Full text: Al galope

O A, GALOPE 
—Coronel Perrin—dijo Lannes seve- 
ramente—, no es justo permitir á este 
bravo oficial que se ofrezca como volun- 
tario á desempeñar una misión especial 
antes de que conozca los peligros á que 
se verá expuesto. 
Yo había recobrado mi sangre fría, y 
mi decisión de acometer atrevidas em- 
presas. 
- —General—dije yo—, permitame ob- 
servar que cuanto más peligro haya tanta 
más gloria se obtendrá, y que sólo podría 
arrepentirme de ser voluntario si no en- 
- contrara riesgos que desafiar. 
Era un noble discurso; y mi apariencia 
- dió fuerza á mis palabras. Por un momen. 
to tuve la figura heroica, y como yo veía 
los ojos de Lannes fijarse con admiración 
en mí, me enorgullecía al pensar cuán 
espléndido era el debut que yo estaba 
haciendo en nuestro ejército de España, 
Si yo llegaba á morir aquella noche, mi. 
nombre no sería olvidado, y mis nuevos 
camaradas, el mayor, el coronel y los ge- 
_nerales,todos se unirían en un sentimien- 
. to cariñoso de admiración hacia Esteban 
"Gerard. * : os 
-  —El general Razout le explicará la si- 
- tuación — dijo Lannes brevemente. 
El general de ingenieros se levantó 
teniendo su compás en la mano, me llevó 
hacia la puerta y me señaló la pared gris 
que se alzaba sobre los restos de las que- 
—brantádas casas. FE 
—Esta esla presente línea de defensa 
_del enemigo—díjome—. Es la. pared del . 
- gran convento de Santa Engracia. Si po-- 
-. demos escalarlo, se tomará la ciudad. 
Pero ellos han establecido unos fosos que 
rodean todo el convento, y las paredes 
son tan enormemente espesas que sería 
- trabajo imposible abrir brechas en ellas 
por medio, de la artillería. Nosotros he- 
mos sabido, sin embargo, que el enemigo 
tiene un considerable depósito de pólvo- 
“raen una de las habitaciones subterrá- 
neas. Si se pudiera hacer explotar este 
- polvorin, el camino se presentaría claro 
para nosotros. 
- —¿Cómo puede alcanzarse? —pregun - 
OA 
ciudad un agente francés llamado Hu- 
bert. Este hombre audaz ha estado en 
ntinua comunicación con nosotros y ha 
prometido volar el almacén de pólvora. 
enía que efectuarse esto por la mañana 
temprano 
—Yo se lo explicaré. Tenemos en la 
y tipa des dia cotecuti- 
vos hemos tenido preparada una columna 
de ataque compuesta de mil granaderos 
esperando áque se hiciera la brecha. 
Pero la explosión no se ha verificado, y 
hace dos días que no tenemos comunica- 
ción ninguna con Hubert. Nuestra pre- 
gunta es esta: ¿qué ha sido de él? 
—¿Ustedes desean que yo vaya á ente- 
rarme de esto? 
—Precisamente. ¿Está enfermo, heri= 
do ó muerto? ¿Debemos confiar en su 
cooperación, ó debemos dirigir el ataque 
hacia otro punto? No podemos determi- 
nar esto hasta que no tengamos noticia 
de él. He aquí el mapa de la ciudad, ca= 
pitán Gerard. Entérese usted de que den- 
tro de este círculo de conventos;y monas: 
terios hay calles que arrancan de la plaza 
central. Si llega usted hasta esta plaza 
encontrará la catedral en un rincón de 
ella; en aque! rincón se halla situada la 
calle de Toledo (1). Hubert vive en una 
casita emplazada entre la casa de un za- 
patero y una taberna, á la derecha de la 
catedral. ¿Me comprende usted? he 
—Muy claramente. Eo 
—Tiene usted que llegar hasta esa 
casa para verle, con objeto de averiguar 
si su plan es realizable ó si debemos 
abandonarlo. - o A 
—Aquií tiene usted —añadió, mostrán- 
dome un rollo de sucia estameña—, un 
hábito de fraile franciscano que le podrá * 
á usted servir para disfrazarse. 
Yo me retiré con asco al ver aquel 
disfraz: o RE 
_—Esto me convierte en un espía —e 
clamé—. ¿No puedo ir de uniforme? 
— Imposible. ¿Cómo podría usted atra- 
vesar de esa manera las calles de la ciu- 
dad? Recuerde también que los españo 
les no hacen prisioneros, y que su desti- 
no será el mismo, sea el que sea el vesti- 
do en que lo sorprendan. es | 
Esto era verdad; yo había vivido en 
la campaña anterior bastante tiempo en 
España para saber que mi destino de pri- 
-sionero sería probablemente más temible 
que la misma muerte. Desde la frontera 
había oído tristes relatos de tortura y de 
_ mutilación. Me disfracé con el hábito de 
- franciscano. Ea Ñ 
_—Ya estoy listo—dije. 
(1) El lector tendrá en cuenta que Conan-Doyle es 
inglés y como la mayoría de los escritores extranjeros, 
incurre en errores y ligerezas al hablar de nuestro 
país.—(N, del T.) E O E 
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