Full text: Al galope

F "A, Conan-Doyle.—AL GALOPE 
—Dadme vuestras in.trucciones—le 
dije. 
—Sólo puedo dar á usted un hombre, 
porque ya apenas podría tirar yo de las 
cuerdas. Uno de los botes ha sido descol- 
gado y le conducirá á tierra. El marinero 
esperará en el bote. La luz que ha visto 
usted es la luz de Lougwood. Todos los 
que están en la casa son amigos, y se 
puede contar con todos para la evasión 
del emperador. Hay un cordón de centi- 
nelas ingleses, pero no están muy cerca 
de la casa. Una vez que usted haya pasa- 
do este cordón podrá hablar al empera- 
dor, y guiarlo hasta el bote y tra erlo á 
bordo. 
El emperador mismo no podía haber 
dado sus instrucciones más prontas ni 
más claras. No había un momento qué 
perder. El bote con el marinero me es- 
peraba al costado del bergantín. Salté en 
él, y un instante después habíamos des- 
atracado. 
Nuestro bote bailaba sobre las obscu- 
ras aguas, pero la luz brillaba siempre 
ante mis ojos; era la luz de Longwood, la 
luz del emperador, la estrella de la espe- 
ranza. 
Momentos después la quilla del bote 
tocaba contra las rocas de la costa. Era 
una playa desierta, y no turbó el profun- 
do silencio el alto de ningún centinela, 
- Dejé el bote, en el que quedó el marine- 
-TOpÑ empecé á subir por la colina. Ondu- 
laba una senda tortuosa entre las rocas, 
y no tuve dificultad para encontrar mi 
camino. 
Llegué á la verja; no había centinela | 
alguno y pasé sin dificultad; otra verja 
- sin ningún centinela, y atravesé también 
por ella. Yo me preguntaba qué habria 
sido del cordón de centinelas de que me 
había hablado Fourneau. 
Había llegado á la cima de la cola, 
pues allí estaba la luz enfrente de mí. Me 
- escondí y examiné el terreno, qa vi señal 
_ del enemigo. 
Cuando me aproximé divisé lac casa, un 
- edificio largo y bajo, con un extenso bal- 
-—concillo. Un hombre estaba paseárdose. 
arriba y abajo en aquel sitio, Me acerqué. 
más para fijarme en él. Era tal vez aquel 
maldito Hudson Loove. ¡Qué triunfo si 
- podía no solamente salvar al os 
; ner > 
Pero era más que probable que nod 
a, uera un centinela inglés. Me 
aproximé aún más, $ el hombre se paró 
E 
enfrente de la ventana alumbrada, de * 
manera que pude verle bien, No era sole : 
dado, era un sacerdote. Da 
Yo me admiraba de lo que pudiera es=- 
tar haciendo allí tal hombre á las dos de 
la madrugada. ¿Era francés ó inglés? Si 
era uno de la casa, contaría con él; pero 
si era inglés podía “deshacer mis planes. 
Me aproximé un poco más y en aquél 
momento penetró en la casa, y un destello 
de luz salió á través de la puerta abierta. 
Todo estaba libre y comprendí que no 
debía perder un instante. Agachándome 
corrí hasta la ventana. Levanté la cabeza, 
miré y no os podéis figurar lo que veía. 
¡Allí estaba el emperador, muerto, en- 
frente de mí! 
Caí sin sentido. Tan terrible fué la i im- 
presión, que me admira cómo pude so- 
brevivir. Al fin volvi á ponerme en pie; 
y crispados todos mis nervios, estuve mi 
rando como un loco al interior de aque- 
lla habitación de la muerte. 
El emperador estaba en un ataúd en el 
centro de la habitación. Su rostro teni 
una expresión tranquila y majestuosa 
llena de aquel respeto que alentaba 
nuestros corazones durante la batalla 
Una sonrisa se dibujaba en sus pálidos 
labios, y sus ojos me abiertos _pare- 
cían mirarme. EN 
Lo encontraba más grueso que cusadó 
lo vi en Waterlóo. A cada lado de su 
ataúd ardía una fila de blandones, y estas 
luces eran lo que habíamos visto del m 
lo que había guiado al bote, lo que yo 
había creído estrella de esperanza. 
Poco á poco me dí cuenta de que ha 
mucha gente arrodillada enla habitación 
Los que habían compartido con él su 
suerte: Bertrand, su esposa, el sacerdote, 
Montholon, todos estaban allí. Yo hubi 
ra rezado también; pero mi corazón 
hallaba demasiado amargado para oracic 
nes. Debía marcharme, y no podía deja: 
una señal mía en aquel lugar. 
Me puse bien derecho frente al cadá: 
ver del emperador, uní mis tacones y. le 
vanté la mano en último saludo. i 
Después me alejé apresuradame te 
través de la obscuridad, con la impre 
_de aquellos tristes labios sonrien 
aquellos ojos fijos que Parecian segui 
; enfrente de mí. 
Creí haber estado q poco tiem 
po; pero. el marinero me dijo ye 
 
	        
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