12 : O LA BANDERA ROJA
—Cierto,—dijo Argúelles. —Para eso es menester ir á
Lima. Yo estoy dispuesto á ir.
—No,—repuso Miguel.—Irá. Juan. Ese descubrirá lo :
que ninguno de nosotros tal vez, pudiera descubrir.
-—Decís bien, —repuso Gurrea.—Juan tiene astucia y
enetración, y, sobre todo, muchos conocomientos en la
ocalidad, Creo que es lo mejor que podemos ¡AT A
Aceptada esta idea, Juan recibió, las intrucciones
necesarias y el siguiente día partió para la,capital.
E
LA VIRGEN BLANCA
dos de la defensa de la plaza, de tomar las demás medi-
das que exigía la seguridad Mo E de el
-. Se establecieron pequeños retenes en todos los surgi-
deros y calas por donde podían, por medio de naves de
Je calado, hacer desembarcos, y, al mismo tiempo, sa
ieron algunas partidas de exploradores por el camino que
conducia á Lima. .: e O
- Sin embargo, pasaron días y nada «demostraba que so
- relacionara con el misterioso aviso. que había recibido el
gobernador de Arica. NAAA”
El mismo Juan regresó de Lima, diciendo que nada
de particular había observado. al o
La guarnición de la ciudad sí que se había aumentad
que había visto algunos cañones de arrastre que antes no
había, y que se había formado un escuadron de lanóero:
No so descnidaron tampoco los que estaban encarga-
- además de los dos que ya existian.
Pero qne todas estas fnerzas las necesita!
defensa de de plaza, pues entre torreores, bastiones
“murallas habían formado un nuevo recinto que debía:
-eubrir constantemente.
Y adio hablaba de intentar un nuevo ataque á la colo-
nia, considerando la generalidad de la población como
una locura el pensarlo siguiera. o Al