A. Conan-Doyle,—LA BANDERA VERDE | ar
Scott ha hecho fuego. Sidi tiene la c
quemada.
No tardó Anerley
: que sentía en la piel una sensación como la
quemadura, mientras hería su olfato el olor
nauseabundo de pelo chamuscado. Se llevó
la mano al bigote, que ya no existía. Tam-
bién habían desaparecido las cejas, pues
no podía encontrarlas. Cuando rodó por el
suelo con el derviche, debió de encontrarse
su cara muy cerca de la cabeza de éste,
y la explosión del arma durante la lucha
había producido aquellos resultados. Final.
mente, bigote y cejas tendrían tiempo de
Cara muy
en darse cuenta de
ya sería terrible para los soberbios corce..
les que sus colegas habían escogido como
sobresalientes por su andar y su resisten-
cia. El caso es, pensó, que conocía ani-
males más resistentes todavía: los camellos.
de carrera, Si pudiera encontrar uno, pue-
de que fuera capáz de llegar el primero
á la meta, pues recordó la afirmación de |
Mortimer de que para una distancia mayor
de treinta millas, aquellos animales valían
infinitamente más que los mejores caballos..
¡Si pudiera éncontrar un, camello de ca...
rrera! S
De pronto le vino á la memoria otra hs eS
—¿Dónde están los otros dos derviches?—preguntó. (Pág. 88).
crecer antes de que volviera á Fleet Street,
pero quizá fuera más peligrosa la cuchillada
recibida. ¿Pero le impediría llegar á la
estación telegráfica de Sarras? Lo único
que tenía que hacer para convencerse, era
intentarlo. * — Fo :
Desde luego tion que. su ción
era muy difícil. No le quedaba más que su
caballejo de Siria que estaba allí, iluminado
por el sjol poniente, con la cabeza, baja,
los miembros cansados, demostrando que
la marcha de la mañana ya había sido -
“excesiva para su debilidad. ¿ Qué esperan-
za er quedarle de hacer un trayecto
de 33 millas á gran velocidad en semejante
cabalgadura? Una carrera de tal Ara
de Mortimer. Cuando los derviches inten-
“tan una algarada, siempre montan camellos.
de carrera. Anerley descendió AA Ae
mente de su caballo. :
¿Cuáles eran las csbalgadiras! dl
por los. derviches, cuyos cadáveres yacían
allí? En un momento escaló las rocas, á
pesar de las protestas de Abbas, que le
seguía de cerca. Los dos fugitivos que ha- -
bían podido escaparse, ¿se habían llevado.
los camellos, ó se habían limitado. á salvar
sus vidas? Anerley determinó fácilmente
el lugar donde había acampado el enemigo,
viendo en el suelo muchos cartuchos va--
cíos. Inmensa fué su alegría: cuando vió
levantarse en un e el pESCUedO blanco