68 : : A. CONAN-DÓYLE
cierto; no habia pensado en ello hasta aho-
ra. Pero si usted me indica la recompensa
que yo pudiera proporcionarle. me hallará
gustoso en complacerle.
- —Entonces, escúcheme—dijo Fritz so-
- lemnemente—. Si usted me da palabra de
honor de que después de este experimento
lograré la mano de su hija, me tiene en-
tonces á su disposición; pero de lo contra-
rio, nada tengo que ver con este asunto.
Tales son mis últimas palabras.
-—Y mi hija, ¿qué dirá á todo esto?—
exlamó el profesor repuesto de su sor-
presa. E
—Elisa se congratulará. Nos amamos
- desde hace mucho tiempo.
—En ese caso, yo le respondo que será
- de usted—contestó el fisiologista resuelta-
mente—, pues es usted un muchacho de
buen corazón y uno de los temperamentos
nerviosos mejores que conocí en mi vida
- (entiéndase, cuando no está usted influído
por el alcohol). Mi experimento ha de ve-
rificarse el 4 del mes próximo. Acudirá us-
ted al laboratorio fisiológico á las doce en
punto. Será un gran acontecimiento: von
Gruben vendrá de Jena, é Hinsterstein, de
Barbe. Todos los científicos eminentes de
- Alemania entera se encontrarán-allí.
-—Seré puntual — dijo el estudiante. Y
- con esto se separaron.
El profesor fué hacia su casa pensando
en el gran acontecimiento, mientras Fritz '
- siguió tras sus escandalosos compañeros,
-— Jlena:el alma de felicidad, recordando los.
ojos azules de Elisa y el trato que acababa
de efectuar con el padre. y
El profesor no exageró al hablar del .in-
- menso interés que su experimento desper-
taba. Mucho antes de la hora ¡marcada es-
taba el salón repleto de sabios. Además
- de las celebridades mencionadas había lle-
- gado de Londrus el gran profesor Lucher,
que ha consolidado justamente su reputación
con un trabajo notabilísimo “sobre los cen-
tros cerebrales. También llegarán de pun-
tos distantes hombres de corporaciones es-
—piritistas, entre ellosun ministro de Swe--
-demborgian. La eminente reunión premió
“con unánimes y considerables aplausos la
- experiencia que en la plataforma llevó á
- cabo el profesor von Banangarien con su
- discípulo. En breves y acertadas frases ex-
plicó su idea y lo que se proponía demos-
trar. «Yo sostengo—dijo—que cuando una
persona está bajo la influencia del magne-
-tismo, queda el espíritu retirado del cuer-
o durante cierto tiempo; y desafío á que
ualquiera explane otra hipótesis admisible
que explique salisfactoriamente los «fenó-.
menos de clarividencia. Espero, por tanto,
ar á mi joven amigo y pro
mo estado análo-
reunirse nuestros
-se hallaba.
dos espíritus, aunque nuestros cuerpos
queden inertes. Al cabo de un cierto tiempo
recobrará su poder la naturaleza, y vol-
viendo los espíritus á los respectivos cuer-
pos quedará todo en el mismo estado que
antes. Con vuestro permiso procederé á la
experiencia.»
Se renovaron los aplausos y el aúditorio
sumióse en silencio de expectación. Con
unos cuantos pases rápidos hipnotizó. el
profesor al muchacho, quien cayó de es-
paldas sobre la silla, rígido, pálido. En-
tonces el maestro sacó de su bolsillo un
globo brillante y le estuvo mirando recon-
centradamente, con eran esfuerzo mental,
hasta que cayó á su vez, quedando en la
misma situación que el otro. Era un espec-
_táculo impresionante y extraño ver á los
dos en idénticas condiciones catalépticas.
¿Dónde habían volado sus almas? Esta era
la cuestión que se presentaba á todos y
cada uno de los espectadores. Pasaron cin-
co minutos, y diez, y quince, y al cabo de
este tiempo pasaron otros quince más, y
profesor y discípulo seguían sentados allá
en la plataforma, tiesos, rígidos. En todo
este tiempo no se oyó el más leve ruido
entre aquellas eminencias; pero todas las
miradas estaban fijas en aquellos dos sem-
blantes pálidos, .procurando descubrir los
indicios primeros que indicaran la vuelta
“á la vida. Cerca de una hora pasó antes de
“que los pacientes espectadores lograran su
recompensa. Las mejillas del profesor von
Banangarten se colorearon levemente. Vol-
vió de nuevo el alma á su hospedaje carnal.
Levantó de pronto los: brazos largos y fla-
cos como quien despierta, y frotándose
los ojos levantóse de la silla y miró en de-
rredor, dándose: cuenta apenas de dónde
—¡Tausend .Tenfel!l—exclamó, lanzando
un terrible juramento de Sur de Alemania,
cosa que sorprendió grandemente al audi-
torio. y contrarió al de Swedemborgian.
—¿Dóndg diablos estoy y qué rayos pa-
sa...? ¡Ah, si! Ahora recuerdo: uno de esos
descabellados experimentos de hipnotismo.
No.ha resultado por esta vez, pues no re-
cuerdo Gue haya ocurrido nada desde que
perdí el conocimiento; así es que han per-
dido ustedes el tiempo viniendo hasta aquí
desde- tan lejos, amigos míos eminentíisi-
mos. ¡No ha sido mala broma!— Y al decir
esto rompió el profesor regente en una es-
trepitosa carcajada, golpeándose las nal-
vas con modales altamente indecorosos.'
-El auditorio se enfuretió de tal modo ante —
el actó grosero, que hubiera” ocasionado
cualquier atropello á'no ser por la pruden-
te intervención del joven Fritz von Hart-
mann, que volviendo de su letargo y ade-
lantándose en la plataforma pidió perdones
por la conducta de su compañero. . E