Full text: El capitán de la Estrella Polar

dl CAPITÁN DE LA ESTRELLA POLAR 
PARTE SEGUNDA 
DÉ 
JOHN BARVINGTON COWLES 
A los dos días recibí la contestación del, 
coronel que residía en Leicester. La tengo 
delante, mientras escribo, y la copio pala- 
bra po: palabra. 
«Querido Roberto — decía — : Recuerdo 
perfectamente el sujeto á que te refieres; 
estuvo conmigo en Calcuta y después en Hy- 
derabad. Era un hombre extraño y excep- 
cional, pero soldado valeroso; distinguióse 
en Sóbradón y fué herido.allí, si mal no re 
cuerdo. No era popular en su regimiento, 
y tenía fama de crueldad impasible y de pro- 
_fesar una religión que adoraba al demonio ' 
ó á algo por el estilo, y que tenía mal de 
ojo... tonterías, como comprenderás. Sí, re- 
cuerdo que tenía algunas teorías extrañas 
sobre el poder de la voluntad humana y el 
influjo del espíritu sobre la materia. 
»¿Qué tal van sus estudios médicos? No 
olvides nunca, hijo mío, que puedes dispo- 
ner de mí en cuanto quieras; lu siempre ca- 
riñoso 0 
»Ebuarbo JloYz) 
»P. S.—Northcott no murió en acción; fué 
víctima, ya declarada la paz, de un aten- 
lado misterioso relacionado con el fuego sa- 
- grado de los adoradores del sol:» 
-— Leí esta carta bastantes veces... primero, 
con sentimiento de satisfacción; luego, de 
disgusto. Había, por fin, hallado informes; 
pero no era aquello todo lo que yo deseaba. 
1 
Sabía que era un hombre, excéntrico, que 
adoraba al demonio y que corrían los rumo- 
res de que sabía echar mal de ojo; los ojos 
de la joven me parecían capaces de cualquier 
mal cuando tomaban ese fulgor frío que le 
-«nolé una ó dos veces; pero aquello no de. 
_Jaba de ser una superstición vulgar. Más 
me daba que pensar el párrafo: «Profesaba 
teorías relativas al poder...» ] E 
Recordé haber leído en una ocasión el re- 
ato de un experimento, que yo juzgué puro 
Charlatanismo, en el que variós espíritus hu- - 
Manos habían influído sobre personas distan - 
tos, ¿Poseía miss Northcott algún poder ex- 
A 
compañeros á la 
cepcional de esta' clase? Esta idea fué cre- 
ciendo en mí hasta convertirse en evidencia, 
cuando al poco tiempo salió en los peridicos 
un suelto anunciando la visita á la ciudad 
del doctor. Messinges, conocidísimo médico 
y mesmerista. Messinges era un hombre so- 
bradamente formal y reputado, por compe- 
tentes jueces que en diversas Ocasiones pre- 
senciaron sus experimentos, como la mayor 
autoridad viviente en la extraña pseudo- 
ciencia del magnetismo animal y de la elec- 
tro-biología. Tomié localidad para la prime- 
ra sesión, en la que se demostraría «]l 
poder de la voluntad, aun en condiciones 
desfavorables, como era un ambiente des-. 
lumbrador y público. Tenía un palco pros- 
cenio con otros compañeros, y al entrar en 
él lo primero que ví fué á Barrington Cowles 
y su novia, sentados con mistress Merton, 
en la tercera ó cuarta fila de butacas., Ellos 
me vieron en seguida y cambiamos un salu- 
do. La primera parte de la conferencia fu 
algo vulgar; ejecutó varias experiencias co. lo 
un individuo que le acompañaba. Nos demos- 
tró la clarividencia haciéndole decir dónde 
se hallaban amigos ausentes y haciéndole 
encontrar objetos escondidos, cosas todas 
que ya habia visto yo en otras ocasiones. Lo+: 
que yo tenía interés era en el influjo de la 
voluntad sobre un sujeto del salón que no - 
tuviera que ver con él. Llegó á- este punto 
como afrontando la parte concluyente de sus 
exhibiciones. A 3d da 
—Ya he demostrado á ustedes —dijo—que 
un sujeto hipnotizado se halla totalmente ba- 
_jo la autoridad del operador, y que no tiene 
más pensamientos que los sugeridos por el 
maestro. Se puede llegar á esto sin ningún 
proceso de preparación previa. Una volun- 
tad fuerte puede, sólo por virtud de súu fuer 
za, posesionarse de la más débil, aun á dis- 
tancia, y puede regular los impulsos y las 
acciones del propietario de esa voluntad. Si. 
hubiera en el mundo un hombre de voluntad 
mucho más desarrollada que el resto de los. 
humanos, podría, sin disputa, reducir á sus 
condición de autómata 
 
	        
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