Full text: El millón de la heredera

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El «groom» obedeció después de hacer 
un respetuoso saludo, y Kate le siguió con 
los ojos hasta la bifurcación del camino. 
Allí le vió detenerse, vacilar un instante, 
arrojar por fin la piedra al otro lado del 
muro y apretar á correr, 
4 
A 
Ezra llegó aquella misma tarde. 
- Al ruido del coche, Kate se había lan- 
zado á su encuentro, esperando que pu- 
dieran ser sus amigos que se hubieran an- 
ticipado. Con indecible desencanto recono- 
ció al hijo de su tutor acompañado de un 
sujeto mal vestido y de grosero aspecto, 
Les vió entrar en la casa, mientras el co- 
che daba media vuelta y volvía á empren- 
der el camino de Besdworth. Era evidente 
que ambos iban á pasar la noche en el 
priorato. 
Esto no disgustó á Kate, pues pensó 
que en presencia de un extraño los Gird- 
lestone no podrían menos de moderar sus 
_crueldades. Entre tanto el socorro espura- 
do Megaría y con él la libertad y la sal- 
vación. 
Los tres hombres. se habían encerrado 
en el comedor y estaban hablando anima- 
damente. 
medida que avanzaba la tarde la es- 
pera se hacía insoportable para la pobre 
huérfana. 
Al fin, no pudiendo dominar su impa- 
_ciencia se dirigió al jardín, procurando vo 
hacer ruido al pasar por delante del come- 
- * dor. Á pesar de sus precauciones, sin duda 
la oyeron, pues instantáneamente cesó el 
murmullo de la conversación. 
La joven se dirigió á un pequeño «parte- 
- rre» que había junto á la casa y se entre- 
buvo en arreglar los descuidados macizos 
de flores, arrancar yerbas y poner un poco 
- de armonía en aquel abandonado conjunto. 
En un momento de reposo, sus ojos se 
volvieron casualmente á la ventana del co- 
medor y vió en e!!a á los tres hombres que 
la estaban contemplando fijamente. Pare: 
- cía que los Girdlestone le estaban mos- 
_trando al recién venido, cuyo rostro tenía 
Una expresión . de estupidez. o de ¡bruta : 
lidad. 
. Ezra, á su lado, contrastaba con él por 
4 
de la manera cómo vamos á 
BL MILLÓN DE LA HEREDERA 
una intensa emoción. El padre, en cambio. 
aparecía tranquilo, no pudiendo disimular 
la alegría de tener allí 4 sus cómplices an- 
tes aún de lo que había esperado. : 
Cuando los tres hombres se ap rcibieron 
de que la joven les miraba, abandonaron : 
rápida y simultáneamente la ventana. E 
—Perfectamente —había dicho Girdles- 
tone al recibir á los viajeros, —habéis sido 
exactos. He de agradecer mucho á míster 
Burt su venida, aunque sintiendo el triste 
motivo que le trae. 
—Más tarde se hablará de eso —repuso 
Ezra secamente.—No hay que olvidar que 
nos hemos venido sin comer. 
—Y que yo me estoy muriendo de ham- 
bre y sobre todo de sed—añadió Burt. 
Ezra nole había permitido beber duran- 
te el camino y se hallaba á la sazón todo 
lo más sereno que puede estar un Ape 
lico inveterado. 
La vieja les sirvió carne salada y cerve- 
za. Ezra apenas probó bocado, pero Burt 
cayó vorazmente sobre la pitanza, se bebió 
toda la cerveza y después de brutalmente 
harto, se levantó pesadamente y comenzó 
Á picar un trozo de tabaco negro, para lle- 
nar su pipa. E 
El viejo despidió á la sirviente, cerró 
cuidadosamente la puerta y dió principio 
al conciliábulo. 
—¿Tú has indicado á nuestro amigo—el 
amigo era Burt—el asunto ed cuestión? 
—$Se lo he dicho todo sin rodeos. 
—Es decir, quinientas libras y el i impor- 
be de su pasaje al Cabo. 
—Y que con quinientas libras un hom- 
bre enérgico como usted pene hacer allí 
grandes cosas. 
—Eso es cuenta mía, patrón. Yo cum- 
plo mi cometido, usted me paga y lo de- 
más no le importa á usted. 
—Por supuesto que no—dijo concilia- 
doramente el negociante. 
- —De lo que hay que ocuparse ahora es 
á hacer lo que 
hay que hacer—dijo Ezra.—¿Usted, sin 
duda, tendrá un plan ere el y bien es- 
tudiado? cd 
. —Y que no deja. nada que desear, hijo 
mío. «. 
: Y Girdlestone de pie, con las manos á 
la espalda, comenzó á explicar doctoral- A 
A mente su proyecto. 
por su palidez EA, 29%, dsnolibs . 
.. —Creo haber propa un medio Alemab 
 
	        
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