Full text: El capitán de la Estrella Polar

EL CAPITAN DE LA ESTILA POLAR 
Extracto del diario de Juan M. Alister 
Ray, estudiante de Medicina. 
Septiembre 11. 
Estamos anclados en una inmensa llanu- 
ra de hielo que se prolonga en todos senti- 
dos como. una enorme sábana. Esta mañana 
- «lijo el piloto que había hacia el Sur bancos 
de hielo de tal espesor, que podían imposibi- 
litar nuestra vuelta. Nos hallamos eb situa-' 
ción peligrosa, pues los víveres comienzan 
á escasear. Nos encontramos ya en estación 
en que anochece pronto. Esta mañana ví bri- - 
lar sobre el palo trinquéte la primera es- 
trella que ha lucido desde Mayo. Obsérva- 
se clero descontento en la tripulación; mu- 
- Chos están impacientes por regresar á sus 
casas para estar allí en la temporada del 
arenque, pues se paga entonces á grandes 
precios en las nta! de Escocia. Aunque el 
disgusto no se revela todavía más que en 
los semblantes y en las miradas, he oido 
esta tarde al segundo piloto que una comi- 
sión piensa hablar al capitán. Dudo que los. 
atienda, pues tiene un genio muy fuerte y 
es muy susceptible para ¡todo lo que puela 
significar infringimiento de la disciplina. 
No obstante, después de comer me arries- 
garé á decirle algo sobre esta cuestión, ya. 
que me tolera lo que no permitiría á cual- 
quier otro individuo de la tripulación, 
Por estribor se divisa una línea sinuosa 
de rocas volcánicas bajo blancas nubes, que 
parecen montañas de nieve. Da no sé- qué 
“pensar que, salvo los daneses, que habitan 
hacia el Sur de Greenland, á novecientas . 
millas de aquí—distanciados de nosotros un 
vuelo de cuervo—, no hay en el actual mo- 
. mento ningún ser humano más próximo á 
nosotros. El capilán de un barco asume 
grandes responsabilidades al aventurarse. en: 
tales circunstancias... 
Ningún buque 'ballenero. ha quedado 4 
esta latitud en tan avanzada época del'año. 
9 mañana.—He tenido una entrevista con 
ralgie, y aunque de resultados 
poco satisfactorios, he de confesar Ea e 
el capitán. 
| escuchó tranquilo Y. E ente 
Después de escucharme, comenzó á reco- 
rrer el camarote en paseos nerviosos y rápi- 
dos, y tenía su semblante la expresión de ., 
voluntad férrea: «que le he observado frecuen- y 
temente. : 
Al principio témí que estuviera resentido : 
seriamente conmigo; pero desvanecióse mi 
idea cuando, al sentarse, apoyó su mano 
en mi brazo con ademán que parecía más 
bien caricia y con tal expresión de ternu- 
ra en sus ojos negros y salvajes, que me 
¿sorprendí considerablemente. E 
—Vea usted, doctor—dijo—; siento bes 
+le traído. Lo siento verdaderametne;, y daría 
gustoso en este momento cincuenta libras 
“E PS estuviera usted á pie y seguro sobre 
el muelle dé Dundee. Esta vez ha puesto us 
pesca al Norte + 
¿Cómo que “no? ¿Se atreve usted á 
ted:el dedo en la llaga. Ho- 
nuestro. 
dudarlo clado yó lo afirmo?—Esta excla- * 
macrón se ha debido, indudablemente, á un 
ataque de furia, pues yo no tengo conciencia 
de haber hecho gesto alguno de duda.—He - 
visto, desde el palo trinquete, veintidós bi- 
chos juntos. Dígame ahora si es razonable 
que abandone estos lugares, cuando sólo 
un maldecido pedazo de hielo me separa de 
la fortuna. Si tuviéramos mañana viento 
Norte podríamos llenar el barco y estar fue-. 
-ra, marchándonos antes de que nos alcan- 
zase la helada. Si el viento fuera Sur... yo 
supongo que los hombres están pagados 
para arriesgar sus vidas, y en cuanto á mí. 
poco me importa lo que sucede, porque estoy. 
más ligado 'al otro mundo que á éste. Con- 
fieso que lo siento por usted; quisiera tene. 
á mi lado al viejo Augus Tait; compañero 
de mi ultimo viaje, porque era un hombre 
que nunca flaqueaba, y usted..., usted me 
dijo en una ocasión que estaba enamorado, 
¿verdad? 
: Saco mtenle; y al decir esto abría y 
rraba un guardapelo que contenía una pe 
queña miniatura de Flora y llevaba Mor 
- en la cadeña del reloj. 
-—¡Maldito: Bea LiigWto furiosamime el 
pitán levantándose de: su asiento —. ¿Qué : 
Importa: á mí su felicidad? ¿Qué tengo 
con ella: pa que ran patio. 
Pa : 
 
	        
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