de eE E A. CONAN-DOYLE
Ho: Luego desapareció bajo la campana
de la chimenea y sólo ví sus pies apoya-
dos en el reborde de la piedra. Esto fué
una impresión rapidísima. Saltó €l á tie-
rra y volvió á abrir la puerta. -
—¿Quién sois? — dijo con una voz tem-
blorosa de emoción.
.—Un viajero que ha perdido el camino.
Hubo una pausa, y añadió él:
—¿Por qué queréis entrar aquí? La casa
no tiene gran atractivo.
--Señor— dije angustiado —;. estoy
Mo rechazó de u un « fotiaidable puñetazo y corró
la Lia (Pág. 13).
muerto de fatiga, no me ent licid un, aci
"go. Hace horas que ando, peeuda entre
- estos horribles pantanos.
-—¿No os habéis. eligóntrado á madi?— 2
me pregutó vivamente.
-¿—No, señor; á nadíe. Eo
- —Hacéos un poco. AS ent un
—sitio tan desierto como. éste: pde pra
ción es poca. |
-.Obedecí yo y €l entreabió la. puerta,
dejando salir á medias su EMCLDA 02
Sin hablar ahora: me examinaba con
una insistencia. molesta, que me descon- :
certaba á pesar mío.
¿Cómo os Headla paébtiato..
Ss. Laval-respondi—dando á mi
nombre, al suprimir el da un aspecto
- plebeyo.
—¿Dónde vais?
—Busco un albergue para descansar.
—¿Venís de Inglaterra?
—Vengo de la costa. $e
Movió la cabeza. La ambigiiedad de
mis respuestas no le satisfacía evidente-:
mente.
-—Pues bien, no amd no podéis
entrar. ?
—Sin embargo... h
—No, no, no; ¡imposible!
—Indicadme al menos un medio de:
sa lir del pantano-— supliqué yo
Me designó las luces que brillaban á
mi izquierda.' '
Una aldea—dijo—; podéis llegar
en pocos minutos. 4
Involuntariamente, al decir esto ha= z
bía dado algunos pasos y estaba á mi
lado. Ya me iba, cuando con gran
asombro mío me detuvo, y con una
voz del todo distinta:
— Quedáos, Sr. Laval a o no:
puedo realmente dejaros fuera con
“esta espantosa borrasca. Os calenta-
-Téis y echaréis un trago de aguardien
te; eso OS confortará al menos..
P Ambrarecidn de fatiga, de necesidad.
- y de emociones, no Pio nada, aun:
que nada He dedo de aquel brusco
cambio. e
. —Caballero, os dle las gracias —
murmuré—; nada ue y seguí al JOn%
HEN» eN
EL
A CABAÑA
Mi primer movimiento fué correr junto
al fuego, presentándole alternativamente '
mis manos ateridas y mis botas saturadas
- de agua.¡Qué bueno era ver aquellas bra-
sas rojas crepitar en la: hornilla' y aque-
llas llamas azuladas, como llamas de pon: :
che, comenzar á nacer, saltar luego en
- lengiletadas hasta fuera de la chimene:
_ para volver á recogerse luego sobre la
e 50% calcinada! La piel de mi iia as
q