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ses, de las que sólo pude oir: «pronto».
Sentí escalofríos. Vagos presentimientos
me asaltaron. Juzgué que había visto algo,
y silenciosamente me aproximé á él y le
estuve mirando fijamente. Escudriñé- el
hielo con la vista y sólo distinguí una som-
bra como una nube impulsada hacia el bar-
. CO. Era confusamente como un cuerpo sin
forma, más ó menos visible, según lo ¡lu-
—"minaban los rayos de la luna. En aquel
instante se veló la luna como por una es-
_pecie de gasa trasparente, y el capitán ex-
_clamó: «Voy, alma mía», con voz tierna
- y apasionada, como de quien, acariciando
-á un ser querido, siente una dicha inefa-
ble, la consumación de algo esperado mu-
cho tiempo y de tan intensa felicidad para
quien la concede como para quien la recibe.
Fué cuestión de un instante y no tuve
tiempo de evitarlo; saltó por encima de la
- borda y se cayó sobre el hielo. Elevó sus
brazos como si fuese á coger la misteriosa
figura y así se internó en la obscuridad
pronunciando frases cariñosas.
"Quedé rígido, inmóvil, siguiéndole an-
- 'stoso con la vista hasta que desapareció,
y sus voces se extinguieron en la lejanía.
No crei que le volviera á ver; pero la luna
+ brilló un momento, é iluminándose la in-
- Esta ha sido la última vez que le ví; ¡pro-
_bablemente la última por siempre!
Se organizó una partida para buscarle;
yo les acompañé, pero los hombres no tra-
abran de corazón, y no hallamos nada.
- una pesadilla. E : ]
-.7,80.—Hemos vuelto muertos, rendidos
de una segunda exploración infructuosa
en busca del capitán. El deshielo tiene gran
- extensión, y aunque hemos andado lo me-
nos veinte millas, no hemos podido llegar al
término del camino. Es tan compacta la
capa de nieve, que está dura como el már-
mol; y de no ser así, nos hubieran servido
de guía las huellas que el capitán dejara
sobre la nieve. La tripulación está ansiosa
por levars+anclas y salir bordeando hacia
el Sur el deshielo, pues durante la noche
se ha presentado salida franca y en el ho-
—rizonte se divisa el mar. Discuten diciendo
que el capitán Graigie ha muerto y que ex-
ponemos tontamente nuestras vidas al que-
darnos aquí, cuando se nos presenta pro-
abilidad de escapar. Tarea difícil ha sido
ara mister Milne y yo persuadirles de que
peren hasta mañana por la noche, y nos
hemos visto en la precisión de prometerles
que bajo ningún pretexto. retrasaremos la
salida una vez transcurrido ese plazo. Pa-'
adas algunas horas de descanso nos pro-
mos emprender la última exploración.
-cribo estas líneas como bajo la angustia de
A. CONAN-
mensa llanura pude ver una sombra que -
cruzaba el hielo cón rapidez vertiginosa. .
Me parece que he tenido un sueño y es-
DOYLE
Septiembre 20, noche.
Esta mañana he cruzado, explorando
con una partida de hombres, toda la parte
Sur de hielo, en tanto que mister Milne
recorría la parte Norte. Anduvimos diez ó
doce millas sin ver rastro de ser viviente,
salvo un pájaro que voló bastante tiempo
sobre nuestras cabezas y que por su modo
de volar me pareció un alcón. Más al Sud
se desvanece la blancura del hielo, confun-
diéndose con el mar. Al llegar á la base *
de un promontorio tuve que rogar á los
hombres que no se detuvieran: y continua-
ran hasta explorarle por completo, para
siquiera tener la tranquilidad de haber es-
cudriñado por todas partes. Habíamos re-
corrido cien metros escasos cuando M'Do-
nald de Petershead exclamó que había vis-
to algo delante de nosotros y echó á co-
rrer. Lo mismo nos ocurrió á los demás y.
corrimos. Primero sólo se veía un bulto
obscuro sobre el hielo, pero según nos
aproximábamos fuimos distinguiendo la
forma de un hombre, que afortunadamen-
te era el que buscábamos, tendido, boca
abajo, sobre un montón de hielo. Tenía
cubierto un lado por nieve y cristales de
hielo que brillaban sobre su negra chaqueta
de marino. Al aproximarnos vino como una
ráfaga de aire que elevó copos de nieve
arremolinados, y descendiendo nuevamen-
te los arrastró hacia el mar. Esto, al me-
nos, me pareció á mi; pero muchos de mis
compañeros aseguran que se levantó algo
así como la forma de una mujer que besé
el cadáver y se desvaneció hacia el mar...
Yo nunca he ridiculizado la opinión: de
ningún hombre, por extraña que parezca.
Es seguro que la muerte del capitán Ni-
colás Graigie no ha sido dolorosa, á juzgar
por la expresión risueña de su amoratado
— semblante y sus brazos aún abiertos como
si quisiera coger la extraña visión que le
ha llamado al mundo desconocido y que
está más allá de la tumba. es
Por la tarde le enterramos colocándole
treinta y dos libras de plomo á los pies y
envolviéndole en la bandera del barco.
Yo mismo leí los responsos por su alma,
en tanto que los viejos marinos lloraban
como niños, pues muchos le guardaban gra-
titud por su corazón generoso, demostrando
ahora el cariño que en vida no le demostra
ron por sus extravagancias de carácter.
Atado el. cuerpo á la tabla comenzó á des-
.cender con lentitud y pesadamente. Con la
mirada fija en el agua le ví sumergirse... su-
mergirse hasta que sólo hubo un círculo en
el agua señalando el sitio en que habían des-
aparecido para siempre los restos del capi-
tán. ¡Todo había concluído...!