ARTURO CONAN-DOYLE
ted es un hombre cuyas predicciones se
realizan siempre. No vacilo en acceder á
su petición. Disponga usted de mi des-
pacho como le parezca.
Sherlock Holmes se acercó á la puer-
ta y dijo:
—Harry Taxon, entra.
En seguida entró Taxon, también muy
elegante, sosteniendo el asa de cobre de una
caja grande de madera.
—Señor director—dijo Sherlock Holmes,
—tenga usted la bondad de dejarme solo
con mi ayudante. Un cuarto de hora. Du-
rante ese tiempo, dé usted orden de que
Si se presentan dos personas para elasun-
_to Stradella, las hagan entrar aquí.
—Con mucho gusto—dijo el direc tor sa-
liendo.
—Observe usted absoluto silencio con su
- Personal —exclamó Sherlock Holmes.
: Eso se cae:de su peso,
—Y que nadie sepa quién soy ni á qué
he venido.
—Nadie lo sabrá,
El director+se marchó, y oyó á Sher-
lock Holmes cerrar la puerta.
Durante un cuarto de hora reinó activi-
dad febril en el despacho. A través de la
- Puerta cerrada adivinaba el director al «de-
tective» y su ayudante ir y venir, mover los
muebles y dar algunos martillazos.
- — ¡Demon o! —pensó el director de la
: «Gresham»—; si me hubiese engañado un
ladrón! ¡Si no fuera Sherlock Holmes quien
me hablaba hace. un momento,
Caballero de industria que me hubiera echa-
do del despacho para descerrajar los. ca-
jones! Pero no puede ser, porque sabría
Que en mi despacho no hay ningún tesoro,
Y que la caja principal se encuentra en
Otro po: Además, me parece haber co-
_Rocido á 4 Sherlock “Holmes, pues he visto
-Su retrato en varios periódicos ilustrados.
: —Tenga usted la bondad de entrar, se-
_ñor director—dijo una voz.
- Al mismo tiempo daba vuelta una llave
en la cerradura, y se abría la puerta.
- Cuando el director de la «Gresham» en-
tró en su despacho, retrocedió asombrado. :
dos personas desconocidas: un
Caballero. con levita negra, abrochada has--
Veía á
sino un.
ta arriba, con barba y melena blanca y
gafas de oro.
Delante de la máquina de escribir había
un joven rubio tirando á rojo, con bigotito
fino de puntas retorcidas.
—¿Pero qué es esto?—balbuceó el di-
rector.
—Siencio, soy Sherlock Hywlmes. Nos
hemos desfigurado un poco mi ayudante y
yo, cosa necesaria, porque nos conoce la
mujer del estafador. Ya nos hemos visto.
—¡ Asombroso! ¡De primer orden !—ex-
— ¿Pero qué es esto?—balbuceó el director.
clamó el director, que no se cansaba de
admirar el maravilloso disfraz—. Es us-
ted superior á nuestro célebre actor Irving.
— Irving es el primer cómico de Lon-
_ Ares, pero yo me creo el primer «detecti-
ve» del mundo; de manera que he de sa-
ber disfrazatme «mejor que él. ¿No dez
“legado esos tunos? |
—Todavía no. Pero ¿por qué habla us-
ted de dos personas que tratan: de sacar-
nos las 100.000 libras? La viuda vendrá
sola probablemente. e
—No; la acompañará un capitán cuña-
do suyo, recién llegado de Italia. Ha sa-
bido la pérdida que ha experimentado Ele-
na, y ha venido de Florencia en seguida
para asistir á
dio de la. doncellade'la casa: *
_—Bueno; todavía. tenemos tiempo—dijo
el director, yendo á sentarse en uno de
_los dos asientos colocados junto á la má-:
quina de escribir. ]
Pero en seguida le agarró del brazo Sher- ss
lock Holmes y cel Ps :
su hermana des días tan
tristes. Yo he averiguado todo esto por me-