Full text: El millón de la heredera

  
  
A. CONAN-DOYLE 
todás las prendas con igual cuidado; las 
reemplazó con una bata y unas zapatillas 
bastante usadas y comenzó á bailar una 
polka en señal de satisfacción por lo có- 
modo que se sentía con esta indumentaria, 
—Por supuesto — dijo interrumpiéndose 
de pronto —que maldito si hay motivo para 
bailar. Está el horizonte completamente 
negro. 
—Más negro lo hemos visto otras ve- 
«ces—observó su compañero con acento que 
le reputaba por alemán desde nna legua— 
y no nos hemos muerto. Ya de un día á 
otro vendrá mi letra, y si no vendrá otra 
- cosa cualquiera que nos sacará del ato- 
lladero. : 
—Por lo menos, debemos esperarlo. Lo 
que más me preocupa de todo es que el 
condenado sastre no me permite ampliar la 
cuenta... Y lo que es yo, sin buena ropa, 
me encuentro tan desarmado como un ba- 
rrendero sin escoba. 
- Elalemán asintió á la propiedad de la 
- Imagen, y lanzó melancólicamente hacia el 
y techo una bocanada de humo. 
Segismundo von Baumser habia venido 
á Londres huido de su patria, á causa de 
sus exaltadas ideas políticas. Había estado 
empleado en algunas cosas comerciales, y 
“ahora estaba cesante. 1 y Ciutterbuck ha- 
bían sido compañeros de hospedaje; ha- 
bían intimado mucho, y cuando las cosas 
Vinieron mal y les obligaron á extremar 
las economías, acordaron alquilar á medias 
aquella pequeña habitación, reduciendo así 
el gasto de casa á la menor expresión 
posible. El mayor dirigía y gobernaba al 
alemán, que sentia hacia él una adwira- 
ción sin limites y le obedecía ciezamente. 
—¿De modo— preguntó Clutterbuck— 
- que tampoco hoy han dado señales de vida 
los correligionarios? 
Von Baumser sacudió negativamente la 
cabeza. 
- ———¡Mal rayo los parta! ¿Entonces para 
qué diablos sirven las ideas políticas? 
-  —Y usted—iuterrogó ásu vez el ale- 
mán—¿cómo anda de dinero? 
-Clutterbuck sacó diez soberanos (1) de 
oro y los extendió sobre la mesa. 
- —Yo tengo esto, 6 lo que es lo mismo, 
ada. Ya sabe usted que e. me 096 
dl 
(1) Monela equivalente á 25 pesetas. 
cortar la cabeza que tocar á una moneda 
de estas. En cuanto no lleve por delante 
dinero para sentarme en la mesa. de juego 
Ó para emprender una partida de billar, 
estoy perdido. No puedo, pues, disponer 
de un céntimo. Pocos hombres hay tan 
egoístas como mi falso amigo Girdlestone. 
—¿Qué le ha hecho á usted? 
—Un agravio y hasta casi una estafa. Ese 
hombre ha estado disfrutando los dones de 
miamistad. Niescapazde jugar á nada una 
partida que me pueda sacar de un apuro 
ni afloja nunca el bolsillo para significar- 
me su respeto y admiración como hacen: 
otros con algún delicado convite Ó cosa 
análoga. Yo he sido magnánimo hasta ha- 
cer caso omiso de su ruindad; y en pago 
á todo eso, se ha negado descaradamente" 
á hacerme un pequeño préstamo que me 
digné pedirle, pretextando que no lo tiene 
porcostumbre. ¡Como si fuera usual la oca- 
sión de servir á un Clutterbuck! 
—¿Es hijo de un «kauffmán»? 
—¿Qué diablos es eso? ¿Quiere usted de 
cir un negociante? 
—Justamente. Uno que comercia con las 
costas de África? 
—El mismo. : 
—¿Y usted cree que esos son muy ricos? 
—Kiquisimos. Lo creo yo y todo el. 
mundo. : 
—Pues todo el mundo está en un error, 
amigo mío. Yo conozco la marcha de sus 
negocios. ¡Valiente marcha! 
— ¡Querido Baumser! usted no sabe lo 
que se dice. 
—Afirmo—insistió el alemán formali- 
zándose —que dentro de tres ó cuatro me- 
ses á lo sumo. la casa Girdlestone se habrá 
venido al suelo. Ya lo vérá usted. 
—Eso debe de ser una equivocación, 
Baumser. Pero si en toda la City no se ha.- 
lla hoy una firma que goce de más crédito. 
—Podrá ser; pero á pes de todo, yo 
| sé lo que sé. 
':—¿Quere usted decirme que está: mejor 
enterado que los que andan continuamente 
en la Bolsa y que los mismos que negocian 
con los Girdlestone? 
_—Yosé lo que sé —repitió el alemán. 
—¡Con cien mil diablos! ¿Y no puedo 
yo saber de una vez qué es lo que usted 
sabe? | 
—No le serviría de nada ai puedo de- 
cirlo ahora. Conténtese con mi palabra for- 
 
	        
© 2007 - | IAI SPK

Note to user

Dear user,

In response to current developments in the web technology used by the Goobi viewer, the software no longer supports your browser.

Please use one of the following browsers to display this page correctly.

Thank you.