Full text: Al galope

O AS Conan-Doyle.—AL GALOPE 
- Me enseñó un saco de lona lleno de di- 
- nero, y dijo: 
—Aquí hay cien libras en oro; podrá 
usted comprar algunas cosas necesarias 
para su viaje. Le recomendaría á usted 
que hiciera esas compras en Southamp- 
- ton, de donde saldremos dentro de diez 
días. El nombre del barco es el Black 
- Swan; vuelvo á Southampton mañana, y 
- espero verle á usted la semana próxima. 
—Vamos—dije yo—, cuénteme usted 
con franqueza cuál es el objeto de nues- 
tro viaje. 
-— —¿No se lo he dicho á usted? Nos di- 
rigiremos á la Guinea. 
- —Entonces, ¿cómo puede estar esto 
“relacionado con el más alto interés del 
emperador? 
-  —H—Es del más grande interés que no 
haga usted preguntas indiscretas, para 
que yo no le de indiscretas respuestas— 
me dijo vivamente, poniendo fin á la en- 
_trevista. 
Me encaminé 4 mi casa sin Otra cosa, 
xcepción hecha del saco de oro, que in- 
icara aquella singular entrevista. 
_Había poderosas razones para que yo 
niese el desenlace de esta extraña aven- 
tura; y una semana después emprendi 
mi viaje á Inglaterra. Pasé por Saint 
Malo, llegué 4 Southampton, y, pregun- 
ando en los Docks, encontré fácilmente 
el Blak Swan, que era un bonito barco 
de pequeño porte, del tipo, según supe 
espués, que se denomina bergantín. 
lí estaba el capitán Forneau á bordo, 
on siete ú ocho marineros rudos, lis 
nando los preparativos para hacerse á la 
mar. Me saludó, y me llevó á su camarote. 
—Es usted ahora, señor Gerard, un 
: encillo. viajero del Canal de Islandia, y 
agradecería á usted que olvidara sus mo- 
dales militares y dejara esos aires de ofi- 
l de caballería cuando pasee usted so- 
re cubierta. Una barba también le daría 
á usted más aspecto de marino que esos 
A Yo estaba trorizado ante aquellas Y 
labras, pero después de todo no había se- 
“foras en alta mar, ¿y qué me importaba 
quello que el capitán me proponía? | 
có el pito para llamar al mayordomo, 
- Gustavol—dijo—, atenderá usted á 
ni a Esteban Pepe. ue hace el 
es. Gustavo o Keronan, mi mayor- $ 
—: có—, y está a > 
z pafíero, de ninguno. de sus aid sa- 
El mayordomo tenía una cara dura y: 
ojos enérgicos y me pareció una persona 
muy belicosa para tan apacible empleo. 
No dije nada, sin embargo, aunque po- 
déis adivinar que tenía los ojos muy abier- 
tos. Me habían preparado mi litera en el 
camarote contiguo al del capitán, que me 
hubiera parecido bastante confortable si 
no hubiera contrastado extraordinaria- 
mente con el camarote de Fourneau. Era 
ciertamente una persona muy amante del 
lujo, puesto que su habitación estaba ta- 
pizada de terciopelo y plata, como si fue- 
ra la de un noble. 
Así pensaba el segundo. de á bordo, 
Mr. Burns, que no podía ocultar su risa y 
su desprecio cada vez que lo miraba, 
Aquel muchachófera un inglés de pelo 
rojo y de cuerpo fuerte y obeso. Ocupa- 
ba el otro camarote que comunicaba con 
la cámara principal. 
Había en la tripulación un segundo ofi- 
cial llamado Turner, que dormía en un 
camarote situado sobre cubierta. ! 
El total de la gente lo componían nue- 
ve hombres y un grumete, tres de los 
«cuales, según fuí informado por míster 
Burns, eran viajeros del Canal de Islan- 
dia como yo. El segundo del buque, 
Mr. Burns, mostraba gran interés en sa- 
ber á qué obedecía mi viaje con ellos. 
—Yo hago un viaje de placer—le dije. 
- El marino me miró con extrañeza. 
—¿No ha estado usted nunca en las 
costas del OBste?—me preguntó. 
- :—No, señor; no he estado nunca por 
esas costas. : 
—Pues pienso que no volverá 4 hacer 
por gusto esté viaje. 
Tres días después de 'mi HeLada des- 
atracamos y largando velas abandonamos 
el puerto de Southampton. 
Nunca fuí buen marino, y el mareo no 
me permitió abandonar mi camarote así 
_que zarpamos. El quinto día, por fin, 
pude beber el caldo que el buen Keronan 
me trajo y arrastrarme hasta la escalera. 
El aire fresco me animó, y pude acos-- 
tumbrarme al balanceo del barco sin su - 
frir más mareos, a: 
Mi barba había crecido, y no me 
duda que me hubiera hecho un arrogante 
“marino. Aprendí á tirar de las cuerdas, á 
izar las velas. La mayor parte del tiempo 
la pasaba jugando á las cartas con el ca- 
pitán Fourneau y conversando con él.. 
No es-extraño que necesitara un com: E 
 
	        
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