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El «groom» obedeció después de hacer
un respetuoso saludo, y Kate le siguió con
los ojos hasta la bifurcación del camino.
Allí le vió detenerse, vacilar un instante,
arrojar por fin la piedra al otro lado del
muro y apretar á correr,
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A
Ezra llegó aquella misma tarde.
- Al ruido del coche, Kate se había lan-
zado á su encuentro, esperando que pu-
dieran ser sus amigos que se hubieran an-
ticipado. Con indecible desencanto recono-
ció al hijo de su tutor acompañado de un
sujeto mal vestido y de grosero aspecto,
Les vió entrar en la casa, mientras el co-
che daba media vuelta y volvía á empren-
der el camino de Besdworth. Era evidente
que ambos iban á pasar la noche en el
priorato.
Esto no disgustó á Kate, pues pensó
que en presencia de un extraño los Gird-
lestone no podrían menos de moderar sus
_crueldades. Entre tanto el socorro espura-
do Megaría y con él la libertad y la sal-
vación.
Los tres hombres. se habían encerrado
en el comedor y estaban hablando anima-
damente.
medida que avanzaba la tarde la es-
pera se hacía insoportable para la pobre
huérfana.
Al fin, no pudiendo dominar su impa-
_ciencia se dirigió al jardín, procurando vo
hacer ruido al pasar por delante del come-
- * dor. Á pesar de sus precauciones, sin duda
la oyeron, pues instantáneamente cesó el
murmullo de la conversación.
La joven se dirigió á un pequeño «parte-
- rre» que había junto á la casa y se entre-
buvo en arreglar los descuidados macizos
de flores, arrancar yerbas y poner un poco
- de armonía en aquel abandonado conjunto.
En un momento de reposo, sus ojos se
volvieron casualmente á la ventana del co-
medor y vió en e!!a á los tres hombres que
la estaban contemplando fijamente. Pare:
- cía que los Girdlestone le estaban mos-
_trando al recién venido, cuyo rostro tenía
Una expresión . de estupidez. o de ¡bruta :
lidad.
. Ezra, á su lado, contrastaba con él por
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de la manera cómo vamos á
BL MILLÓN DE LA HEREDERA
una intensa emoción. El padre, en cambio.
aparecía tranquilo, no pudiendo disimular
la alegría de tener allí 4 sus cómplices an-
tes aún de lo que había esperado. :
Cuando los tres hombres se ap rcibieron
de que la joven les miraba, abandonaron :
rápida y simultáneamente la ventana. E
—Perfectamente —había dicho Girdles-
tone al recibir á los viajeros, —habéis sido
exactos. He de agradecer mucho á míster
Burt su venida, aunque sintiendo el triste
motivo que le trae.
—Más tarde se hablará de eso —repuso
Ezra secamente.—No hay que olvidar que
nos hemos venido sin comer.
—Y que yo me estoy muriendo de ham-
bre y sobre todo de sed—añadió Burt.
Ezra nole había permitido beber duran-
te el camino y se hallaba á la sazón todo
lo más sereno que puede estar un Ape
lico inveterado.
La vieja les sirvió carne salada y cerve-
za. Ezra apenas probó bocado, pero Burt
cayó vorazmente sobre la pitanza, se bebió
toda la cerveza y después de brutalmente
harto, se levantó pesadamente y comenzó
Á picar un trozo de tabaco negro, para lle-
nar su pipa. E
El viejo despidió á la sirviente, cerró
cuidadosamente la puerta y dió principio
al conciliábulo.
—¿Tú has indicado á nuestro amigo—el
amigo era Burt—el asunto ed cuestión?
—$Se lo he dicho todo sin rodeos.
—Es decir, quinientas libras y el i impor-
be de su pasaje al Cabo.
—Y que con quinientas libras un hom-
bre enérgico como usted pene hacer allí
grandes cosas.
—Eso es cuenta mía, patrón. Yo cum-
plo mi cometido, usted me paga y lo de-
más no le importa á usted.
—Por supuesto que no—dijo concilia-
doramente el negociante.
- —De lo que hay que ocuparse ahora es
á hacer lo que
hay que hacer—dijo Ezra.—¿Usted, sin
duda, tendrá un plan ere el y bien es-
tudiado? cd
. —Y que no deja. nada que desear, hijo
mío. «.
: Y Girdlestone de pie, con las manos á
la espalda, comenzó á explicar doctoral- A
A mente su proyecto.
por su palidez EA, 29%, dsnolibs .
.. —Creo haber propa un medio Alemab