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LA RESURRECCION DE ROCAMBOLE
o
- ¿S8ún interés que se presenta para mí. Hasta
Ahora, y desde hace dos «años, solo me he 0en-
¿Pado de personas poco Ó nada importantes, y
comenzaba á perder la paciencia. : 5
- Hablando así, tomó dela repisa de la chi.
Unos papeles.
Estos papeles, que. recorrió con la vista, es.
taban escritos con caracteres, geroglíficos, cu-
«Yo secreto poseía solo sin duda el hombre d
las. gafas verdes. 5]
—Íil barón Gontrán de Neubourg—continuó
diciendo,—el vizconde, Arturo: de Chenevieres,
dentemente hombres. honrados á carta cabal;
¡Pobres jóvenes!
rada y que indicaba la. llegada de alguno,
- S50onó. en este momento, :
—Aquí está ya.el barón—dijo para si el de las
talas. verdes. :
En efecto, poco después llamaron á. la se-
Apareció enel umbral,
pies á cabeza al hombre de negocios,
—Soy yo, caballero, :
El barón le saludó y su interlocutor Je:de-
volvió el saludo con una cortesía que revelaba
hábitos de buena sociedad. 31
—Caballero—le dijo el barón—esta mañana
he recibido una carta Vuestras.
—En efecto,
Una carta de cuatro líneas,
—Es verdad. 3 :
—Y estas cuatro líneas decian: «Se ruega eon-
todo encarecimiento «al señor: barón de Neu-
beurg tenga la bondad de pasar esta: misma:
mañana á casa de M. Rocambole, hombre de
'ancia.»
—Fxactamente, señor barón.
—¿Y sois vos M. Rocambole?
El hombre de negocios se inclinó..
0s escucho, PR
Rocambole ofreció una butaca á Gontrán,
—Sentaos—le dijo;—tenemos que” hablar un |
buen rato.
—lón hora buena,
—Y de cosas que os interesan mueho,
Menea una voluminosa cartera y sacó de ella |
lord Blakstone y el marqués de Verne son evi- |
¡Pero precisamente por esto son incapaces de |
conducir bien la misión que se han impuesto,
El timbre colocado tras de la puerta de en- |.
gunda puerta, y el barón Gontrán de Neubourg |
—¿El Sr, Rocambole?—preguntó mirando; de ]
de
Rh
'
[hab
legocios, para un asunto de la mayor impor-!|
[hora
—Pues bien, caballero—repuso el barón;—ya |
El barón miró á su interlocutor .eon vivas.
Muestras de curiosidad,
—0Os escucho, pues,
“Rocamuole llevó la. mano á la chimenea, to-
20 un cajón de cigarros y ofreció uno al barón
“0n exquisita corte-Ía,
—H6 aquí un bombre de negocios extraño
dOr sus maueras—dijo para sí el barón acep-
“tdo el cigarro
| gos mi historia.
—Señor barón—dijo luego Rocambole,—¿no
es verdad que me encontráis muy feo?
E Caballero... As
pr 'Sed franeo... Me encontráis horrible,
y 6 L£
y —Pero, señor Rocambole...
—He: tenido la desgracia de recibir un'tiro en
“la cara, y tengo los ojos quemados de tal. ma-
MiS que me es Imposible exponerlos al aire
iHre.: , EE,
—¿Habéis servido acaso?
—No,.. he estado en presidio,
El barón hizo'un' movimiento de sobresalto,
—Tranquilizaos, caballero—repuso Rocam-
bole sonriendo; — soy «ya hombre: de bien, y
vuestro bolsillo está aquíien seguridad,
-—Pero, en fin, señor Roca ubole—dijo el ba-
-rón impaciente: —¿podríais explicarme?,..
—¿Para qué os he escrito?
o Sh
—Es lo que voy 4 hacer ahora mismo; pere
antes es preciso que os refiera á grandes ras-
—¿Es preciso?
—Iwdispensable,
—Iintonces... ]
—Señior barón—dijo Rocambole,--yo soy uno
de los hombres más extraños del siglo én que
| vivimos, He sido gallardo como vos, elegante
como vos; he tenido dos ó trescientas mil li-
bras de renta, un título de marqués, caballos
de pura raza, amantes de raza también, un
"palacio en el arrabal de San Germán, y. he es-
tado á punto de casarme con la hija de un
grande de Espana.
—¿ Y después?.,, "
Después he sido presidiario... Pero antes
ía sido un pilluelo de París, un: perdido,
abandonado al principio por la policía correc-
cional y olvidado después por el tribunal de
Assises, Comencé por robar, después asesi-
né
da
Elbarón no pudo reprimir un movimiente
| de disgusto,
-- —Pero el arreventimiento—añadió Rocam:
bole—es una luz caída en mi corazón y soy ya
bre de bien,
—Un poco tarde—dijo el barón sonriendo,
—HEn buen hora; pero más vale tarde que
3 nunca; ES
Después de un silencio de algunos minutos,
continuó diciendo Rocambolé:
-—Os decía, señor barón, que he robado, ase-
sinado y hecho los más extraños y diferentes
papeles, Mi espantosa odisea ha terminado en
el presidio,, y. en el presidio, arrastrando la ca.
dena, desfígurado, sin: esperanza, me asemejé
Jergo tiempo, á esos yea dd precipitados del
«cielo y que malilerían á Jehovah. Pero un día
que ténia la pierna rota, y gemía sobre una roca
Perdida en €
e
mar, pasá junto á mí una mujer,
"me echó una mirada de compasión y dejó caer
«Jen mi gorro verde algunas monedas de oros