A. CONAN-DOYLE
¡Eh! ¡Nada de eso
Crochrane.
| — interrumpió
— Bien —se apresuró á rectificar Bel-
mont—; en definitiva, esto será una cuestión
puramente personal, ajena á este momento.
Se trata de que el señor Fardet hable con
- ¡Eh,. que se impacienta! — dijo Croeh- -
rane —. ¡Cuánto más preferible hubiese sido
obrar por mi cuenta desde que este conde
nado hombre nos deja en la estacada!
La intuición femenina salvó aquella situa-
ción crítica
El francés se abalanzó sobre ól oprimiéndole el cuello... (Pág. 46.) |
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a el Moolah y siga representando la comedia. .
El francés se £ncogió de hombros. despre-
- ciativamente.
El Moolah les observaba. atentamente.
“Poco á poco su expresión bondadosa iba
e desapareciendo. Erunció las cejas, y en su
ze ojo único chispeó la cólera.
dar? ¿ES que estos desdichados quieren bur
larse de, nosotros? — interrogó al intérpre-.
e. —. ¿Qué hablan entre sí y qna gestos son
los suyos?
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— Segura estoy, señor Fardet— comenzó
la señora. de Belmont — de que usted, como
; buen francés, es caballeroso - -en extremo.
No permitirá, pues, que por una simple. in-
terpretación de la dignidad se deje incumpli-
da la promesa hecha á tres mujeres.
Fardet se levantó rápidamente, y, Con
la mano sobre el. pecho, eds sola
AO Ei mado TÍ Jia eo
o Giecus. señora; usted, sabe; muy- -bjen ¿
cuán incapaz a9% de abandonar á: “una dama. A