LA TRAGEDIA BE ROROSKO
en Seguida, haciendd una profunda revéren:::
cia. Con su túrbante: y'el largo sobretodo
tenta: cierto aspecto !cómmito; pero ahora, á
plena luz, entre aquellas gentes, parecía
añadir un horror nuevo á la ceremonia. El
intérprete se movía 'con automática preste: '
za: Después, cuando el jefe pronunció nue-
Vas palabras, se arrojó de bruces sobre la
arena, sepultando en ella su frente y agitan-
do los brazos. |
—¿Qué demonios querrá decir todo esto?—
| preguntó Belmont al coronel.
—No sé —contestó—. Pero seguramente
van á hacer lo mismo con nosotros.
El francés se exaltaba.
— ¡Esto es indigno! ¿Por qué han de ha-
cerme daño á mí, si nunca me metí con.
ellos? ¡Ah, si me cie > ¡ Er
Mausoor!
Los gritos de monsieur Fardet llamaron
la atención deljefe, que le miró torvamente.
Luego siguió hablando en su lenguaje mis-
terioso, y Mausoor, siempre postrado de ro-
: dillas, le contestaba.
—Digale—continuaba Fardet dirigiéndose
al intérprete—, dígale que soy francés, que
tengo gran amistad con el kalifa. Digale que
mis compatriotas nunca sostuvieron guerras
contra los suyos y que sus tati son
también los nuestros. .
dE Mausoor hablaba lentamente. e
El jefe pregunta que cuál es vuestra re-
_ligión. El kalifa odia á los amigos infieles.
e —Dígale que en Francia respetamos to-
das las religiones, porque todas nos parecen |
provechoso el éxigir una fuerte cantidad en
buenas. e
—El jefe dice— proseguía Mausoor — que
Sólo un perro, un hereje, puede decir que:
todas las religiones son buenas. Dice que si.
es usted tan gran amigo del kalifa, debe ser
creyente y acatar el Korán. Si así lo hace, e
e hará conducir á Khartum.
—¿Y sino fuera así? interrogó angustia- :
: do Fardet.
24.
amanda cotreráusted la mismib: suerte >
qué los Otros: 0D Dj TIRO A (UNE
El francés se resignó. Y con sequedad gris:
tóial intérpretesunean po tales ay ad
—Dele “al jefe'las gracias: Los franceses *
no tenemos la costumbre de variar de reli- :
sión cuando se nos exigé eso á la fuerza.
El jefe se volvió á'consultar con'un árabes
de su séquito. Después pronunció varias pa-
labras en alta voz.
El intérprete se dirigió de nuevo á Fardet.
—Dice que si vuelve á hablar, ordenará
que le descuarticen. Obedezca, pues.
— ¿Y quién es ese jefe? — preguntó el co
ronel. :
_ Es Ali-Wad-Ibrahim. El: año Daba sa-
queó varias ciúdades de Nubia.
—Creoó que he oído hablar de a
el coronel—. Se le considera como á uno de
los más fervientes y feroces partidarios del
kalifa. Menos mal que las mujeres están fue-
ra de sus garras.
Los dos árabes prosiguieron hablando en
aquel idioma suyo, áspero y peculiar de las
razas del Sur. Luego, dirigiéndose alintér= =
prete, que aún continuaba de rodillas, le hi-
cieron varias preguntas acerca de los Dr:
sioneros. De cuando en cuando, y durante
la especie de conferencia que sostenían los. E
tres, señalaban con el brazo á los turistas.
—Me parece que por ahora. estamos. sal pS
vados — exclamó Mausoor levantándose—.
: Ali: Wad- Ibrahim dice que aunque los que
no son creyentes deben morir á manos; de:; :
uno de los hijos del Profeta, puede ser más,
Ondurman por su rescate. Hasta entonces :
pueden trabajar ustedes como esclavos del. |
kalifa, si es que no ordena su muerte. V: an.
ustedes á montar. en los camellos yá partir
en seguida. : ici
El jefe, que había esperado á que el intér- En
prete acabase de hablar, dió una orden y se
adelantó un negro que llevaba una espada