A. Conan-Doyle.—LA BANDERA VERDE
de su camello, Con tal esperanza, le toca.
ba el largo cuello con el palo, y cada vez
se alargaban las patas del animal en ca--
rrera más precipitada. En ciertos. lugares,
ajaban hasta el río bancos de rocas; los
caballos no podían salvarlos, y tenían que
dar un rodeo, mientras los camellos, más
acostumbrados, los atravesaban pausada-
mente. Aquello le inspiró la convicción de
que les ganaba terreno Á sus colegas.
Pero cara le costaba la satisfacción que;
causaba aquel pensamiento. Había' oído
decir que á personas que viajaban en sus
condiciones los reventaba el viento, y que -
los árabes, cuando emprendían un viaje
largo, acostumbraban á fajarse el abdomen
con telas sólidas. Aquella precaución le pa-
reció al principio superflua y algo ridícula,
Mientras anduvo por terreno liso, Al pisar
¿suelo más roquizo, comprendió su utilidad.
Traqueteado hacia adelante, y hacia atrás,
y hacia los lados, cada reacción lo rendía
- por completo y sentía dolores desde las ro.
illas hasta la .cabezpa, como si le, hubieran
dado una gran paliza en los hombros, la
columna. vertebral y los riñones. Todo su.
uerpo debía de ser una vasta equimosis,
_veces trataba en balde de agarrarse al
_arzón de la silla para amortiguar algo el
choque; alzaba las rodillas, cambiaba de
Postura, apretando los dientes con la firme '
voluntad de vencer: ó morir. Le parecía que
e iba á estallar la cabeza: todas las articu-
laciones de sus miembros estaban. como. dis-
locadas. -
Sin embargo, olvidó ddr. ¿sus pagado
mientos cuando al salir la luna oyó á' lo
lejos, cerca: del. río, el ruido: de cascos de
caballos y comprendió que, invisible: para
sus compañeros, les llevaba algún adelanto,
Pero aún no había' hecho la mitad del tra
yecto, y eran las once.
'Duranté todo el día había cda el
chasquido del manipulador del telégrafo
en el barraconcillo de hierro que servía -
de estación telegráfica. de Sarras. Con sus
nía á parar á
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bre lanzado al espacio habían estado fun.
cionarios importantes, transmitiendo á cada
momento al empleado de aspecto militar,
inundado en sudor, comunicaciones urgen.
tes. El presidente del Consejo de Minis.
tros de Francia había pedido al «Foreign
Office» ciertas explicaciones, y un marqués
de Inglaterra había transmitido su demanda
al general comandante de la expedición,
pidiendo noticias sobre la situación. Los .
despachos cifrados habían dejado al pobre
empleado medio loco, porque la más enlo-
quecedora de todas las operaciones, es la
de transmitir un telegrama cuya cifra se
desconoce. Durante todo el día se cam-
biaron notas diplomáticas entre todas las
grandes cancillerías europeas, y el resul.
tado de todas aquellas combinaciones ve:
á la cinta del aparato, encerrado.
en aquella casilla de hierro. Por último, á las
dos de la mañana había terminado el tele.
grafista la transmisión de un despacho lar-
-8g0, y rendido ya, había abierto la puerta
y encendía la pipa para fumar al' fresco,
cuando vió en la obscuridad un camello que
se paraba y un hombre que, al parecer
borracho perdido, avanzaba hacia el telé.
q haciendo eses. -
AS hora es preguntó, con voz: que
no era de hombre ebrio.
El empleado estuvo por. contestarle. que :
era hora de que la gente razonable estuviera -
metida en la Cama, pero recapacitó | que
durante - “una. campaña no siempre es pru-
dente: quererse reir de una persona con
traje color de kaki. Por lo tanto, se imió
A contestar que eran más de las dos,
¡No aguardaba el efecto que produjo | su.
respuesta. La voz de su interlocutor enron-
- queció como. la de un borracho, y el pobre"
tuvo que agatrarse. á la Puerta Para no
E _ Cacrse..
: — Las dos I—exclamó—. ¡Vaya, he, per.
] dido iS
Enola la pa del. hiso un
paquete: manchado. de sangre. Tenía la cara
daredes desnudas y los. cajones que servían | 'coloradísima y estaba con las piernas com-
asientos, aquel local era en aquellos
momentos uno de los lugares más importan-
tes de la superficie. del globo, y el tic-tac
wnótono del aparato parecía ser el del:
t loj del Destino. Al extremo de e cada alamo
—badas, como si no se. pudiera tener. El
_ empleado empezó. á hacerse cargo de E
le ocurría. algo extraordinario.
—¿ Cuánto tiempo se necesita para trans-
E —mútir un rasca 4 Londres? a
EX