Full text: Recuerdos de Sherlock Holmes

76 LA HIJA DEL USURERO 
Sherlock Holmes se dirigió á la sala de la 
planta baja, cuyas luces estaban veladas 
por densa humareda; pasó por entre la h1- 
lera de mesas en que se agrupaban hombres 
y mujeres, y por fin encontró un sitio que 
le convenía. Con un rápido vistazo exami- 
nó! á los que le rodeaban. Era la parroquia: 
corriente de la casa; gente de poco pelo, 
estudiantes, artistas tronados. Había tam- 
bién peligrosos criminales, 
Se dirigió 4 la sála de la planta baja ... 
“acompañados 'de sus amantes y auxilia- 
- res; marineros, algunos de ellos ebrios del 
_ltodo, y rateros de los que pululan por la 
- orilla del Támesis y son tan terribles. 
- Frente á Sherlock Holmes estaba un buen 
mozo de unos veinticinco años, en cuya fiso- 
momía se padivinaban las huellas de una 
existencia tormentosa; iba vestido con bas-. 
tante corrección, y tenía la cabeza afeitada, Es 
tal vez por obedecer algún capricho de su 
fantasía, como un chino., ¿A su lado se sen- 
taba una mujer, que era claramente. una de 
sas que. venden sus favores, ofreciéndolos 
tal aa en medio Eo Ns 
bien vestidos, : 
servía de marco.una cabellera rubia. Vestía 
con cierta gracia un corpiño de seda sujeto, 
al talle por un cinturón, falda de paño 
azul marino y zapatos de color, y lucía 
en las orejas grandes pendientes en for- 
ma de anillos, á la moda oriental, que 
llamaban la atención. 
Apenas se hubo sentado, Sherlock Hol- 
mes advirtió que aquella pareja disputaba 
- violentamente en voz baja, y fingiendo que 
estaba completamente ocupado en la tarea 
de partir y masticar un bistek de una du- 
reza inconcebible, escuchó atentamente la 
conversación. e 
—Te digo que me los des, Betsy—orde- 
naba el hombre á su compañera—. Te los 
he ¡egalado yo, y ahora no quieres ayu 
me Á salir de apuros. : 
—Lo que se da no se quita—contestó 
ella—. Míralo bien, Bob: si te llevas Á 
empeñar los pendientes, ha acabado todo 
entre nosotros. ne 
—Bueno; ya veo que no te intereso. gran 
cosa. Dilo francamente, y te dejo volver 4 
Whitechapel, donde te he encontrado. 
—Pues ya que te empeñas, te lo diré 
'es verdad, ya mo te quiero. : 
—;¡ Naturalmente ! —rugió Bob rechinand 
los dientes—; cuando se acaba el dinerc 
desaparece el amor. Es lo de siempre. Con 
forme, pero recojo lo. que te he dado, PA 
que te acuerdes de mí. 
Y al decir esto, el hombre de la cabez 
“afeitada echó mano al pendiente que tení 
más cerca, y de un tirón brutal se lo (arra: 
có á la mujer, desgarrándola la oreja, q 
- empezó á 
imanar sangre. Betsy dió un grit 
estridente. Bob, puesto en pie, se. pre 
raba Á abalanzarse sobre ella, cuando 
marinero que estaba frente á ambos l 
agarró de un a > dl le dijo 'enérg, 
mente: . 
—i¡ Quieto!. ¡Cobarde! 
De los labios de Bob se escapó un og 
de rabia; se quitó el gabán, se e EADEN la 
mangas y dijo: 
—¿Tú quieres que te rompa E car 
maldito Ass ¿Quién te manda Y 
 
	        
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