LA BANDERA ROJa
- —A pecho descubierto, —dijo Cesar, —hemos de ganar-
los, pero no del modo que decís. ]
m0 —¿Acaso queréis que vayamos por el aire? ¡Truenos y
rayos! Pues inventad un artefacto para ello y vamos alíá.
—Poco menos que por el aire hemos de ir, —repuso
Cesar sonriendo,—pero sin otro artefacto que nuestro
valor. bs a ia
—En cuanto á eso, ya sabéis que no nos falta, —dijo
Luis. ) | | :
_—He aqui mi plan, que espero merecerá vuestra apro»
- bación. ON 4 |
Todos los capitanes se aproximaron á Cesar para no
perder una sola de las palabras que iba á decir.
El jefe de los Titanes continuó:
—El único punto por donde podemos ascender hasta
la cima de las montañas que defienden la entrada del
puerto, es por el mar. Ey verdad que hay trozos en que
la piedra es tan lisa, que con la mayor facilidad se res-
bala uno, pero... | ; |
- —De todos modos, —dijo Barnardo,—se necesita, que-
rido tío, una serenidad á toda prueba para hacer esa
ascensión.
-——Y, además, que desde arriba, con desprender una:
sola piedra, barrerían á nuestros hombrés, —añadió Ar-
DAS iodo 0 MIRA AS
¿Es eso lo que creéis todos? —dijo Cesar.
- —$Í, señor, | e a a AO |
—Pues bien; en primer lugar que esa ascensión se ha
de verificar de noche. En segundo, que quiénes han de:
subir somos nosotros, los jefes, que iremos dejando clava:
dos los jalones para .asegurar las escalas por las cuales
subirán únicamente diez y seis hombres de los nuestros.
ee Con ellos sólo basta. |
—Pero ¿y si no llegan? —preguntó el Malagueño. ?
-—Los que lleguen, estad seguros que desempeñarán su
parte admirablemente. OUR. e y e An
- —No acierto á explicarme, —dijo Arregui, —cómo pre:
_tendéis hacer esa ascensión por lugares donde apenas hay
espacio para poner el pie. ¡Rayos y centéllas! Cuidado
- que yo no soy hombre, y todos lo sabéis muy bien, que
ante nada he retrocedido, pero ¡por las tripas de Satanás!
que no sabría de qué manerá subir esa montaña. - |
*