Full text: La Torre de Nesle

y 
o cr 
  
A 
  
LA TORRE 
y te juro que si alguien se acercase a la 
torre de Nesle, ¡le mataría! Pero nadie 
se ha acercado —continuó Felipe, con ex- 
traña sonrisa—, nadie ha ido a la to- 
rre!..... Todavíano ha ido nadie.... ¡Quién 
sabe!..... ¡Ob, Buridán, quién sabe!.... 
Buridán movía la cabeza. 
—¿De modo—dijo sordamente—, que 
esta noche estaréis apostado al pie de la 
torre, esperando y acechando? 
—Ho oros 
—¿Y si voy?.. E 
—Te mataré, O 
Hubo un instante de espantoso silen- 
cio, durante el cual sólo se oyó un doble 
rugido, afuera, en el patio, el de las fie- 
ras; dentro, el de Gualter, que escuchaba 
desde la habitación contigua... 
Felipe se enjugó el frío sudor que co- 
rría por su rostro. 
Gualter.lanzó una imprecación. 
—Por el amor que os inspira esa infa- 
me cortesana —continuó Buridán—, ol- 
vidaréis que mañana tenéis que batiros 
en el Pro-aux-Ciercs; olvidaréis el reto 
lanzado al asesino de vuestros vadres; al 
hombre que desposeyó a vuestra familia! 
¡Por el amor que os inspira Margarita 
seréis dos veces traidor, puesto que olvi- 
daréis vuestro desafío con Marigny y 
vuestro solemne juramento ante la tumba 
de vuestro padre! . 
— ¡Sangre de Cristo! ¡Por todos los de- 
monios del infierno! —aulló Gualter, es- 
trellando contra la pared el jarro de ar- 
cilla que acababa de vaciar. 
Felipe no contestó. Pero temblaba, y 
sus pupilas dilatadas adquirieron una ex- 
presión de extravío. 
DE NESLE 
—¡Gualter! —gritó Buridán. 
—¡Aquí estoy! — rugió Gualter, que- 
apareció con el pelo enmarañado y el ros- 
tro lleno de vino y de lágrimas. 
Gualter, y vos también, Felipe, escu- 
chadme. Esta noche iré a la torre maldita, 
Estaré allí al dar las diez. Conozco el sat- 
ce carcomido. Pasaré rozando con ese ár- 
bol. Iré sin armas. Esperadme allí los dos 
y dadme de puñaladas en cuanto pase, ' 
porque os juro por la amistad que me une 
a vosotros, que nadie en el mundo podrá 
impedirme entrar en la Torre de Nesle! 
Buridán se dirigió a la puerta, y los 
dos hermanos le oyeron decir. 
—¡Ven, Lancelot, salgamos de esta gua- 
rida de fieras, para ir a otra por el estilo! 
Entonces Felipe prorrumpió en sollozos. 
Echó a correr, alcanzó a Buridán y le 
estrechó entre sus brazos. po 
— ¡Perdona! — balbuceó —. Olvida: lo 
que acaba de pasar. Eres mi amigo, mi 
hermano. Eres el vengador de los que ya 
no existen. Mañana, Buridán, estaré a tu 
lado en el Pré-aux-Clercs, Y esta noche... 
si voy a la Torre de Nesle..... Pues bien: 
será para defenderte, para salvarte como 
nos salvaste tú... 
00 mtamade Gualter, secándose 
las lágrimas—. Afortunadamente ha sido . 
el jarro vacío el que he roto. 
Los tres hombres se unieron en el mis- 
mo abrazo fraternal. Luego, como Gualter 
se apresurase a llenar de cerveza los va- 
sos de plata, se sentaron alrededor de la 
mesa, y Buridán habló así: 
—Ahora voy a explicaros por qué es 
preciso que me aventure esta noche en el 
antro de esa bellísima fiera: ¡la reina! 
 
	        
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