Full text: La Torre de Nesle

  
  
  
  
  
  
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abiertas: La llamaban la Torre de los 
Diablos, porque la suponían habitada 
por seres más o menos infernales, con los 
cuales tendremos seguramente ocasión 
de trabar conocimiento, si es que al lec- 
tor no le asusta esta perspectiva. En 
cuanto a nosotros, no nos desagrada, por 
haber podido comprobar mil veces que 
los demonios peores son precisamente los 
que no salen del Infierno. 
A la izquierda de la Torre de, los Dia- 
blos, y algo detrás, había un pabellón, 
cuya fachada principal daba a un patio. 
Una tapia separaba el patio de la calle. 
—¡Aquí es! —dijo Buridán, deteniéndo- 
se al pie de la tapia. 
—La cuestión es saber.si la mujerzuela 
esa no ha mentido —murmuró Gualter. 
Felipe ahogó un suspiro y Buridán se 
estremeció. 
—Hermano—murmuró sordamente el 
primero—, es imposible que yo consien- 
ta que delante de mí se insulte a la 
reiNa..... ' | 
Gualter se encogió de hombros. 
Pero ya Buridán, ayudado de Lance- 
lot, que le sirvió de escalera, había esca- 
lado la tapia y saltado al patio. El rey 
de la Basoche y el emperador de Galilea 
saltaron a su vez. Los hermanos d'Aul- 
nay permanecieron en la calle, de centi- 
nela, en tanto que Bigorne, a horcajadas 
en el caballete, se preparaba a saltar a 
un lado oa otro, según lo » AS IRÍOrAd, las 
circunstancias. 
—¿Quién va?—gritó de repente una 
VOZ. 
Almismo tiempo se abrió violentamen- 
te una ventana del piso bajo. Buridán, 
que se acercaba, vió una sala alumbrada 
por antorchas, y, en aquella sala, cinco 
o seis hombres armados. 
—¡Atrás, tunantes! —dijo la misma 
voz —. Aquí no se os ha perdido nada, 
Guillermo Borrasca y Riquet Handryot 
iban a precipitarse a la sala. 
LA TORRE DE NESLE 
—Buridán les contuvo, dió dos pasos y 
dijo: 
—¡En nombre de la reina! 
El hombre que hablaba en la ventana 
-se descubrió. Los otros bajaron sus ti- 
ZONAS. 
-—¿Qué queréis?—preguntó el jefe. 
—Que me entreguéis la joven que 05 
han confiado, para llevarla al Louvre. 
Buridán temblaba; iba a saber si Mir- 
tiia estaba efectivamente en la Torre..... 
El de la ventana respondió: ' 
—Bien. ¿Y el santo y seña? 
—Marigny—gritó Buridán, con voz vi- 
brante y sin la menor vacilación. 
¿Por qué dijo este nombre más bien que 
otro cualquiera? ¿Fué rápido e instintivo 
razonamiento? ¿Fué inspiración? ¿Lo pro- 
nunció al azar? 
El jefe saludó respetuosamente y man- 
dó a sus hombres que envainasen las es- 
padas. 
¡Marigny era el santo y seña! Muchas 
veces la casualidad nos aproxima más a 
la verdad que el cáleulo!..... 
—Voy a abriros—dijo el jefe, con res- 
petuoso acento—. Tened paciencia, ca- 
ballero. | 
En aquel momento abrióse una ven- 
* tana en el piso alto de la Torre. 
—Está bien—dijo Buridán—, dadk pri- 
sa, porque ya es muy tarde. 
En el mismo instante, una voz trémula 
de alegría y de esperanza gritó desde la 
ventana: a 
—¡Buridán!..... 
-—¡Mirtila! 
—¡Truenos y rayos! —gritó el jefe de 
la fuerza—. ¡Es Buridán! ¡Sus! ¡Sus! ¡A 
las armas! 
Inmediatamente los guardias saltaron 
por la ventana al patio, débilmente ilumi- 
nado por las antorchas que desde la sala, 
proyectaban su rojizo resplandor. 
Mirtila lanzó un grito desgarrador. 
—¡No temas, Mirtila! —gritó Buridán. 
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