ARTURO CONAN-DOYLE: : : 55 ¿
personas que en la diran se encontra
ban, se creían muy seguras. En el nú-
mero 28 estaba Elvira, la cual disfruta-
ba tan hermoso sueño, que no se había
«despertado en toda la mañana.
- —Bueno, chiquillo—decía Elena 4. Lo-
vell en tono animado, muy distinto «de su
voz dulce y distinguida de antes—. Ha-
béis trabajado bien; ¿cómo ha sido eso?
—Mucho me preguntas—contestó: Lovell
abrazándola por la esbelta cintura—. No sé
“sino que Tiny la ha ahogado.
—¿Tiny solo? ¿No le ha ayudado: EL
vira ?
—Elvira. no ha hecho más que darnos -
los cuartos de la idiota de Mary y Tiny sólo
ha hecho lo demás. Era el único que te-
nía fuerzas y... motivos. para. ello.
—¿Cómo motivos? Ninguno de vosotros
ni había recibido órdenes
tenía motivos,
para hacerlo.
Lovell se rió burlonamente.
Ah! ¿Conque te haces de: nuevas?
No seas tonta. Mil veces has dicho que
te alegrarías de que lord Mal...
_—Nunca pronuncies nombres. No:se sabe
si nos espían,
Y abriendo la puerta, sacó la cabeza.
Pero se tranquilizó. viendo el pasillo obs-
curo y tranquilo,
-—Oye,
vez—añadió en voz más A No te ocul:
taré que odiaba yo á esa Mary que ha
Me había
robado mi amante. E ¿nrique era mío an-
muerto, Y. tenía mis motivos.
tes de enamoricarse de Mary Tamani. Esa
hipócrita me lo quitó.. Nunca lo olvidé
mi lo perdoné. A no ser pos: ella, se ha-,
Dra casado conmigo...
NE e: ojos relucieron sombríamente é 2
evocar lo pasado. Lovell le acarició la cara,
Y. Elena Horiqueó.
—¿Crees que he alcanzado mi. do
Te digo que estoy más lejos de él que
hunca. Acabo de recibir carta de Enri-
que. Me abandona, no quiere nada con-
go. Y sin embargo, está seguro de. la:
infidelidad. dé su mujer. Las cartas...
Lovell se echó á reir.
Ah, sí!
bía para sl loco! j
A con sonrisa satánica, murmuró :
te lo voy á- decir por última
¡Las famosas cartas! pS
Sá
—¿No eran auténticas las cartas?
—Sí, '' mujer, ¿¿no- habían de «serle ?
Y «ambos cómplices -se echaron á reir de
tal manera, que á: Sherlock Holmes le costó
trabajo no salir «del escondite y atacarlos.
Afortunadamente se domino, y Ccontenien-
do la respiración esperó averiguar la yer-.
dad sobre ¡aquella correspondencia.
Pero se equivocaba.
Elena se levantó y dijo:
-:— Alguien, se mueve .en esa Hs
¿Está ahí Elvira?
Lowell. fué 4 verlo, y volvió Po me
—Has soñado. No hay nadie. Elvira está
durmiendo. ¡Está tan contenta con sus per-
las! Figúrate que eran la recompensa de
la tentativa suprema que había de hacer
cerca de Mary, y que ha hecho.
—¡Qué ¡imbécil es la pobre: Elviral—
dijo Elena con: desprecio—. Se habría. po-
dido marchar con todo el dinero sin da-
ros un cuarto, y se contenta con esas per- eN
las, y hasta me figuro que no te habrás
arruinado para comprárselas.
Y cogiendo á Lovell- por la barbilla, le
hizo levantar la cabeza.
—Eres una mujer asombrosa—contestó
en alta voz el otro—. Lo adivinas todo. ¿Per-
las finas para Elvira? Es cosa de risa.
Maldito si entiende de eso. Las perlas pis z
son para tus hombros regios y no..
Imposible le fué acabar su frase.
Un grito de rabia salió de la habitación
vecina, y Elvira, que- había estado ocul-
ta detrás de un AS entró como una q
furia.
dor que acababa de ponerse. En su rOS-
tro se retrataba lra terrible. pc
—¡ Canalla !—exclamó lanzándose contra 1
Lovell con el puño cerrado—. Todo lo he.
oído, embustero,
infame, ca maldito.
Me las vas á pagar.
Ciega de rabia, se enr cde los pes. en la !
falda, y tropezó. des
Aquello fué la salvación de Lol. que
huyó, buscando refugio en el pasillo. -
Elvira le siguió, loca de rabia, y. Elena.
cerró entonces las :dos puertas con cerrojo.
-_ Luego, temblando de miedo, pero rién-
dose como. una loca, se dejó caer en pia:
silla, as A
Llevaba el eN ld: y un ligero peina- A