ARTURO CONAN-DOYLE | | > 7
bra, junto al lugar donde el convidado ha-
bía puesto los pies: una pajita.
- La cogió con cuidado y la examinó á
la luz.
—Es paja de avena—susurró—. Paja de
avena No todos los cocheros la usan, pero
: a
e pe
- —Aquí ha puesto sus labios no hace una hora.
lgunos sí. donís el hombre. puede ha-
er pisado esta paja en la calle, aunque es
«más natural suponer que ha venido en co-
Che, Ya lo veremos.
- —¿Quiere usted venir, si le E
: a Harry desde el zaguán.
—=¿HIBS: encontrado algo?
—No sé si tendrá importancia; pero hay.
«un papelito éntre el teléfono y la pared.
Sherlock Holmes cogió el papel, que no.
«Aecía más que estas nara
Globo». A
—¡ Bueno val—dijo con aga
wez sea ésta la clave del ex.¿ma.
«Hotel del
“Tal
Harry no contestó. Estaba tan cota:
brado á verle sacar de cualquier cosilla
«consecuencias extraordinarias, que se ha-
_bía impuesto la ley. de : no tratar de com
¡prender nada.
“Por la calle se oía el paso de una parra: |
lla que se acercaba,
-—Ahí está la policía—dijo Sherlock Hok E
es. Naturalmente, no nos servirá. para
nada. Tengo que quedarme aquí para dar-
les informes. Vete tú al «Hotel del Globo»
y dile al portero que te dé una lista de
los viajeros que hay ahora y de los que
hayan llegado. ¿Llevas mi tarjeta de iden-
tidad ? :
—Creo que bastará con la mía—dijo qe
rry algo picado.
—Bueno, pues nada. Vuelve aquí, donde |
te espero hasta mañana por la mañana.
Sonó el timbre eléctrico de la puerta y
Sherlock Holmes abrió á la policía,
¡ql
HUELLAS CONFUSAS
El médico que venía con la patrulla vió.
en seguida que todo socorro era inútil. De
todos modos, mandó llevar á Lady Mary
á su alcoba y procedió á. hacer tentativas
de devolverla la vida.
Las manchas azules del cuello eran pro-
- fundas pero poco largas.
—Las huellas del pulgar—dijo Ada
Holmes, que acompañaba al doctor, con
aspecto sombrío é impenetrable, pronto a
“secundar sus esfuerzos—. El asesino no es
un cualquiera, tiene dedos largos. y punti-
agudos. E
—Pero una mujer —respondió el pedis E
—no tendría fuerza para matar así á otra. |
—No digo que sea una mujer—dijo Sher- 3
lock Holmes con sequedad.
Tres hombres quedaron de guardia en.
el palacio. El «detective» se fué al sotaban-
co de Pedro, el criado desaparecido. Era.
una habitación limpia y arteglada, en la
cual: nada le pudo explicar la “desaparición $ ;
dé aquel servidor, al cual había confiado
Lord Malcolm la pa uh su -Aqujer a
de su: casa.: * * .
La noche llegaba E su término. Las « cri:
das no volvían de la. diversión ds la. ES z
habían ido: la víspera. s
ss] Si yo supiera dónde está el job de-
cía el «detective» al oficial de' policía: que
réconocía la casa, pálido y sin decir pala-
bra—. Si recibiera un telegrama inmediata-
- mente ers os. mismo. sé qu