Full text: Tomo 2 (002)

  
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poda a 
-»Pero tranquilízate, el rey es mejor de lo 
que tú piensas, estima mucho á mi padre y te 
indultará.» 
La carta de Diana no concluía aquí; pero lo 
demás no era sino una larga serie de esas pa- 
labras y [frases encantadoras en su mismo des- 
orden que componen el lenguaje del amor y 
sólo tienen sentido para los que se aman, 
El día siguiente recibió Diana la contesta- 
ción en estos términros: 
. «Ab! Diana, amada mía, ¿no te haces ilu- 
siones? ¿No te exageras la bondad de ese hom- 
bre que ha despojado á su rey? . 
»Tu padre puede mucho, lo sé; pero el vien- 
to de la fatalidad ha soplado. sobre nosotros, y 
cóntra la fatalidad no pueden nada los hom- 
bres. 
lana mía, . q, 
»Si no quiero que te abandones demasiado 
pronto á'la esperanza, tampoco quiero que deg 
cabida en tu alma a la desesperación, 
»Dios es bueno, ha visto y protegido nues- 
tro amor y aun ha permitido que este amor no 
sea estéril, Esperemos pues, 
»Aquí se me trata con el mayor miramiento, 
kl mismo general ha venido 4 visitarme, Es 
franco, aunque algo brutal: me ha significado 
que no participaba de las ilusionesde tu padre, 
-—»Sé de buena tinta—me ha dicho—que el 
rey está muy irritado por la tenaz resistencia 
que habéis hecho, y las personas que le rodean 
aún están más irritadas que el rey. 
, ¿»No creas, amada mía, que estoy en un ca- 
abozo, Lejos de esto se me ha destinado una 
habitación muy clara y bien amueblada, Tengo 
libros, periódicos, recado de escribir, Se me 
irata como un amigo; pero estoy preso y con- 
jenado á muerte.» 
¿ Mientras la baronesa y el conde se comuni- 
taban así, el general marqués de Morfontaine 
su sobrino el vizconde corrían en alas del 
ento hacia-París, 
¡ El'general sembraba el oro en su camino 
Por llegar lo. antes posible, y así había calcu: | 
fado estar en.la corte en menos de tres días, 
7 A la caida de la tarde de la primera jorna- 
da, la silla de posta llegó al AS de B., en 
'as,cercanías el camino de Rochefort y el de 
que conduce á 
oitiers se reunen en uno“ solo 
'¡AQUTS, 1 
:. En este paraje el país es accidentado, mon= 
+4bS0 quebrado y cubierto de bosques. ? 
Y: o:.se' hallaba á tres kiló=- 
á -B., al.pie de: una colina en 
e falda serpenteaba' el'camino para llegar á 
¡cima, 8 
ie Una* miserable posada' había en aquel pas 
r. $ : 
. E TIO—dijó el vizconde; =spn' las siéto y mew 
: pt habéis tomado nada desde esta maña: 
      
  
   
  
   
  
_BIBLIOTECA. DE_EL IMPARCIAL: 
»Sin embargo, ánimo, no te |desconsueles, - 
  
ermitidme que meopongxwá que continue | 
  
moy nuestro viaje antes de que toméis siguierd 
una sopa. 
—Sos como quieras, sobrino—contestó q 
neral, —porque es menester que tengamos 
za para viajar, ii 
El vi£comde echó pie 4 tierra, ayudó á pen 
:á su tío y le hizo entrar en la posada, en 1le- 
postillón que había de reemplazar al qU 
gaba apuraba su último vaso de vino. 
Este postillón tenía una gran barba 
sombrero que se le calaba hasta los 0jo8 y del 
tapabocas que le cubría la parte inferio 
rostro, el cuello y los hombros. uso E 
Mientras que el general se sentaba big A 
mesa puesta pa al fuego, el vizcon Y 
acercó al postillón, ] 
—¿Eres tú, Ambrosio? E 
/ il mismo—contestó el postillón. bis 
El vizconde y el ayuda de cámara C31 pa 
ron una mirada de inteligencia, y el priM cai 
fué luego á sentarse á la mesa con el gent 
La comida fué sobria y breve. ral 
—Vamos, vamos, vizconde—dijo el gent” 
levantándose,—No hay tiempo que perder. oro 
Y tirando sobre la mesa una moneda de pa 
salió sin e8 NO la 9 2 Ae red md A 
mente á la berlina seguido del vizconde. Sl 
El postillón de la barba roja hacía chasques 
ya su látigo, - e 
—Arrea, postillón—gritó el general. 
El postillón arreó y los caballos arranca*”” 
al trote largo, A 
Pero á los diez minutos los caballos fuero A 
acortando hasta que quedaron al paso, E 
, . El general se asomó á la ventanilla, 
28 duermes, postillón? 
o, señor, : e 
——Pues aviva esas bestias, > pa 
—Señor—contestó Ambrosio, que disfraza 
la voz tan bien como su rostro, la subida | 
demasiado ruda para que sea posible contin 
el trote. E ura 
—¿Dónde estamos? La noche es tan 08€ 
que no reconozco el paraje. E 
——Estamos en la falda de Aurettes, senor- q 
—¡Pardiezl El muchacho tiene razón—M!' 
muró el general, —aquí es imposible trotar. 
—¿Es muy larga la subida?-—preguntó 
vez el vizconde, : 
. —Cosa de una legua, señor, , ó 
*—Entonces voy á aprovechar la ocasión» da 
-—¿Qué vas á hacer?—le preguntó el gen" 
—Voy á estirar las piernas andando un F 
y á fumar, por 
Y sin más razones el vizcónde abrió la P 
tezuela y saltó al camino, , 
El postillón había ya echado pie 
á tierra Y 
caminaba por la orilla de la carretera chas 
queando de vez én cuando su látigo. 
Los caballos subían tranquilamente. n ele 
-. —jPostillónl-—dijo el vizconde sacando U 
garro, | E 
   
roja, Un 
  
  
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