LJOTECA, DE HL IMPARCIAL,
ce | A
fi "CAdiós—dijo por Gn el vizcondo,—tú to lo
AS pero mañana volveré,
-—Salid, honrado anciano, salid,
- Este epíteto fué un golpe de maza para el
vizconde.
El honrado viejo partió; había venido á pie
y así $e fué, pero ahora tropezando á cada
paso. *..
y —Todo lo coto niaba: OBRA visto á
Pablo y Pablo le habrá dicho...
La calma del vizconde tuvo la duración de |
algunos -egundos, pues muy luego volvió á caer
en su atonía,
Pero no por eso dejaba de protestar contra
el golpe que le hería,
E El amor que sentía acababa de mezclarse de
odio,
—¡Ahl—decía,—Si alguna vez puedo dejar de
MEE jcónio he de aplastar Ja cabeza de esa
víboral;., E $
Al llegar És la esquina de la callo Blanca, un
fiacre descendente ASESMDODADa en la calle de
San Lázaro.
Los ojos del vizconde se fijaron un momen-
to en este carruaje, y se encontraron con la mi-
rada de una dama que iba sola en él,
A 1d. vizconde se quitó el nod y la 8a-
udó, ..' ,
—¿Sois. vOS, vizcondo!—pregunió la: dama ha-
cia detener su carruaje,
—Siempre vuestro humilde servidor, señora
condesa. :
Era la de Estourielló, que venía de casa del |
su amiga Grañato,
Las. a re don: una penetración Imprar £
villosa. — *
—¡Aht-—dijo para sí la condesa, —¿Qué tiene
este viejo? ¿Estará acaso enamorado?
y risa:
excéntrico?
—-Sí, señora. ' ARE
—Subid, subid á mi carruaje, E
—Pero.,
—Subid, pues, ¿dónde queréis que os deje?
Donde queráis—contestó el vizconde dis-
rra NÓ
—Vizconde—repuso la dama luego que mon-
tó. el viejo y se puso otra vez en marcha el ca-
“Pruaje,—me vale ó permitir una indiscreción
acaso,
8 —SOÑOFA.
—Adivino que tenéis algún pesar, Estáis pa
Jido, macilento,,
a 9 LO
- —Tenéis la voz quebrada, y.» sl, hasta lágri-
más en los 03os, Hace ya doce 6 catorce 2108
Que nos conocemos, ¿No es así?
—Poco más ó menos, e
—Soy, pues, una amiga entigua, ¿No he sida
yo antes de ser condeba. amiga de aquella rubia
Y le ofreció la mano, diciéndole con son-
—Pero, vizconde, ¿vos á pie en un barrio. tan
Hamaba simolomente Topacio, y so dijes
de A EA Dramátitast.a ¿Cómo se. la-
maba?
.—Moka, As 7 S
" —Es verdad, PIS bien, 08 de en la
calle de San Lázáro, 4 pie, á las seis, con log
ojos fatigados y la cara triste... y tengo el de-
recho de suponer que si Moka ha tomado su
retiro, hay en el barrio una beldad que se mues-
tra cruel con vos, Sed franco y decidme la
verdad.
—Es verdad—contestó el vizconde.
¿Y la amáis?
—Como se ama á mi edad, Tengo cincuenta
y ocho años—dijo el vizconde con despecho.
—¡Pobre amigo míol—exclamó la, erat
—¿Vamos á hacer un pacto? dE
qe pacto? ¿
n pacto de alianza,
—¡Ahl
- —Vos conocéis á mi esposo. Me encontrais
sola, en fiacre, á dos leguas de mi casa... Esto
puede pareceros sospechoso. Pues Ue pros
metedme el silencio. :
—Os lo prometo.
—En cambio yo me encargaró de vuestros
intereses de amor. ¿
El vizconde se estremeció,
.—¿Cómo se llama esa beldad?—proguntó la
condesa. —No vacileis, el pacto es ventajoso
para vos, e
—Pero...
- —Hablad, :
—No la conocéis, *
iS importa? La conoceré.
El vizconde vacilaba aún. a
- La condesa insistió, Aiélsndo: /
o quiero saberlo todo: el mejor medio de
merecer vuestras confidencias es haceros yo
una por mi parte.
—SeñOfra...
—Escuchad: yo estoy en París, sin que lo
sepa mi esposo, que me supone en Bretaña,
—¿De veras? ]
habito misteriosamente en el barrio en
que nos hemos encontrado»
El vizcoude se sonrió.
—Tengo, pues, libertad absoluta—añadió la
condesa. —¿Y vos?
'—¡Ohl Yo... yo no se si soy libre 6 esclavo.
—¿Vnis ordinariamente 4 comer á pende
casa, vizconde? ee 4
—No siempre, a P
.S, ae no se os espera?
—Perlectamente. Vais á llevarmé á los Cam-
has Elíseos, comerémos, y no nos separaremos
asta que me hayáis hecho vuestras iris”
cias.
Esta perspectiva de comer á sólas con una '
mujer hermosa que se ofrecia como médico de
alma debía seducir al vizconde.
Este había conocido á la condesa cuando s8