ARTURO CONAN-DOYLE -
Sherlock dió la mano á la joven, y ésta.
-se marchó,
A.:los cinco minutos estaba. sentado pea:
- en un coche de plaza,
- Había mandado al cochero que le lle-:
vara á Somerset-Street y que se detuviese
ho frente á la puerta cochera de la casa,
sino cerca del jardín.
En cuanto paró el coche, bajó Sherlock
Holmes y. se acercó con cautela .á la ver-
Ja que cercaba la finca,
- Desde. la calleja no se podía penetrar
«en él más que por una. puerta, pero, ésta.
estaba. cerrada,
—También habrá estado cerrada esta no.
-Che—pensó Sherlock Holmes—, y el visi-
tante de la señora Stradella debe de. tener
a llave, lo mismo que el marinero tenía
la de las oficinas de Ludgate- Hill. No me
costará gran trabajo abrirla.
- Sherlock Eo sl sacó una ganzúa y
abrió. |
Entró y con. EN o, se EPA de
que estaban: corridas todas las cortinas de
las ventanas que daban al Mera,
Nadie podía. verle, da
Miró entonces atentamente al. bl:
Violenta ¡Huvia había caído ' él día an-
sión de una suela que se d buiaba: con gram
exactitud en el suelo.
En. seguida sacó -un -metro, ]o aplicó á
la huella, y á los pocos segundos dijo con
gran satisfacción :
—145! ¡Exactamente! Esta es una ver.
dadera prueba. Estoy convencido de que
esta noche ha visto á.su mujer. Pigi
En seguida el: genial criminalista se le-"
vantó, quitó del pantalón la tierra que lo
manchaba, y ocultándose cuanto: pudo, dejó.
el jardín «para volver. á su casa. ES
Allí se disfrazó, dió al ama de llaves yá
Harry varios encargos, y luego se dedicó
de nuevo al trabajo.,
vn
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: EN LA «GUARIDA DE LOS TIGRES»
mn
Espantoso huracán soplaba por. las ca
lles de Londres.
Procedente del mar, había : E me
niebla que durante muchas horas había
envuelto la ciudad con velo' impenetrable.
- Pero los habitantes de la' capital, “des
pués de haber maldecido la niebla. que los
cubría de húmedos' vapores, echaban: :pes-'
tes contra aquel tiempo Ea he
+
HF á lás calles” 27 qa
Realmente, cesi hadle: Snaand” por. ellas;
y se había intérrumpido la animación pra”
dísima que ofrecen en tiempo normal, has-
ta 4 las altas horas de la noche. *
Escasos eran los transeuntes, y estos,
renunciando á: luchar con el viento; se de-
jaban 'llevar de él. y habían cerrado: los pa-
raguas, prefiriendo: aguántár la' lluvia, 4.
ver vueltos del revés aquellos. artefactos.
Las poquísimas señoras» que andaban
por la calle con tan terriblé huracán, se
veían “muy apuradas' para recogérse el ves-
tid* que el viento levantaba, y se resgua
daban lo mejor posible arrimándose á' las
- Casas, para que el e no las atacará por <
se ¡408 lados.
La: mayor parte: des Tós mento s
taban acostados, > a hasta en, e. tabernas E
E generalmente muy ?
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