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TY" A, Comam-Doyle.—AL GALOPE 41
era la primera plaza fuerte en sus líneas
de comunicación. No podía, sin embargo,
asar este movimiento desapercibido, por
b que las guerrillas fueron acercándose
en tropel hacia nuestros flancos, estre-
chándonos cada vez más.
Una de nuestras divisiones, la de Clau-
sel, con una brigada de caballería de
- Montbrun, se hallaba apostada en el últi-
mo extremo, al Sur del río Tajo, y fué
necesario poner en su conocimiento que
íbamos á emprender la retirada, pues que
de otra manera quedaría abandonada en
el mismo centro del país enemigo.
Recuerdo que me admiraba yo de cómo
Massena llegaría á cumplir esto, pues los
correos no podían atravesar las líneas
enemigas, y los pequeños destacamentos
eran destruidos. De cualquier manera,
tenía que marchar una orden á las fuer-
zas de Montbrun, ó Francia tendría que
experimentar en su ejército una baja de
14.000 hombres. ¡Cuán lejos estaba de
pensar que sería yo, el propio coronel
Gerard, el que tendría este honor, que
pudiera constituir la gloria de cualquier
hombre, y que me colocó á la mayor al-
tura entre las numerosas hazañas que me
dieron celebridad! '
- En aquella época me encontraba agre-
gado al estado mayor de Massena. Este
mariscal tenía además dos ayudantes de
Campo que eran igualmente bravos é in-
_teligentes. Uno se llamaba Cortex y el
otro Duplessjs. Eran de más edad que yo,
pero más jóvenes en experiencia.
- Cortex era un hombre pequeño, .more-
no y de mirada penetrante; buen soldado,
pes de una afectación exagerada que lo
acía desmerecer. Si escuchábais su opi-
nión, os decía que era él el primer hom-
bre del ejército. Duplessis era un gascón,
y como yo, un buen mozo, como lo son
todos los caballeros de Gascuña. Turná-
bamos en nuestro servicio, y á Cortex le
tocó hallarse de guardia en la mañana á .
que me voy á referir.
Lo encontré durante el almuerzo, A
después ni él ni su caballo se volvieron
4 ver. Todo aquel día Massena estuvo
afectado, y con su habitual triste
la mayor parte del tie
con su anteojo las líne
za, pasó
á nosotros preguntarle sobre este punto.
.
1 glesas y los
barcos que se hallaban en el Tajo. No
habló de la misión que había ericomen-
- dado á nuestro camarada, y no nos tocaba
doce, me hallaba yo fuera del cuartel ge-
neral del mariscal, cuando salió éste y
quedó parado por una media hora, conlos
brazos cruzados sobre el pecho, mirando
á través de la obscuridad en dirección al
Este: Tan rigido y tan erguido estaba,
que se hubiera creído que aquella figura,
envuelta en su capa y con el sombrero de
picos, era una estatua. Yo no podía ima-
ginarme lo que miraba el mariscal; pero
al fin pronunció una imprecación y entró
de nuevo en la casa cerrando la puerta
con estrépito.
Al día siguiente vino el ayudante Du-
plessis, por la mañana, para celebrar una
entrevista con su Excelencia. |
Después de ella, tampoco fueron vistos
en todo el día ni él ni su caballo. Aquella
noche, mientras estaba yo sentado en la
antecámara, el mariscal pasó delante de
mí y observé que se situó en una ven=.
tana mirando hacia el Este, exactamente
como había hecho la noche anterior. Me-
dia hora completa permaneció allí su
negra sombra dibujada en la penumbra.
Luego entró en su cámara con paso agita-
do, se cerró la puerta violentamente y
dejaron de oirse sonar sus espuelas y su
sable á través del corredor. O E
La nota característica en él era un
genio rudo y fuerte. Desde el momen-
to que le contrariaban, valía más ver la
cara del mismo Emperador. Le oí aquella
noche jurar y patear en el suelo de la
habitación, que se hallaba sobre la mía,
pero no me mandó á buscar, y yo le cono-
cía demasiado para presentarme ante él
sin que me llamase. | z e:
- La mañana siguiente me tocó á mí de
servicio, pues era el único ayudante que
le quedaba. Yo era su predilecto ayudan=
te de órdenes. El era siempre expansivo,
con un soldado leal, pero creí adivinar al-
gunas lágrimas en sus negros ojos cuan-
do me mandó á buscar aquella mañan
—¡Gerard, escuche usted! —dijo.
- Con gesto amistoso me cogió por la
manga de mi uniforme y me llevó hacia
la ventana abierta que miraba al Es
- Debajo de nosotros se divisaba el ca
pamento de infantería, y más allá las
neas de la caballería con largas hilera
de caballos. Podíamos ver las avanzada
francesas y luego una larga exten
campo abierto, salpicado de viña
línea de colinas se divisaba más allá,
) | _unalto pico que se destacaba entre
Aquella misma noche, cerca de las . Alrec ase d
as M3 e la base de estas