Full text: La Torre de Nesle

  
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MICHEL 
ganchó en la cadena, AY allí le encontró 
Bigorne. 
—¿Qué hizo de los caddyeres?—pre- 
guntó maquinalmente Margarita. 
—Señora, estáis dando diente con dien- 
te....., tal vez haríamos mejor en bajar. 
El aire es muy vivo en esta plataforma y 
puede llegar a ser peligroso..... 
—No, no —murmaró Margarita—, con- 
tinuad. 
—Sea. ¿Los cadáveres, decíais? Dios 
mío, como está algo indispuesto con el se- 
ñor preboste de París, como no tenía el 
menor deseo de hablar de su fúnebre ha- 
llazgo, puesto que hubiesen podido acu- 
sarle, arrojó sencillamente al agua los ca- 
dáveres de mis pobres amigos, que siguie- 
ron deslizándose por el río. Yo le he re- 
prendido mucho por ello, porque para mí 
bubiese sido ún consuelo enterrar a, esos 
dos ilustres caballeros. Pero Bigorne me 
respondió que bastante había hecho con 
quedarse con el saco..... Saco muy curio- 
so, según dice..... Un saco en el que por 
descuido se ha deslizado un objeto, gra- 
cias al cual sería facilísimo encontrar a 
los asesinos..... ¿Es esto todo lo que que- 
ríais saber de Lancelot Bigorne, señora? 
— ¡Sil —dijo la reina, apretando convul- 
sivamente los dientes. 
— Sin' embargo -—añadió. Buridán—, 
permitidme que os diga también queLan- 
celot Bigorne vivía en Vilon hace unos 
diez y siete 
Margarita se dinaiabeió 
'—Y que entonces era el criado de con- 
fianza del poderoso conde de Valois..... 
—Bajemos—murmuró Margarita. 
—¡Ahora me tocar a mí decir: No! Por- 
que antes de bajar es preciso que hable 
con Bigorne. Y antes de hablar con Bi- 
gorne es preciso que hable con yos. 
—Está bien. ¿Queréis saber en dónde 
está la joven que saqué del Temple? 
—Sí, señora, dijo gravemente Buridán. 
Pero tened presente que si me engañáis... 
años.. 
ZÉÍVACO 
— ¿Qué sucederá? 
—Pues bien: mañana por la mañana, 
arriesgando la vida, me presentaré en el 
Louvre con Lancelot y le contaré al rey 
la novela de vuestros amores con Carlos. 
de Valois, la muerte de madame de Dra- 
mans, a quien disteis de puñaladas, y la 
de Juanito, a quien mandasteis arrojar 
al agua. ¡Porque ya en aquella -... te- 
níais esa costumbre! 
Margarita se estremeció, no al escu- 
char la amenaza, sino al oir la última 
frase, por la cual adivinaba que Buridán 
y Lancelot estaban perfectamente entera- 
dos de los misterios de la Torre de Nesle. 
Sin embargo, como era una mujer a 
quien no era fácil dominar, arrostró la 
tormenta, se irguió, y dijo,con admirable 
desdén: 
—Una reina no miente, caballero. Eso 
queda para vos. De todos los insultos que 
me habéis prodigado esta noche, sólo me 
acuerdo de la desconfianza que acabáis 
de expresar. Idos, caballero. Detrás de 
la casa de los pilares, en el pabellón con- 
tiguo al torreón cuadrado, encontraréis 
a la que buscáis. 
Buridán se inclinó profundamente. 
Luego gritó: 
—Bigorne; ya bajo. 
—;¡Bien, señor! l 
Por un instante Buridán se volvió ha- 
cia la reina como si hubiese querido de- 
cirle algo. Perola vióstan pálida a la luz 
de un rayo lunar, tan semejante a un es- 
pectro, como si hubiese sido el genio fa- 
tal de la Torre maldita, que sintió un es- 
tremecimiento y retrocedió; luego des- 
apareció por la escalera de caracol. 
Margarita lanzó entonces un suspiro 
de horrible desesperación y cayó de es- 
paldas, cuan larga era, sobre las losas 
de la plataforma. De su cabeza brotó la 
sangre. De sus labios lívidos escapóse una. 
imprecación, y la reina perdió el conoci- 
miento..... 
Ñ 116 
  
  
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——— 
 
	        
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