“ARTURO CONAN-DOYLE E e
—-Posible es. No me interesan esas his-
torias de «detectives». Maestresala, hága-
me el favor de unos cigarros que sean
buenos.
Sherlock Holmes presentó en una copa
de cristal habanos escogidos.
Los hombres los tomaron. Entonces Sher-
lock Holmes, dijo con tono importante:
—Perdone usted, pero los EOS se pa-
gan aparte,
-—Bueno, pues cambien ustedes éste bi-
llete—. Y Lovell echó en la mesa uno
que sacó de su cartera bien provista.
Sherlock Holmes lo tomó y salió á la
antesala. Un trazo de pluma rayaba el bi-
llete. Los ojos del «detective» relucieron.
Aquello era muy importante, pues el em-
'pleado del Banco donde Lady Mary había
cobrado el cheque, le había contado que
con las prisas, la pluma que sirvió para fir-
mar el recibo sele había escurrido de las
manos y había manchado los billetes.
Sherlock Holmes ocultó cuidadosamente
el billete en el bolsillo del frac y cambió
otro en el mostrador. Aia
Cuando volvió, Elvira decía:
—¿Dónde andará Tiny? No estaré tran-
:quila hasta que lo sepa.
-. Pero como entonces entraba el maestre-
“sala, dijo en otro tono:
—Mañana mos vamos, conde. ¿Va usted
-á estar mucho en Londres?
—No lo sé. Según como me vaya... DÍ-
game usted, maestresala, ¿quién es aquel
caballero afeitado que nos mira con tal in-
-Sistencia ?
6 —Es el joptrisio señor dad de Bir--
nimghan, que tiene una mirada muy fija.
Ya se han quejado otras personas.
Y blandiendo la servilleta, el maestresala
fué al mostrador á buscar unas copas de
licor, Al pasar, dijo al hombre afeitado, uy
ra un agente de policía secreta:
-—No mire usted así á la gente, imbécil,
que lo notan.
Cuando pedi le pesonotá batalla
—Dígame usted, ¿conoce por casualidad
A un tal Sherlock ¡Elolmes? 1000054
—¿ Sherlock Holmes ?—preguntó éste con
isombro—. Así se llama el: muchachito. en-
cargado del ascensor.
=$ sal estúpido! —murmuró Lovell « entre >
hoy.
dientes, añadiendo en alta,voz—: No, hom.
bre, el famoso «detective» del cual hablan
los periódicos. Creí que le conocería usted
de vista. :
—¡Oh!—exclamó Sherlock Holmes con
admirable expresión: de idiotismo estudia-
do para su papel—. Esa gente no viene á
este hotel.
El terceto cambió una sonrisa. ¡ Valiente
imbécil era el maestresala! Creía que to-
dos los huéspedes eran personajes.
Muy entrada estaba la noche cuando se
separaron. Parecía que iban á darse las .
buenas noches, cuando Lovell dijo como im-
pulsado por inspiración súbita:
—Voy un poco con usted, conde. El aire
libre me sentará Pd he andado
Sherlock Holmes ius una seña al criado:
que estaba de servicio nocturno en el pa-
tio y que desapareció por una puerta lateral.
Y los dos hombres no supieron que el indivi.
duo con gorra que á paso lento seguía en
la sombra la otra acera de la calle, era el. ,
mismo Harry Taxon.
Entre tanto Sherlock Holmes se Sl
en la cama del número 29, y como podía.
descansar algo, se entregó: á un. sueño re-
parador. >
Le despertó por la mañana el ruido que .
hacía Lovell al regresar. Este se acostó.
en seguida. Seguro de que el pájaro es-
taba enjaulado para un rato, el «detecti-
ve» pudo dedicarse con tranquilidad de-es-
píritu á seguir las diferentes pitos SON
_se le presentaban. - ib:
Volvió á su casa de noche y encottró á
. Harry Taxon que dormía con sueño de
plomo,
—Pobre muchacho —dijo Sheriodes Hol-
mes inclinándose hacia él—, no puedo de- de
_jarle dormir, Pero juro que de aquí. á la
noche habré cogido á los asesinos. Des- $
piértate, hijo—gritó sacudiendo al joven—, de
y dame noticias. Ae
—¡ Ay, señor Holmes! Dcoiracigidn
nada tengo que contar. Los dos individuos -
estuvieron largo tiempo sentados en el café
de París, en Regent Street, bebiendo ovis-
ky» y más «wisky».
No pude acercarme, -
porque me habrían conocido. Al salir toma-
ron. un ces eendo al cochero > los