-Ó LOS TITANES DEL MAR on E
—La tengo estudiada muy bien, —repuso Uesar.—No
necesitamos más que serenidad y resolución. El mismo
mar se ha cuidado de ir arrancando tierra entre las rocas
+ dejando espacios para poner los pies. Los mimos picos
¡delas peñas sirven para asegurar las escalas. A nadie
| obligo. Pero dentro de dos dias que termina la luna, que
la noche será lóbrega cual conviene para empresa seme:
jante, yo solo subiré é iré clavando las escalas para que
suban los demás. |
—-¿Y crees, acaso, que te dejaríamos nosotros? —dijo
Carlos. —Donde tú vayas, iremos todos. Si hemos de mo-
rir, moriremos juntos. ER | |
—¡Cuernos del diablo! —dijo Arregui.—Bien dicho, don
Carlos. Sea lo que el demonio quiera. Yo también iré.
—Y todos, —dijeron los demás. hs | |
—Cuidado, amigos, que á nadie obligo, que la empre-
sa es arriesgada, que si nos sale bien, es el único medio
para apoderarnos de los fuertes sin tener grandes pérdi-
das; que de nosotros es muy fácil que si subimos cuatro
por cada lado, todos vayamos á estrellarnos en el mar;
por lo mismio, es preciso que antes demos ya el postrer -
adiós á la vida. : de as
- —¿Acaso mo se lo damos desde el momento que pone-
mos el pie en un barco enemigo?—dijo Argiialles. e
-—— —Es que aquí es más horrible. Aquí la negrura. la so-
- ledad, el aislamiento, el abismo á nuestros pies, todo hace
que la muerte aparezca más horrible. A
- —Sea como quiera, —dijo Miguel, —no te esfuerces en
demostrarnos el peligro. Hemos dicho que todos estamos
dispuestos y te seguiremos donde vayas.
- —Enese caso, mañana rosolveremos los que han de ir
de nosotros, y elegiremos los hombres que nos doben acom-.
- —¿Pues no vamos todos? —dijo Florencio. . eo
- ——Sortearemos los ocho de nosotros, Los demás deben
quedarse para mandar nuestros barcos si sucumbimos en
la empresa.