ARTURO CONAN-DOYLE
Solo en la habitación de usted durante una
hora,
—¿Y qué descubrió usted allí?
* —Voy á explicárselo á usted ahora en
el propio sitio, porque estamos llegando.
lpcrivdmente, á poco 'se paró el carrua-
je, Sherlock Holmes abrió las dos puer-
tas del cab, y seguido por el lord subió
la escalera, con gran asombro del portero,
un irlandesote de pelo rojizo, que creía á
su inquilino encerrado en un Calabozo, y
no volvía, de su asombro al verle en casa.
—¿Han despedido á sus criados de us-
ted mientras ha estado preso ?—preguntó
el «detective»,
—Sólo tenía un criado—dijo lord Roches-
ter sonriéndose—. En estos últimos tiem-
pos mi situación no era muy desahogada, y
hasta que entre en posesión de mi herencia,
que será dentro de un año, me veo obliga-
do á economizar. - ;
—Virtud que raramente se encuentra en-
tre los jóvenes y que usted no practica hace
mucho tiempo, porque de no ser así no.
habría usted caído en las redes de Phi-
neas Aberdeen, que es, sea dicho entre nos-
otros, un .usurero abominable.
—St; tuve quel recurrir á él porque había
respondido por unos amigos.
Los dos hombres estaban ya en la 'ha-
bitación de lord Rochester y Sherlock Hol-
mes se dirigía al dormitorio. Todo estaba.
como lo había dejado el lord al ser dete-
mido: ien el centro del cuarto, una gran
cama de madera tallada; en una. de las pa-
redes una chimenea alta, de mármol, y So-
bre ¡ella un reloj y numerosos «bibelots».
—¡ Caramba! No debíamos haber dejado:
marcharse al portero—dijo Sherlock Hol-
_mies—. Tengo que preguntarle algo.
—Le llamaré. Tengo aquí un timbre a.
va á dar á la portería.
William Rochester oprimió el Pos eléc-
trico y poco después aparecía el portero,
Era, como hemos dicho, irlandés, se llama- :
ba Mac Duff y tenía el oficio de zapatero;
estaba vestido como los de su profesión y
llevaba un delantal «verde «y. las: mangas
de la camisa remangadas hasta, el codo.
-—Mac Duff-—dijo lord Rochester—, este
señor desea hacerle á usted algunas pre-
guntas. Cuéttelo usted la verdad: Esñcta,
-sible. ¿Estuvo hsted:á
—Si no me engaño, ya he visto á €
caballero antes de ahora. ¿No es de la
policía ?
—SÍ, algo—repuso el «detective»—; pero,
dígame usted, Mac Duff, ¿cuándo vino por
última vez el deshollinador ?
—Me' parece que ya he contestado á us-
ted á esto cuando vino por primera vez:
el 7 de Mayo.
—¿A qué hora empezó á trabajar?
—Serían las seis ye la tardé.
—¿No le parece á usted raro, Mac Duff,
que viniera el deshollinador á esa hora?
Generalmente esos hombres trabajan: por
la mañana, antes de que se enciendan las
cocinas.
—Sí me chocó y me disgustó que viniera
entonces. “Tanto, que envié recado á su.
maestro amenazándole con no volver 4 lla- |
marle si se presentaba de nuevo á una
hora tan intempestiva.
—¡Ah! ¿No era él el maestro? ¿Era un
obrero?
—Sí, uno nuevo, que venía por pe
vez á casa. da
—¡ Calle, calle! Uno nuevo... ¿Está us-
ted seguro de que era uno huevo? o cel
—Segurísimo. Al que venía antes le co-
nozco perfectamente, Siempre bebíamos jun- :
tos un «whisky», y luego: le daba la llave
de las guardillas y él sabía por dónde había :
de entrar para limpiar las chimeneas; pee:
á éste tuve que guiarle yo. :
—¿Usted recuerda si llevaba. algo en la
mano?
Sí,
lo. que llevan todos: le a la.
| escoba, la pelota de trapos. Ya sabe usted
que echan por las chimeneas una pelota de
- trapos para limpiarlas.
—¿Y no llevaba, nada más? ¿ ce a
to? ¿ Ningún paquete?
Mac Duff movió: la cabeza negativa- z
mente, :
—Escala...
- pelota. murmuró
Sherlock Holmes "meditando mientras se -
acariciaba la barbilla—. La pelota sobre to-
do, puede ser sospechosa. .. Sí, es muy po-
escoba...
á su lado mientras tr
bajaba? de
—No, no puedo. ra tanto tiempo E
la portería. Lg casa de balde: en 1er SÓ»
S e? los inqui