Full text: El campamento de Napoleón

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- aparecía ya más distinta por cima de las 
olas. De pronto, un buque salió de las 
- sombras y se adelantó hacia nosotros. 
Los rar aba uno de 
los marinos 
- —Bill, amigo, estamos pecaitasitadijo 
“el otro, metiéndose algo en una de las an- 
Chas botas. : 
Sin embargo, el barco, tibieodomiols di- 
visado, se alejó en dirección opuesta. 
-Los dos marineros se miraron, limpián- 
dose la frente con la manga. 
—Me parece que la conciencia de esos 
A. CONAN-DOYLE 
volverme para mirar al bote por última 
vez, éste había desaparecido... Nada ya, 
sino el rodar de la tormenta y el gemido 
del vendaval. ( 
Así fué como, en los primeros días del 
año 1805, tras quince de destierro, volví 
al país que durante tantos siglos honró y ' 
sostuvo mi familia. Bien duramente nos 
había tratado; nuestrosservicios pagados 
con insultos, con el destierro y la confis- 
cación de nuestros bienes; pero todo lo 
olvidé cuando, de hinojos sobre la arena, 
puse mis labios en su bendito suelo. 
H 
EL LI 
Al caer el día se para fatigado el via- 
jero y delo alto de una elevada colina 
tiende la vista sobre el camino recorrido. 
No ve en él las revueltas ni los obstácu- 
los. Las cuestas que tuvo' que subir. 
Los abismos que á sus pies se abrieron, 
los matorrales en que dejara jirones de' 
su carne, todo sé funde y desaparece 
bajo los velos de la noche. Y él se asom-. 
Pa Vais á dejar] la cd en está efe sd 
no está más tranquila que la. nuestra— 4 
dijo el primero.— ¡Y yo que hubiera apos- 
- tado á que eran guardacostas! 
-. Parece que no somos solos á pasar 
- mercancías prohibidas esta noche —ob- 
- servó el segundo.-—Pero ¡qué diablos. pue- 
de ser ese barco! ¡Que me ahor quen silo 
sél Al verlo he éscondido un paquete de 
| / sorprendente, y es aquella noche de tem 
pestad en que volvi á Francia. Aún hoy 
no puedo respirar. el olor fuerte y salino 
- tabaco de la Trinidad en mis botas: ¡Ah! 
e Bill, arría, terminemos. > e 
+ Un minuto después. encattábamos en 
Una playa de grava. 
| Cogí mi PRA de, me lancé fuera de EN 
dad ahora que llega al fin, de haber va- 
-cilado en las encrucijadas, de ha= 
berse sentido á veces tan rendido, 
tan desalentado. El hombre así, al 
e declinar de la existencia, no distin- 
gue, sino entre brumas, “los suce- 
sos de la juventud. En vano procu- 
- ra á ciertas horas resucitar en su 
“espíritu el recuerdo de las penas», 
las dudas, las pasiones que han herido su: 
alma; todo se disipa, se borra en la: som- 
bra del pasado. Y asómbrase, ahora que 
ha recibido como un mudo aviso de la 
muerte, de haber sufrido y llorado tant 
por cosas olvidadas, concluídas... : 
Hay, sin embarg o, una circunstanci 
en mi vida que rememoro con clarida: 
del mar sin que el pensamiento me trans” 
porte á: aquella playa solitaria que mis 
pies hollaban con la alegría del 10 pisa 
el suelo de su isgulen ee 
a 
 
	        
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