Full text: La bandera verde

-€8 A. Conan-Doyle.—LA BANDERA VERDE 
Apuntó. el fusil, y al ie del punto de mira 
vió la cara salvaje del árabe. Tiró del ga- 
tillo, pero á cada:momento veía agrandarse 
más feroz. “Dos 
Oyó dos tiros 
- aquella ' cara, y ponerse 
veces más tiró del gatillo. 
- de revólver á su lado, y vió que 
cha roja coloreaba el pecho del árabe. 
«— Tire usted, imbécil, tire, 
Scott. 
- Otra vez tiró del gatillo sin mejor resul. 
uña man- 
tado. Dos nuevos 
de él, y el negro gigantesco cayó al suelo, 
se levantó, y volvió á caer otra vez. 
_— ¡Pero arme usted el fusil, so AS 
gritó una voz furiosa. 
Instantáneamente, y con 
“arranque, saltó S árabe por encima del 
camello tendido, y Anerley sintió caer so- 
20 su pecho los e desnudos de su ene- 
migo. Como en sueños, creyó luchar con 
o sus fuerzas contra un ser que se 
revolcaba por el suelo con él, y luego oyó 
como una formidable explosión cerca de 
su cara. Fué el último recuerdo que le 
- quedó del primer combate en que tomó 
pane 
—¡ Hasta la vista, amigo! Pronto se pon- 
drá usted bueno. +¡ Paciencia! 
3ra la voz de Mortimer. 
Ane rley, al: cual se dirigían REIS pa- 
 labras, se dió cuenta vagamente de la des- 
pedida desu colega, viendo su “rostro 'Ca- 
: sus ojos cubiertos de ao 
“mientras su CON mano caía 
.racterístico, 
_ anteojos, 
en su hombro. : 
e Mucho. siento dejarle. á usted, pero no 
tendremos poca suerte si llegamos á tiem- 
po para enviar nuestros despachos, de modo 
- que puedan salir en. las ediciones de: da 
CELO 
Mientras hablaba: apretada S Scott las cin- 
de chas del caballo: 
A —Ya cuidaremos de poner en los tele. : 
- gramas que ha salido usted herido, lo cual 
hará comprender. á su periódico el motivo 
que: le ha impedido á usted darle noticias. 
Si por casualidad encontrara usted á los. 
corresponsales. de la Agencia Reuter ó de 
los periódicos de la noche, no diga usted > 
da de lo ocurrido. Abbas le asistirá 4 
usted, y. mañana. por la tarde estaremos 
e vuelta, Hasta: la vista, Y. Buena suerte. 
¡usted —gritó 
isparos sonaron cerca 
ba 
_ ted—dijo la voz de Abbas, 
Oyó Anerley aquellas palabras como en- 
tre sueños, y no tuvo fuerzas para contes: 
tar. ¡Hasta que vió desaparecer entre las 
rocas los dos caballos esbeltos y elegan- 
tes de sus compañeros, no recobró del todo 
la memoria. Dióse cuenta entonces de que 
la primera ocasión que se le había presen- 
tado para adquirir fama entre los corres: 
ponsales, se le acababa de escapar. En 
realidad, había asistido á una simple es- 
Ccaramuza, pero era la primera de la gue- 
rra, y el público de la metrópoli aguardaba | 
con gran impaciencia las noticias frescas. 
Los lectores de'«El Correo» y «La Inte- 
ligencia» serían los primeros en reci_.las, 
mientras quedarían huérfanas de datos las - 
columnas de «La Gaceta». Aquella idea le 
dió energía bastante para levantarse, lo 
cual hizo muy 'trabajosamente, apoyándo:- 
se en el tronco de una palmera para con- 
servar el equilibrio, porque, se: lo iba la 
cabeza. E 
Apenas se levantó, atrajo su mirada el 
cadáver del gigante negro tendido en el sue-. 
lo, agujereado el pecho por una bala. Las 
moscas del desierto zumbaban en tropel. 
alrededor de sus heridas. A algunas yardas. 
más allá estaba el cuerpo del ár abe, con las 
dos manos cruzadas sobre una masa in- 
forme y ensangrentada que había sido su 
cabeza; sobre su pecho pesaba el fusil de 
Anerley, uno de cuyos gatillos estaba caído, 
y el otro puesto en el seguro. 
—Sidi Scott fusiló á él con fusil de us: 
único criado 
que chapurreaba el inglés. Se A 
_Anerley suspiró. pensando en su e ; 
_tunio, De tal modo había perdido, la ca-- 
beza, que se le había olvidado montar el. 
- fusil, y. no había sido el miedo la causa, 
sino el interés que le inspiraba el combate: 
E Llevándose la mano á la cabeza, notó que 
le apretaba la frente un pañuelo húmedo. 
_—¿Dónde están los otros dos derviches? 
_—preguntó, montando, como Seo á ca- 
«ballo, 
S a hiuído; á “uno le ha roto un tiro el 
«DYazo.* 
2 y mí, qué me E A 
—Sidi recibido cuchillada cabeza. Sidi 
cogido. en hombre por el brazo, y Sidi 
 
	        
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