Full text: La tragedia del Korosko

68. , FA Me 
de y más profunda inspiración de nuestro 
idioma: 
“Empecé á titubear donde firme caminaba, 
cayendo al suelo con mi pecadora carga, 
precisamente sobre los escalones que daban 
acceso fácil al Dios que mi alma embarga; 
mas alargué mi mano herida por la Fe, 
y palpé y hallé polvo y basura, y llamé 
á quien yo creía Señor de todo aquello, 
y con afán sin fin, gozando esperé..,, 
Este es el principal misterio de los miste- 
rios, el problema del pecado y el sufrimien 
to, la inmensa dificultad que el que razona 
tiene que vencer con objeto de vindicar las 
acciones de Dios para con los hombres. To- 
memos, si no, nuestro propio caso como 
ejemplo. Yo veo muy claro lo que he saca- 
do de esta prueba; lo digo con toda humil- 
dad, pues ahora tengo una noción más clara 
de mis deberes que tenía antes. He aprendi- 
do á ser menos corto en decir lo que creo 
sea verdad y menos indolente en hacer lo 
que es recto ejecutar. 
. —Y yo—dijo Sadie —he aprendido más 
que en toda mi vida anterior. Ahora soy 
completamente distinta. 
— Yo. nunca comprendí mi carácter an- 
tes — dijo á su vez Stephens—, y aun pue- 
do decir que ni era capaz de comprender 
CONAN-DOYLE 
las cosas. Vivía para lo que no tenía im- 
portancia y abandonaba lo que era prin- 
cipal. 
- —¡Oh! Un buen trote como éste no hace 
á nadie daño—arguyó el coronel—, porque 
una vida de regalo no es buena ni para el 
hombre ni para la mujer. 
—Yo creo firmemente — añadió la señora 
Belmont—que ninguno de nosotros ha deja- 
do de elevarse durante los días del desierto 
mucho más que antes ó después. 
Se sentaron todos y permanecieron ca-. 
- llados y pensativos durante un momento, 
mientras las sombras se hicieron más den- 
sas. Un vientecillo suave sopló del Este, y 
los pasajeros se levantaron para dejar la 
cubierta. Stephens se inclinó hacia Sadie y 
-murmuró á su oído: 
— ¿Recuerda usted lo que me prometió - 
cuando estábamos en el desierto? | 
—¿Qué fué? : 
—Dijo usted que si lograba salir con vida y 
de aquel trance, procuraría en lo sucesivo 
hacer feliz á otra persona. 
Sadie sonrió. Ñ 
—HEntonces no habrá más remedio que 
cumplir lo prometido. 
Y los dos jóvenes se estrecharon las ma- 
nos, mirándose los ojos... 
 
	        
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