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poda a
-»Pero tranquilízate, el rey es mejor de lo
que tú piensas, estima mucho á mi padre y te
indultará.»
La carta de Diana no concluía aquí; pero lo
demás no era sino una larga serie de esas pa-
labras y [frases encantadoras en su mismo des-
orden que componen el lenguaje del amor y
sólo tienen sentido para los que se aman,
El día siguiente recibió Diana la contesta-
ción en estos términros:
. «Ab! Diana, amada mía, ¿no te haces ilu-
siones? ¿No te exageras la bondad de ese hom-
bre que ha despojado á su rey? .
»Tu padre puede mucho, lo sé; pero el vien-
to de la fatalidad ha soplado. sobre nosotros, y
cóntra la fatalidad no pueden nada los hom-
bres.
lana mía, . q,
»Si no quiero que te abandones demasiado
pronto á'la esperanza, tampoco quiero que deg
cabida en tu alma a la desesperación,
»Dios es bueno, ha visto y protegido nues-
tro amor y aun ha permitido que este amor no
sea estéril, Esperemos pues,
»Aquí se me trata con el mayor miramiento,
kl mismo general ha venido 4 visitarme, Es
franco, aunque algo brutal: me ha significado
que no participaba de las ilusionesde tu padre,
-—»Sé de buena tinta—me ha dicho—que el
rey está muy irritado por la tenaz resistencia
que habéis hecho, y las personas que le rodean
aún están más irritadas que el rey.
, ¿»No creas, amada mía, que estoy en un ca-
abozo, Lejos de esto se me ha destinado una
habitación muy clara y bien amueblada, Tengo
libros, periódicos, recado de escribir, Se me
irata como un amigo; pero estoy preso y con-
jenado á muerte.»
¿ Mientras la baronesa y el conde se comuni-
taban así, el general marqués de Morfontaine
su sobrino el vizconde corrían en alas del
ento hacia-París,
¡ El'general sembraba el oro en su camino
Por llegar lo. antes posible, y así había calcu: |
fado estar en.la corte en menos de tres días,
7 A la caida de la tarde de la primera jorna-
da, la silla de posta llegó al AS de B., en
'as,cercanías el camino de Rochefort y el de
que conduce á
oitiers se reunen en uno“ solo
'¡AQUTS, 1
:. En este paraje el país es accidentado, mon=
+4bS0 quebrado y cubierto de bosques. ?
Y: o:.se' hallaba á tres kiló=-
á -B., al.pie de: una colina en
e falda serpenteaba' el'camino para llegar á
¡cima, 8
ie Una* miserable posada' había en aquel pas
r. $ :
. E TIO—dijó el vizconde; =spn' las siéto y mew
: pt habéis tomado nada desde esta maña:
_BIBLIOTECA. DE_EL IMPARCIAL:
»Sin embargo, ánimo, no te |desconsueles, -
ermitidme que meopongxwá que continue |
moy nuestro viaje antes de que toméis siguierd
una sopa.
—Sos como quieras, sobrino—contestó q
neral, —porque es menester que tengamos
za para viajar, ii
El vi£comde echó pie 4 tierra, ayudó á pen
:á su tío y le hizo entrar en la posada, en 1le-
postillón que había de reemplazar al qU
gaba apuraba su último vaso de vino.
Este postillón tenía una gran barba
sombrero que se le calaba hasta los 0jo8 y del
tapabocas que le cubría la parte inferio
rostro, el cuello y los hombros. uso E
Mientras que el general se sentaba big A
mesa puesta pa al fuego, el vizcon Y
acercó al postillón, ]
—¿Eres tú, Ambrosio? E
/ il mismo—contestó el postillón. bis
El vizconde y el ayuda de cámara C31 pa
ron una mirada de inteligencia, y el priM cai
fué luego á sentarse á la mesa con el gent
La comida fué sobria y breve. ral
—Vamos, vamos, vizconde—dijo el gent”
levantándose,—No hay tiempo que perder. oro
Y tirando sobre la mesa una moneda de pa
salió sin e8 NO la 9 2 Ae red md A
mente á la berlina seguido del vizconde. Sl
El postillón de la barba roja hacía chasques
ya su látigo, - e
—Arrea, postillón—gritó el general.
El postillón arreó y los caballos arranca*””
al trote largo, A
Pero á los diez minutos los caballos fuero A
acortando hasta que quedaron al paso, E
, . El general se asomó á la ventanilla,
28 duermes, postillón?
o, señor, : e
——Pues aviva esas bestias, > pa
—Señor—contestó Ambrosio, que disfraza
la voz tan bien como su rostro, la subida |
demasiado ruda para que sea posible contin
el trote. E ura
—¿Dónde estamos? La noche es tan 08€
que no reconozco el paraje. E
——Estamos en la falda de Aurettes, senor- q
—¡Pardiezl El muchacho tiene razón—M!'
muró el general, —aquí es imposible trotar.
—¿Es muy larga la subida?-—preguntó
vez el vizconde, :
. —Cosa de una legua, señor, , ó
*—Entonces voy á aprovechar la ocasión» da
-—¿Qué vas á hacer?—le preguntó el gen"
—Voy á estirar las piernas andando un F
y á fumar, por
Y sin más razones el vizcónde abrió la P
tezuela y saltó al camino, ,
El postillón había ya echado pie
á tierra Y
caminaba por la orilla de la carretera chas
queando de vez én cuando su látigo.
Los caballos subían tranquilamente. n ele
-. —jPostillónl-—dijo el vizconde sacando U
garro, | E
roja, Un
ps 1 k