Full text: Al galope

A. Conan-Doyle.—AL Ear . se 
Yo vacilé un momento echándome ha- 
«cia atrás. Miré del primero hasta el últi- 
mo' de aquellos hombres. Por un instante 
mo podía creer lo que veían mis propios 
OJOS. 
Estaban riidiéndome homenaje aque- 
llos hombres que me habían antes inju- 
riado. e 
Entonces lo comprendí todo; me con- 
"vencí del efecto que había yo hecho so- 
bre ellos y sus deseos de darme una re- 
paración. Cuando un hombre es valiente 
puede desafiar al peligro, pero no puede 
sustraerse á la emoción. 
—¡Camaradas! —les grité —¡Camara- 
CTE ? | 
Pero no pude decir más. Parecía que 
algo se me había atravesado en la gar- 
ganta y me ahogaba, impidiéndome pro - 
nunciar más palabras. E 
- En aquel mismo instante los brazos de 
Olivier me estrecharon con efusión, Pe- 
lletan me apretaba con fuerza la mano 
derecha, Mortier la izquierda, unos me 
daban palmadas en los hombros, otros en 
la espalda, y por todas partes encontré 
- rostros que me miraban con admiración. 
"Así es como conquisté mi puesto de 
honor en el regimiento de húsares de 
“Conflans. 
Tu 
EL GRAN CRIMEN DEL CORONEL GERARD 
Entre todos los hombres más notables. 
del ejército de Francia, existía solamen - 
te uno, hacia el cual los ingleses del 
ejército de Wellington sentían un odio 
- implacable. Había en las filas francesas, 
ladrones, hombres de genio violento, ju- 
.gadores, duelistas, calaveras. Todo esto 
se podía perdonar, puesto que otros de 
idénticas condiciones podían hallarse en 
-el ejército inglés. Pero uno de los oficia- 
_les de las tropas de Massena había co-. 
metido un hecho inexplicable, un crimen 
militares británicos. 
- Lanoticia fué llevada á Inglaterra, y 
lo mismo los ricos hacendados que los 
_labriegos levantaban sus puños cerrados 
hacia el cielo jurando venganza. 
y s 4 
¿Quién podría ser el héroe de este he- 
cho que tan 
de nuestra sit: 
dar con esmero 
idignó á los ingleses, sino - 
coronel Esteban Gerard, de los húsares - 
de Confla vs, gran jinete, arrogante gue- 
rrero, de buen fisico, querido de las da- 
mas, y el més gentil oficial de las seis 
brigadas de caballería ligera? 
Murió viejo, y sin embargo, ni una vez, 
con aquella imperturbable confianza en 
sí mismo, que desfiguraba ó adornaba su 
carácter, llegó á saber que muchos miles 
de ingleses lo hubieran ahorcado gusto: 
sos con sus propias manos. | 
Por el contrario, Gerard añadía esta 
aventura muy ufanamente á las otras ha- 
zañas que había realizado, y se reía y se 
cruzaba de brazos cuando la contaba en 
aquel humilde café, donde entre su comi- 
da y su dominó relataba, con lágrimas ó 
risas, el heroico pasado del reinado de 
Napoleón, cuando Francia, como un án- 
gel de la guerra, se levantó espléndida y - 
terrible. E E 
Y he aquí cómo Esteban Gerard, coro» 
nel de los húsares de Conflans, relataba 
éste suceso que constituye uno de los 
episodios más curiosos de sus aventuras. 
- —Debéis saber, amigos míos, que co- 
rría el año 1810 cuando el general Mas- 
sena hizo retroceder á Weilington, Con- 
fiaba el mariscal francés, y con él los que 
formábamos su ejército, en que lograría- 
mos hacer huir á los ingleses hasta cerca 
del Tajo; pero nos hallábamos aún á algu- 
na distancia de Lisboa, cuando pudimos 
- convencernos de que habíamos side ven- 
- cidos. El inglés había levantado una fuer- 
- te línea de fortificaciones en el sitio cono- 
cido por Torre Vedras, las cuales nos in- 
terceptaron el paso. El ejército de Lord 
Wellington hallábase extendido á lo lar — 
go de la Península, y el nuestro estaba 
tan lejos de la patria que no nos atrevía- 
mos á afrontar reveses de fortuna. Ha- 
bíamos aprendido ya en Busaco, que no. 
- era juego de niños pelear contra los in-. 
gleses. ¿Qué podíamos hacer entontes 
sino tomar posiciones enfrente de aque- 
llas líneas y fortificarnos lo mejor que 
pudiéramos? O 
. 
Allí permanecimos seis meses con ta: 
| un E cab. n tas inquietudes, que Massena dijo de: 
inaudito, que llenó de indignación á los 
pués que no le quedaba un pelo en su 
cuerpo que no se hubiera tornado blanc: 
Por mi parte no me inquietaba mucho 
1ación, y me dediMué á cui- 
ro de l de mi re 
sitaban descans: 
. Respecto 4 nuestra vida 
en aquel campo, la pasábamos lo mejor 
que podíamos, bebiendo buen 
país y aprovechando to 
 
	        
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