Full text: El capitán de la Estrella Polar

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_. —Quizá esto sea una señal — dijo ha- 
blando siempre en perfecto inglés—. Pne- 
de que esté decretado que yo deje recuer- 
do mío, como un aviso á todos los morty- 
les que se oponen á la Naturaleza. Yo le 
hablaré; luego usted puede hacer lo que 
le parezca de mis declaraciones. Le hablo 
en el dintel del otro mundo. Soy, como 
usted supuso, egipcio... No un descen- 
diente de esta raza de esclavos que habita 
el Delta del Nilo, sino un superviviente 
de aquella más fuerte, más dura, que so- 
metió á los hebreos, arrojó á los atiopes 
á los desiertos del Sur y edificó esas mas- 
has construcciones que han sido después 
el asombro y la envidia de todas las civi- 
lizaciones venideras. Reinaba Insthmosis, 
ciento diez y seis años antes del nacimien- 
to de Cristo, cuando yo ví la luz. ¿Huye 
usted de mí? Espere; verá cómo soy más 
digno de lástima que de ser temido. 
Me llamo Sosva. Mi-padre había sido jefe 
sacerdote de Asiris en el gran templo de 
Abaris, que estaba entonces en Bubastie, 
brazo del Nilo. Fuí educado en el templo 
é iniciado en los misterios que tanto citan 
ustedes en sus Biblias. Fuí discípulo apro- 
vechado, y á los diez y seis años ya sabía 
todo lo que pudiera enseñarme el sacer- 
dote de más talento. Desde aquel tiempo 
he estudiado los secretos de la Naturale-- 
za, por mi parte sin dar cuenta de mis 
conocimientos á ningún hombre. Entre 
todas las cuestiones no había ninguna que 
más me indujera al trabajo como la natu- 
raleza de la vida misma. He sondeado 
profundamente en los principios vitales. 
- La medicina siempre tuvo como punto de 
Mira el expulsar las enfermedades; yo 
creía que fuera preferible fortificar el 
cuerpo, de modo que no llegase la debili- 
- dad de la muerte y no adquiriese enfer- 
_medades. No le contaré mis descubri- 
mientos, porque no los 
aunque se los contara. Realicé experimen- 
tos en animales, en esclavos y en mi mis- 
mo; de los resultados deduje que el pro- 
blema estaba en encontrar una substancia 
que, inyectada en las venas, se mezclara 
con la sangre, dotando al cuerpo poder 
suficiente para resistir la acción del tiem- 
2 po y de las enfermedades. Claro que así 
no suprimía la mortalidad, pero conquis-. 
- daría una potencia para resistir miles de' 
años. Usé la substancia encontrada en un 
gato, y le dí las drogas más venenosas. 
El gato vive aún en el bajo Egipto. Esa 
- materia no tenía nada de mágica: era un 
producto químico que puede repetirse 
- cuando se quiera. En la juventud se ama 
la vida sobre todas las cosas; así, pues, 
yo creí haber abolido todos los dolores y 
alejado la muerte, y con el corazón feliz 
- Inoculé la substancia en mis venas. Miré 
hubiera arrojado á 
comprendería 
A. CONAN: DOYLE 
á mi alrededor por si podía beneficiar á 
alguien. Un joven sacerdote de Thoth, lla- 
mado Parmes, que había ganado mi bue- : 
na voluntad por su fervorosa naturaleza 
y afición á los estudios, estaba allí, y le 
conté mi secreto, inyectándole á la vez, 
y por petición suya, mi elixir; bien pen- 
sado, no debía quedar sin compañero en 
mi larga vida. 
A partir de este descubrimiento aflojé algo 
en mis estudios, pero Parmes continuó los 
suyos con redoblada violencia; todos los 
días le veía trabajando en el templo de 
Thoth con sus redomas y destiladores, pero + 
apenas me contaba los resultados de sus tra- 
bajos. Por mi parte estaba' acostumbrado 
á pasear por la ciudad contemplando todo 
aquello que estaba condenado á pasar alre 
dedor de mí, que siempre quedaría. Las 
personas me saludaban porque la fama de 
mis conocimientos había circulado hasta 
por el extranjero. Había en aquel tiempo 
una guerra, y el gran rey había mandado á 
sus soldados á la frontera para arrojar á los 
hyksos. Un gobernador fué mandado tam 
bién á Abaris para ponerse al frente de las 
tropas. Había oido ponderar mucho la be- 
lleza de la hija de este gobernador, y un día 
que paseaba con Parmes nos encontramos 
con ella, que iba llevada por los esclavos 
Bien pronto quedé enamorado; se apoderó 
de mi corazón hasta el punto de que me 
£ 
los pies de sus servido- 
res; mi vida sin aquella mujer era insoporta-' 
ble, y juré por la cabeza de Horus que sería 
mía. Juré aquello al sacerdote de Thoth, : 
me miró con mirada tenebrosa como la me- 
dia noche. No tengo para qué contar á us- 
ted mis amores; ella me amó tanto “como 
yo. á ella. Luego supe que Parmes la hubo 
conocido antes que yo y también la quería; 
pero me intranquilizaba poco su pasión, por- 
que sabía que su alma era mía. La ciudad fué 
luego invadida por la plaga blanca, y yo cui- 
dé á los atacados sin repugnancia ni apren 
sión. Ella se maravilló al ver mi valor, y yo 
¿entonces le conté mi secreto, ofreciéndole 
usarle en ella. 
—Serás flor nunca marchita—dije—. Po- 
drá acontecernos lo que quiera, pero nos- 
otros dos, y nuestro autor, viviremos más 
que las bombas del rey Chefrú. Pero ella 
se mostró tímida, poniendo objeciones de 
niña inocente. e PO 
-—¿Eso es bueno? — preguntó —. ¿No es 
¿contra la voluntad de los dioses? Si el gran 
Osiris hubiera deseado que nuestra vida fue-. 
ra tan larga, ¿no hubiera creado esto? 3 
—Procuré vencer sus dudas con palabras 
dulces y cariñosas, pero aún vacilaba, + me 
dijo: A A 
' ¿e un gran problema que he de resolver 
esta noche. ALAS ER Ea 
Por la mañana sabría su decisión; la ver-. 
/ IS" 
 
	        
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