hablado de mi padre, 
El marino palideció, dd 
—¡Abl—exclamó entonces Víctor, sonroján- 
dose,-—vos también sabeis algo, y os callaréis 
también. : 
—Sois un niño—dijo Bellecombe,—y en vez 
de marearos pensando en cosas que sabréis 
nás tarde, y que acaso no tienen la gravedad 
que les dais; venid á almorzar conmigo y á pa- 
searos á Belle-Isle, : : 
: -——ANá VOY. 
-- Pues bajad á mi cámara y esperad un mo- 
%  Inento, j . 
- Víctor bejó, en efecto, y mientras volvía el 
marino, leyó la postdata de la carta que hubía 
fecibido. 
«Desembarcad en Locmaria; encontrareis 
en el puerto un cafetín que tiene por muestra 
y nombre El Zorro de Oro, Pedireis una habi- 
tación y esperarels.» 
-—Acaso ella también sabe algo—dijo Victor, 
dejando caer la frente entre sug manos, 
—Pero ¿qué erimen—añadió, —qué crimen ha 
podido.cometer mi padre? 
Tres horas dospuós al Salmón llegaba á Be- 
Me-Isle, 
e E 
fijamente al marino y con- 
  
CAPITULO XXXIX 
Fstratagema $0 
La tarde anterior la condesa de Estournelle 
Esmeralda se paseaban solas por la orilla del 
mar y hablaban de sus intrigas, 
—Amiga mía—dijo Esmeralda á la condesd) 
—¿quiéres que te dé un buen consejo? 
—Venga, pues, 
- —Pues escucha: para el prisionero ruso te 
llamas madama Durocher; eres un ángel y fe 
ama, Mientras no te llames la condesa de Es-. 
tournelle, el prisionero te a tá... tam- 
bién. Pues bien, deja á Víctor en Na 
Torre de Nesle, 
La condesa la escuchaba pensativa, cuando, 
oyendo pasos á su espalda, se volvió con su 
amiga y vieron al prisionero ruso que se acef- 
caba á ellas, E 
—¡Ah! señora—exelamó el joven dirigiéndo= 
se á la condesa—sl Supierais.., 
—¿Qué os ha ocurrido? 
—Ha recibido una buena nueva de París y 
vengo á ponerla en vuestro conocimiento, 
La condesa se estremeció, 
El prisionero sacó una carta y se la ofreció 
á la supuesta viuda Durocher, 
—Ved—le dijo; —hay en París quien se ocupa 
de mi; tengo amigos desconucidos. 
La condesa leyó estas misteriosas líneas: 
«El capitán Grano de Sal no ha muerto; está 
en París, donde tiene amigos poderosos y tra- 
baja con ellos para condundir á log despojados 
res de herencias,» 
La condesa pensó instintivamente en Gon 
trán, 
Sin embargo, dominó su emoción y continuó 
leyendo: 
- «Los amigos del capitán Grano de Sal agi-. 
tan altas influencias cerca del ministro de 13 
ue el prisionero Andre- 
Guerra con el fia de 
witsch pueda venir á París, y esperan obtener 
esta gracia dentro de dos días.» 
Mientras la condesa leía, un ligero sudor 
bañaba su frente, 
Pero el prisionero, entregado á su júbilo, - 
decía á Esmeralda: : 
—¡Ahl voy á volver á París. Yo confundiró 
fácilmente, con ayuda de esos amigos, al infa- 
me que, después da haberme despojado de Mi 
nombre, quiere también despojarme de mi lie- 
rencia. ¡Oul ¡Con qué fruición les veré salir ex- 
pulsados de la casa en que nació mi padre 
él, á ella, á su hijal... : 
La condesa volvió á plegar la carta y se lA 
devolvió al prisionero. 
—Tenéis razón, amigo mio—le dijo: es pro”. 
ciso ser implacable, 
ntes algu- 
"nos días más y conjuga con Andrewitsch el 
verbo amar, Esto no será largo tampoco: te cO- 
nozco y sé que Topacio no ha amado nunca. 
más de ocho días. Dentro de ocho días haz ve- 
nir á Víctor y.. representa una escena dela 
  
    
    
  
 
	        
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